lunes, 29 de junio de 2015

“Distancia” y necesidad de la Memoria Histórica


MARCELA GEREDA
Vivimos una violencia sui géneris que a todos nos 
atraviesa y habita. 
Digan lo que digan las falsas estadísticas y reportes del actual gobierno que ya no gobierna, continuamos siendo uno de los países más violentos del globo: una geografía extraña donde han acontecido las historias de barbarie y horror más crueles a manos de un Ejército bestial, cuyos responsables no han enfrentado la justicia. Niños mutilados, mujeres violadas, niñas desaparecidas o secuestradas y un drástico etcétera es apenas una brevedad de la colección de horror inscrita en la piel de Guatemala.

Consecuencia de esa guerra en la que no ganó nadie, sino solo se confrontó en dos bandos a un pueblo de hermanos, vivimos una violencia sui géneris que a todos nos atraviesa y habita. Una violencia de ayer que nos persigue hasta en el inconsciente. Violencia heredada y que reproducimos en los niños y los que vendrán después mientras no comprendamos de dónde viene; y la manera en que la historia colectiva afecta y se amalgama y acompasa con nuestras historias individuales.

Fue a través de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que se condenó la masacre cometida por los kaibiles, en la aldea del norte del país Dos Erres, en la región del Petén. Allí, 16 militares, como prueba de graduación, rajaron los vientres de las mujeres y sacaron a los fetos con sus propias manos. Así, “a mano fría”, asesinaron a 252 personas, la mayoría mujeres, ancianos y niños.

Esta es solo una de las masacres sangrientas que habitan el inconsciente de un país que no quiere ver ni asumir su historia, y donde el pensamiento dominante sigue vociferando que “hay que superar la historia y que mejor no revolver la mierda porque apesta”. Un país atravesado dividido y separado por “dos fuegos”, que no solo dividieron a la población campesina e indígena sino que en muchos casos la dejaron para siempre atrapada entre esos “dos fuegos”, como es el caso que nos relata Distancia.

El largometraje Distancia, del director guatemalteco Sergio Ramírez, nace en este contexto de violencia, injusticias e impunidades, la cual se proyectó el viernes pasado en el Instituto de Bellas Artes. Con un lenguaje único y una poesía sobrecogedora que habla desde las miradas y los gestos, la película es en sí una radiografía de lo que somos tras el conflicto armado; un conglomerado de relaciones humanas resquebrajadas, rotas, distantes.

Desde una observación y lenguaje visual antropológico, humano, poético y político, Sergio narra con sutileza la historia de Tomás Choc (Carlos Escalante) quien está a dos días y 150 km de volver a ver a Lucía, su única hija. Han pasado 20 años desde que fue secuestrada por el Ejército, cuando era una niña de tres años, en medio de la guerra. A pesar del dolor de esta ausencia y para que su historia no se olvide, Tomás ha escrito en un cuaderno su experiencia de lucha, resistencia y sobrevivencia, con la esperanza de poder entregárselo algún día a su hija.

Distancia participó en el programa Cine en Construcción en los Festivales de Toulouse y San Sebastián. Entre otros premios: Mejor Ópera Prima en el 33 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Mejor Director y Mejor Película en el New York-Havana Film Festival y Mejor Largometraje en el Festival Ícaro.

Este largometraje, que es la película que todo guatemalteco tendría que conocer, nos coloca frente a varios desafíos como sociedad. Primero, la necesidad de que en vez de que los políticos se roben el dinero, exista un fondo en el Ministerio de Cultura que apoye el cine para contar la historia del país.

Segundo, que así como en México existen apoyos empresariales a iniciativas de cine para bajar las tasas de tributación, se podría pensar en que la Pepsi, Pollo Campero, además de sus campañas identitarias, apoyarán a los cineastas para contar la historia invisible del país que no conocemos. Esa que con tanta humanidad, humildad y honestidad logra rescatar y contar Sergio Ramírez.

Tercero, la necesidad de conocer y asumir nuestra historia, para comprender lo que somos como colectivo y como individuos y la necesidad imperante de no permitir que reine la impunidad y que los responsables de estas masacres e historias de terror se enfrenten a la justicia.

Sergio Ramírez captó las fibras sensibles de lo que somos debajo de esa sociedad que se mira y se cruza pero que no se comprende, sea por los lenguajes que hablamos o por los niveles desde donde interpretamos. Desde un lenguaje visual bello y hasta con humor, Distancia es acaso esa imposibilidad o puente roto en el que nos alejamos y se nos perdió la posibilidad de vernos, reconocernos y encontrarnos en el Otro.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150629/opinion/14282/“Distancia”-y-necesidad-de-la-Memoria-Histórica.htm

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