miércoles, 5 de agosto de 2015

DE LA INCOMPETENCIA Y RETOS DE LA IZQUIERDA EN GUATEMALA


MARIO SOSA

La palabra incompetente refiere a la incapacidad para realizar una tarea determinada. En ese sentido, el punto de partida de este artículo es la afirmación relacionada con la izquierda electoral y su incapacidad para competir electoralmente. Por demás sabido es que esta expresión de la izquierda –que no es la única– ha devenido en una fuerza marginal, “funcional y participativa”, incapaz de competir para ganar una elección nacional. El porcentaje de los cuatro partidos políticos de izquierda, aliados en las elecciones generales de 2011, corroboran tal afirmación. Con la llamada alianza Frente Amplio, en las últimas elecciones obtuvieron apenas un 3.27% de los votos válidos[1]. Y como se mostrará a continuación, la historia electoral reciente, de 1995 a 2011, confirma su tendencia a decrecer y estancarse.

Esta problemática es la que trataré de analizar en este artículo, a sabiendas que lo que aquí se recupera no pretende sino ser un aporte entre muchos, para describir, analizar, interpretar y debatir sobre la izquierda en Guatemala, con el objetivo de contribuir a su recuperación histórica.

El inicio de un nuevo camino: la izquierda en las elecciones de 1995 y 1999

Posterior a la vuelta a la constitucionalidad, la izquierda participa por primera vez en elecciones en 1995, a través del Frente Democrático Nueva Guatemala (FDNG), partido político que logró articular a una parte importante del movimiento social y de expresiones de izquierda legal e insurrecta, en un momento donde aún se vivía la última etapa del enfrentamiento armado que concluyó con la firma de la paz en 1996. Dicho partido logró un valioso 7.70% de los votos, proponiendo al economista Jorge Luis González como candidato presidencial y a Juan León como candidato vicepresidencial. El primero un economista prestigioso, pero alejado de la cotidianidad del país, y el segundo un líder al interior del movimiento maya.

Con el FDNG, la izquierda logró integrar una honorable y valiosa bancada de seis diputados y diputadas, y ganar 19 alcaldías municipales. Este experimento electoral, en buena medida decidido e inducido por la izquierda revolucionaria en armas, pronto fue descartado por esta, siendo que reñía con la dirección política de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y que se encargaría de conducir la conversión en partido político posterior a la firma de los acuerdos de paz. Este fue uno de los más importantes factores, si no el principal, que hicieron que dicho instrumento feneciera en las elecciones de 1999, cuando logra el 1.28% de los votos, para ese momento distanciado de la URNG.

Más allá del resultado electoral, no se supo valorar coherentemente el esfuerzo y resultado del FDNG, y “contrariamente, hubo un empecinamiento en mantener estructuras de dirección que estaban dejando de contar con la legitimidad necesaria para conducir el proceso, no solamente por la irrupción de sujetos, sino por la gestación de nuevos liderazgos” (Sosa, 2009a). Se perdió la oportunidad para avanzar en una relación virtuosa –no exenta de dificultades– entre la izquierda “política” y otras formas de representación sociopolítica procedente de sujetos colectivos históricos, como los pueblos indígenas, más allá de aquellas expresiones organizativas vinculadas con las expresiones integrantes de la URNG en ese momento.

Con ese antecedente, URNG inicia su conversión en partido político, fase que concluye el 18 de diciembre de 1998. Este paso significó el inicio de una etapa en la cual las fuerzas revolucionarias que lo integraron (PGT, EGP, FAR y ORPA) fueron disueltas formalmente y constituidas en un solo organismo electoral. Con ello inicia un proceso de institucionalización del movimiento revolucionario en la lógica de partido electoral y se convierte en una fuerza institucionalista y defensora del Estado de derecho, siendo su interés por ser parte y promover la institucionalidad procedente de los acuerdos de paz, lo cual exigía regirse por la normativa del establishment[2]. Con esto empezó –o continúo–, en la práctica, el abandono de uno de los fundamentos de la lucha revolucionaria en el país hasta ese momento: el socialismo como proyecto histórico.

Así, para el año 1999, conjuntamente con el partido Desarrollo Integral Auténtico –DIA–, crean la primera coalición electoral llamada Alianza Nueva Nación y lanzan como candidato presidencial al ingeniero Álvaro Colom Caballeros, con quien se logró un 12.36% de los votos y se ubica como la tercera fuerza política a nivel nacional. Con ese resultado aumenta a nueve su bancada de diputados y logra ganar catorce alcaldías municipales. Este resultado, el más alto de la izquierda en la historia reciente del país, permitía prever la posibilidad para que URNG pudiera convertirse pronto en una fuerza con capacidad de disputar la presidencia, tal y como hacía el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional –FMLN– en El Salvador.

