MARIO ROBERTO MORALES
El Gobierno estadounidense y el pueblo de Guatemala les han hecho saber al Presidente y a la Vicepresidenta de la República que no dudan de que ellos son los jefes de La Línea y que, por ello, también son los responsables del desfinanciamiento del Estado, de su escandaloso endeudamiento inducido desde el Ejecutivo y de las paralizantes medidas de austeridad y “ahorro del gasto público”, que tienen a muchos trabajadores estatales laborando sin sueldos ni viáticos, y a las editoriales oficiales bajo la criminal prohibición fascista de publicar libros. Todo, para que en las vulgares mansiones de estos corruptos puedan ser instaladas las comodidades de punta.
El pueblo sabe también que al prófugo cabecilla de La Línea lo protegen sus jefes, pues, si lo atraparan, el tipo los delataría y los arrastraría con él a la cárcel. Sabe también el pueblo que los jueces y magistrados vendidos que infestan el sistema de justicia son cómplices de estos cacos, así como lo son los “poderes militares paralelos”, la cúpula del Ejército y la mayoría de diputados al Congreso de la República. El país entero está podrido porque están podridas sus dirigencias en todos los planos. Pero en este panorama falta la máxima jefa de todo esto, la suprema responsable de esta desgracia histórica: la oligarquía.
En efecto, los monopolistas, los dueños de los grandes medios de producción, los megaempresarios de la oligarquía y sus subsidiarios son los capos invisibles que les ordenaron a los maleantes de La Línea organizarse y actuar bajo el manto del Estado para captar sus sobornos, los cuales les resultan más baratos a estos grandes evasores de impuestos que los pagos legales que deberían hacerle al fisco en calidad de tributo por sus ganancias. La excusa de estos “hombres de bien” es que los impuestos se los roban los políticos corruptos. Por tanto, prefieren robárselos ellos a cambio de darles una parte a esos mismos personajes podridos. Así desfalcan al Estado, sumen en la pobreza a la clase media, condenan a la miseria a las pobrerías, crean castas de nuevos ricos a su servicio y dejan ir al país por el sumidero de la historia. Con lo cual generan la crisis de valores que tanto lamentan y que pretenden remediar con jornadas de oración y sermones religiosos (protestantes y católicos), mientras usan a las iglesias como lavanderías del dinero que obtienen de las actividades empresariales del crimen organizado, una corporación de la cual la oligarquía es socia mayoritaria. La Línea y sus capos no son sino sus perros de presa.
Por tanto, la CICIG debe ir ahora por los que pagaban sobornos a La Línea; por los que perpetran limpiezas sociales aniquilando a los marginales que ellos mismos producen mediante una economía atrasada y criminal; por los que tienen a la ciudadanía asistiendo a su depauperación creciente y con sus esperanzas rotas. ¡Esos son los principales culpables de la crisis de podredumbre que padecemos! Así como nadie le cree al Presidente cuando con cara dura afirma que gracias a él la CICIG arremetió contra la corrupción en la SAT (lo cual equivaldría a un acto suicida), nadie debe creer los cantos de sirena del CACIF cuando despotrica contra los empresarios que fundaron La Línea, ya que, mientras grita que apoya a la CICIG, también la injuria con sus chillonas bocinas neoliberales en los medios masivos de comunicación. ¡No, señores! ¡Los oligarcas sobornadores deben ser enjuiciados!
*www.afuegolento.mexico.com
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150506/opinion/12092/Los-capos-invisibles.htm
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