La palabra
revolucionario, está muy lejos de mí, yo apenas comienzo a despertar, apenas
comienzo a leer. Sin embargo una leve pronunciación de esas palabras desata la
furia de quienes no tienen el mínimo de conciencia, que no entienden de Derechos Humanos, equidad y respeto. Algunos serán por ignorancia y por
ser la esponja mojada donde la mediatización del sistema ha encontrado semilla
fértil. Otros llegan con todo el odio de
quien conoce la historia y prefiere estar del lado del abusador porque ahí hay
más beneficio económico, de poder y de impunidad.
Cuando los leo pienso en mis ancestros, en esos
revolucionarios añejos, en las feministas brujas que fueron lanzadas a la hoguera, en las que fueron torturadas y
violadas por batallones de soldados. Pienso en los revolucionarios que fueron
lanzados vivos a la boca de los volcanes hirvientes en lava, en quienes fueron
amarrados con cadenas y se los tragó la profundidad del mar mientras agonizaban
implorando un mundo mejor para las nuevas generaciones. No me ofendo cuando los leo, en cambio pienso
en los miles de desaparecidos, en los retazos de sociedad que pocos tratan de remendar y de reconstruir para curar la
herida y que seque. Pienso en los que se
quedaron luchando con un duelo, un vacío y un dolor ocre que aún no encuentra
puerta de salida.
El mismo ataque recibo cuando toco la palabra
homosexualidad, viene de los mojigatos, de los de doble moral, de afines al
fascismo, de quienes son expertos en oprimir y humillar. Y me llueve el doble
cuando hablo del aborto como un derecho de la mujer. Los insultos tienen
variantes pero al final terminan con la relevancia en la ideología. Se asocia
que solamente una persona de izquierda –por ende terrorista- puede pensar en el
aborto y en la depravación de la homosexualidad. Que solo una persona revolucionaria puede
tener los alcances para el libertinaje, y que por eso hay que exterminar a toda persona
roja, comunista y anarquista.
Con esto me doy cuenta que la palabra
revolucionario les da miedo, el mismo temor que les causa a los machistas la
palabra feminismo (no soy feminista) por esa razón lo hacen ver como la copia
barata del mismo. Les atemoriza la
dignidad, la ética, la mirada clara y la palabra precisa. Les causa pavor la
justicia, la memoria histórica y la identidad. La libertad de la mujer como un
ser en equidad. Les ofende la honestidad y la transparencia de quienes no
tienen nada qué ocultar y buscan los mismos derechos y las mismas obligaciones
para todos. Les asusta quedarse sin privilegios.
Hay de todo en todos lados, hombres
revolucionarios machistas, mujeres que denigran el feminismo. Pero no son de
los de verdad, de los de una pieza, yo
hablo de los seres cabales que llevan palo y no bajan la mirada, que son
atacados y no bajan la guardia, que insisten y resisten, a pesar de los años,
del cansancio, de la opresión. A pesar del sistema, de los orejas y ojetes. A
pesar del machismo desmedido y de la educación patriarcal. Están ahí siendo
estigmatizados por el imperio que teme que un día los revolucionarios liberen
la mente de las masas y las inciten a actuar. Les tiemblan los tibios solo de imaginar en
una revolución.
Por eso la temática, el abuso, la impunidad, por
eso el gasto millonario en la mediatización. Por eso las desapariciones
forzadas, la limpieza social, los feminicidios. Por eso la deuda externa. Por
eso invertir más en armas que en educación. Por eso comprar a los hijos deshonestos que
venden junto a la Patria a su madre. Crecí en la pobreza extrema a causa del
capitalismo, vivo actualmente en un país capitalista donde cada día me enamoro
más del socialismo, brincos diera por ser revolucionaria, soy apenas una mente adormilada que empieza a
despertar. Y sí mi sur es el sur, mi
amor es el sur, mi ideología es de izquierda y
apunta hacia el sur. ¿Se preguntarán que hace una roja viviendo en un
país capitalista? Aprendiendo día a día, aprendiendo del socialismo y de la
abismal diferencia entre el totalitarismo. Esta realidad que vivo es mi trabajo
de campo.
Pero para aclarar no me ofende que me llamen
feminista, y mucho menos que me llamen revolucionaria, para mí es un honor,
privilegio de pocos y más cuando apenas
estoy tomando conciencia de la realidad y de la memoria histórica.
El estigma de ser revolucionario es entonces la
honra de los pocos que caminan por la vida viendo de frente, poniendo el pecho,
hablando claro y siendo consecuentes en sus acciones que: libertan, llaman a la
equidad, al respeto de los Derechos Humanos. A la búsqueda de la justicia, al
fin de la impunidad.
Lleguen estas letras al corazón latente de los
revolucionarios que día a día sin
importar las circunstancias y fronteras:
declaran, invitan, luchan, con la seriedad y serenidad de quienes saben que la
sangre es de un solo color: rojo fuego, rojo vivo, rojo pasión, rojo
revolución.
Y sí, soy roja ¿y? Así es que estos insultos yo
los veo como la bienvenida oficial al mundo de los columnistas, de los poetas y
de los escritores que, usan la letra como herramienta de denuncia social.
¡Y aquí el que no brinque es chafa! A la salú de
los revolucionarios de todos los tiempos, con mi reverencia de niña heladera.
Posdata: y
a quien no le guste que se vista y que se vaya.
Ilka Oliva Corado.
Noviembre 27 de 2014.
Estados Unidos.
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