De los resultados y fraccionamientos de la izquierda en las elecciones de 2003

Para el 2003, con su anterior candidato presidencial Álvaro Colom encabezando otro partido político y deshecha la anterior alianza ANN, la URNG lanza como propuesta presidencial a uno de los comandantes revolucionarios: Rodrigo Asturias. Con apenas el 2.58% de los votos válidos, experimentó un rotundo fracaso, del cual no se ha logrado reponer. Adicionalmente logra ganar ocho alcaldías municipales. Significativa resultó, además, la diferencia de votos obtenidos para diputados por listado nacional, que alcanzó el 4.2%, lo cual se explica en parte por las diferencias internas que empezaban a observarse al interior del partido y la preferencia que votantes tuvieron hacia el candidato de la UNE, Álvaro Colom.

Pero quizá el principal factor de esta debacle fue la escisión de una fracción del partido ocurrida en 2002, encabezada por el comandante Pablo Monsanto. Dicha fracción se articuló en la Alianza Nueva Nación (ANN), conjuntamente con dos fuerzas políticas pequeñas, que pretendían convertirse en partido político: Unidad de Izquierda Democrática –UNID-, encabezada por Alfonso Bauer Paiz, y el Frente Democrático Solidaridad encabezado por Nineth Montenegro, posteriormente constituido e inscrito como Encuentro por Guatemala. Esta alianza, que podía catalogarse también de izquierda, participó sólo con candidaturas a alcaldías y diputaciones, estrategia que le permitió obtener el 4.85% de los votos válidos para diputados por listado nacional y lograr una bancada de seis diputados, tres de los cuales renuncian al partido ya en el ejercicio de su función legislativa[3].

Del estancamiento e insistencias en el fraccionamiento en las elecciones de 2007

Las divisiones en la izquierda electoral continuaron para las elecciones de 2007. URNG realiza un esfuerzo que intentó recuperar su relación con la izquierda “social” y a finales de 2006 se alía en el Movimiento amplio de izquierda (Maíz). Esta instancia fue la confluencia entre la URNG, así como organizaciones y liderazgos sociales ligados a dicho partido, el Movimiento Político y Social de Izquierda –MPSI– que aglutinaba a ex militantes del PGT, EGP, FAR y ORPA y de otras experiencias sociopolíticas y nuevas militancias de izquierda social. Los desacuerdos en torno a decisiones e integración de listado de candidaturas, principalmente, generaron que una parte del MPSI saliera de dicha articulación.

El partido político ahora llamado URNG-Maíz, en 2007 lanzó como candidato presidencial al periodista Miguel Ángel Sandoval (antiguo militante del EGP/URNG y en ese momento procedente del MPSI) y como candidata vicepresidencial a la antropóloga Walda Barrios, con quienes obtiene el 2.14% de los votos válidos. Es relevante de nuevo que para diputados por listado nacional obtuviera el 3.55% de los votos y dos diputados.

Por su parte, la ANN lanzó como candidato presidencial a Pablo Monsanto, quien logró el 0.6% de los sufragios, lo cual en términos absolutos significó menos votos con relación al número de afiliados que integraban dicho partido político, con lo que pierde su registro electoral en 2008. No obstante, su alianza con la Unidad Nacional de la Esperanza –UNE– de cara a la segunda vuelta electoral, le valió convertirse en parte de la articulación gobernante y en su carácter de fuerza secundaria acuerpó una política de corte asistencialista y facilitadora del modelo de acumulación dominante. Esto le permitió a la ANN colocar a muchos de sus cuadros en programas sociales, embajadas y secretarías del gobierno de Álvaro Colom.

Una tercera expresión en ese momento fue la candidatura de la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú Tum, quien obtuvo el 3.06% de votos, respaldada por el partido político Encuentro Por Guatemala y por una pequeña fuerza política con intenciones de convertirse en partido político.

Esfuerzos de articulación y consolidación del estancamiento electoral en 2011

En las últimas elecciones, las de 2011, la izquierda electoral participa en dos esfuerzos de articulación política.

Uno de ellos fue la integración de la Mesa para la Unidad de las Izquierdas (también conocida como Mesa Unitaria), en cuyo seno se encontraron en términos generales dos posiciones: la primera, con la pretensión que dicha Mesa se orientara a participar conjuntamente en el proceso electoral, planteada por URNG, ANN, y la segunda, con el propósito de gestar un programa y una estrategia revolucionaria que trascendiera lo electoral como “estrategia” y el momento electoral mismo, posición compartida por el PGT (esfuerzo de refundación del partido comunista iniciado en 2003) y el Frente Popular, una pequeña articulación política de izquierda no partidaria. Después de cerca de año y medio de avances lentos, la Mesa se disuelve con la salida del PGT y el Frente Popular, quienes cuestionaron que el nombre de la Mesa para la Unidad de las Izquierdas hubiese sido incorporado inconsultamente en el comunicado público de creación del Frente Amplio, creado para participar en las elecciones de 2011.

El segundo esfuerzo de articulación fue la creación del Frente Amplio, en el cual participaron URNG-Maíz y Alternativa Nueva Nación –ANN– (antes Alianza Nueva Nación). Asimismo, el partido Movimiento Político Winaq, encabezado por su secretaria general, Rigoberta Menchú, con fuerte orientación e integración maya, que evadía en ese momento definirse como de izquierda o derecha. También integró el Frente Amplio el partido político en formación, Movimiento Nueva República, cuyo secretario general es Aníbal García. Asimismo, un conjunto de organizaciones sociales, en su mayor parte, vinculadas a los dos primeros partidos políticos mencionados.

El binomio presidencial propuesto estuvo integrado por Rigoberta Menchú y Aníbal García, con el cual se alcanza el 3.27% de los votos y tres diputaciones, una perteneciente al Movimiento Político Winaq y dos a URNG.

Con dicho resultado adverso y sin la disposición para sostener la alianza, para la segunda vuelta electoral, el Movimiento Político Winaq y ANN deciden apoyar la candidatura de Manuel Baldizón, del partido derechista Líder, en el intento o con la justificación de impedir el ascenso al gobierno del militar Otto Pérez Molina, quien finalmente triunfa. URNG y MNR manifestaron su rechazo a ambas candidaturas[4].

No obstante tales diferencias, se intentó recuperar y mantener el Frente Amplio con las cuatro organizaciones, esfuerzo que pronto fracasó y se impusieron estrategias diferenciadas entre URNG y el Movimiento Político Winaq, por un lado, y ANN y MNR por otro, como se verá a continuación.

De las perspectivas hacia la elección de 2015

A las puertas de un nuevo evento de selección de autoridades nacionales y locales, la izquierda electoral asiste dividida y enfrenta fuertes problemas irresueltos, además de dilemas de coyuntura política, que le hacen incompetente para la tarea que significa enfrentar airosamente: a) Un sistema de partidos dominado por fuerzas de derecha y corruptas; b) Un proceso electoral con profundas ilegalidades como las campañas anticipadas; c) Ilegitimidad sistémica devenida de gastos en campaña que exceden los techos financieros electorales legales, además de los graves hechos de corrupción que involucran criminal y políticamente a un conjunto de políticos, candidatos y partidos políticos, todo lo cual estimula un fuerte rechazo ciudadano a la llamada “clase política” en general, entre otro conjunto de factores.

URNG-Maíz y el Movimiento Político Winaq han logrado gestar un acuerdo electoral que les permite lanzar candidaturas conjuntas a nivel nacional y en buena parte de los distritos electorales departamentales y municipales. En esta ocasión vuelven a lanzar la candidatura presidencial del periodista Miguel Ángel Sandoval y la candidatura vicepresidencial del abogado Mario Ellington, fundador de la Organización Negra de Guatemala (Onegua). Esto ocurre después del rompimiento con la primera opción presidencial hecha pública a inicios de este año, la del ambientalista Yuri Melini, y posterior a la formalización de divisiones internas en URNG-Maíz, que llevan a la separación de un contingente liderado por el Comité de Desarrollo Campesino –CODECA– y por la aparente inmovilidad electoral de la fracción que dirigió el partido hasta junio de este año. Esto, sin duda, merma fuertemente su capacidad organizativa de cara al proceso electoral de 2015.

Por aparte, ANN decide dar paso a una estrategia consistente en la gestación de la Convergencia por la Revolución Democrática (CRD), hoy denominada Convergencia y que da nuevo nombre al partido. Inicialmente la CRD se integró principalmente con organizaciones y liderazgos vinculados a la ANN, y luego se amplía con la integración de una parte del Consejo de los Pueblos de Occidente –CPO[5]. Con ello, esta fracción de izquierda constituida como ANN, ahora Convergencia, avanza en la recuperación de relaciones con una parte importante del movimiento social territorial, protagonista de la resistencia a los proyectos extractivos. Es relevante, asimismo, que ante las debilidades que presenta para competir con la derecha y con las otras expresiones de izquierda, haya decidido lanzar sólo candidaturas para alcaldías y diputaciones, en buena parte con liderazgos procedentes del movimiento social o de expresiones que, en su mayoría, no habían tenido una participación electoral en esas posiciones.

Por último, el Movimiento Nueva República que se autodenomina izquierda moderada, la fuerza que en papel luce más débil, lanza como candidato presidencial a su secretario general, el abogado y ex diputado (2008-2012) Aníbal García, y al abogado ambientalista, Rafael Maldonado.

Así las cosas y siendo la tendencia en materia de resultados electorales, la situación de la izquierda electoral es aún más difícil al considerar otros factores de primer orden, tales como:

1.         Carece de un trabajo organizativo sólido y sostenido, que le posibilite pensar en mejorar su correlación de fuerzas en el proceso político en general y electoral en particular. Como parte de esto también aparece su fragmentación entre sí como expresiones político partidarias y con relación a expresiones sociales y políticas no electorales de izquierda o que podrían acercarse a esta corriente[6].

2.         Carece del programa político con el cual la ciudadanía o, en otros términos, la clase trabajadora, los pueblos indígenas, las mujeres, los jóvenes, se sientan identificados y se hagan parte orgánica o apoyen una alternativa de izquierda. Esto se debe a que la izquierda no es observada por los principales segmentos sociales como una expresión que les represente e intermedie sus intereses, además del carácter conservador y anticomunista predominante en la sociedad guatemalteca en general.

3.         Carece de liderazgo con capacidad de gestar conducción ideológica y política, y desde ahí, que le permita convertirse en una fuerza política de primera línea en el país. La izquierda electoral no logra ni siquiera evidenciar un posicionamiento coherente para pensar que se está ante el inicio de un proceso contra hegemónico en el país en el cual esta pudiera situarse en primera fila de conducción.

4.         Carece de los suficientes recursos financieros y medios de comunicación para sostener una campaña política que le permita enfrentar a los partidos de derecha más fuertes y quienes encabezan las encuestas electorales.

5.         Enfrenta la contienda en el marco de un sistema político articulado por normas que reproducen las lógicas e intereses de la clase dominante (y de la oligarquía), las fuerzas conservadoras y sus satélites de derecha. Asimismo, de una dinámica política determinada por los controles y financiamientos oligárquicos, empresariales locales y extranjeros, e intereses mafiosos, a través de los cuales se han gestado las relaciones históricas que dan vida a este sistema político. Esto sucede así porque quienes proveen tales recursos son propietarios, controlan, financian y encabezan la mayoría de partidos, y son quienes configuran el conjunto de factores ideológicos, económicos, sociales y políticos, que tanto en el ámbito de la sociedad civil como del Estado, determinan la correlación de fuerzas. Son estos factores los que operan y plasman la desigual distribución de poder preexistente en el momento y en el resultado electoral.

6.         En la actualidad se vive en el país una crisis política producto del descubrimiento de redes mafiosas en el gobierno del Partido Patriota. Estos hechos han revelado una buena parte de los factores determinantes del régimen y sistema político. Han provocado, como reacción contradictoria, un importante movimiento de indignados contra la corrupción, factor de primer orden que permite pensar en un punto de inflexión en la “normalidad” con la que se reproduce dicho sistema, el cual no obstante, pensando en lo electoral, pareciera que tendrá impactos legales (en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, por ejemplo) con posterioridad a las elecciones de este año. En este contexto, resulta evidente también la profunda debilidad de la izquierda electoral y de la izquierda en general para dirigir la lucha, no solamente hacia la depuración de los organismos del Estado, sino para enrumbarla hacia un nuevo momento político, favorable a las transformaciones políticas y sociales. En el interés electoral de los partidos de izquierda electoral, el cual domina cada vez más en la medida que avanza la temporada de campaña electoral, esta se ve incapaz para generar mejores condiciones de competencia política. Una más, las estrategias electorales están situadas con cierta contradicción al movimiento ciudadano de indignados desde donde se está cuestionando la legitimidad de las elecciones e, inclusive, planteando su aplazamiento, suspensión e inclusive su boicot.

En conclusión, la izquierda asiste y participa, pero no compite en este proceso electoral. Arriba al mismo sin haber gestado las condiciones internas y externas necesarias, que le permitan nuevas posibilidades a sus estrategia electorales inmediatas. Asiste al proceso electoral, asimismo, con cierta contradicción ante un movimiento ciudadano que exige reformas profundas y un aplazamiento o suspensión de elecciones, ante lo que se avizora será en esencia una nueva reedición de lo sucedido hace cuatro años: una elección de presidente y un congreso con fuertes signos de corrupción y con evidencia de ser actores que facilitarán el modelo de acumulación de capital imperante. El cual continuará la vía de expansión y profundización de la explotación y expolio de la naturaleza, de los pueblos y la clase trabajadora, así como el saqueo del Estado, a través del robo descarado, las concesiones y evasión de impuestos.

Como hipótesis, entonces, puede plantearse que la izquierda está ante una inminente repetición de su resultado político: mantenerse como fuerza dividida, débil y marginal, y en esa medida, comparsa sistémica –hasta cierto punto crítica– en la reproducción del establishment.

Cabría la posibilidad, eso sí, de que alguna de las opciones de la izquierda electoral salga de esta contienda con los argumentos (fundamentados en votos y en alcaldías y diputaciones, logradas especialmente por su relación con algunos liderazgos territoriales) para justificar su curso erróneo anterior o para posicionar con nuevos aires esta expresión política.

Más allá de tal hipótesis, el tipo de factores que hacen de la izquierda electoral incompetente para competir en ese plano, permiten reafirmar la necesidad de repensar la izquierda en Guatemala. Hablo de la izquierda electoral, que es objeto de análisis en este artículo, pero también de la izquierda no electoral y de la izquierda “social”. Congresos, conferencias y encuentros realizados a lo largo de estos años, es evidente que han sido insuficientes para recuperarnos históricamente de las derrotas y obstáculos de distinto orden que enfrentamos como izquierda o, para ser más precisos, como izquierdas en Guatemala.

Algunos retos para el debate de la izquierda en Guatemala

Repensar la izquierda, sin duda, requiere ideas que permitan realizar un ejercicio lo más complejo posible, desde el cual pueda encontrarse los criterios suficientes que nos permitan salir del estancamiento y marginalidad. En esa búsqueda se proponen algunos retos que, desde distintos esfuerzos, ya están siendo considerados en la búsqueda de nuevas orientaciones prácticas.

1.         “Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Así lo afirmó y llevó a la práctica uno de los grandes revolucionarios del siglo XX: Vladimir Ilich Lenin. En este sentido, una de las carencias principales en el país es la escasa producción y recreación de teoría y, menos aún, de teoría revolucionaria[7]. Lo dominante es una práctica empirista, de sentido común, cuyos resultados están a la vista. En este sentido, uno de los retos está en recuperar bases teóricas e ideológicas que nos permitan interpretar el carácter histórico y estructural de la sociedad y el Estado guatemalteco en la etapa actual, caracterizada por una dinámica de acumulación de capital renovada. Un Estado facilitador de tal dinámica, por la injerencia imperial cada vez más descarada y por la profundización de contradicciones procedentes de su carácter de clase, étnico y de género en relación simbiótica y compleja. Sólo desde ese nivel de unidad dialéctica entre teoría e interpretación de la realidad concreta podrá repensarse el carácter revolucionario de la izquierda, un carácter en buena medida inexistente en la mayoría de prácticas y estrategias organizativas[8].

2.         En ese sentido, trascendiendo lo electoral y el instrumento partido político, es fundamental el reconocimiento de actores y sujetos políticos que exigen y deben ser protagonistas en la transformación social. Desde ahí, es necesario recuperar la discusión sobre el sujeto revolucionario, para repensarlo en la búsqueda de gestar la alternativa al capitalismo, siendo que dicho sistema es el que nos está llevando al despeñadero, no solamente como sociedad sino como humanidad. Desde ahí, asimismo, repensar lo electoral y el instrumento político necesario.

3.         Tal como afirmaba en el 2009, a partir de las propuestas de los múltiples actores y sujetos específicos, es necesario articular una propuesta de programa político y de proyecto histórico –que ante la falta de otra propuesta coherente, proponemos e insistimos debe ser el Socialismo, sin duda recreado en nuestras condiciones y características históricas–, que articule coherentemente las reivindicaciones, derechos, demandas y propuestas que permitan idear y construir un nuevo Estado y una nueva comunidad (nación dirían algunos) de comunidades (seguramente como unidad de pueblos). Un nuevo Estado y una nueva comunidad nacional, donde se garantice un modelo de desarrollo para la vida, donde la apropiación colectiva y equitativa sea la norma, y donde la dignidad, la solidaridad, la justicia, la equidad, la soberanía, se conviertan en principios vigentes en toda práctica y relación social. Esto pasa por trascender el pragmatismo o el minimalismo (expresados en programas de gobierno para el momento electoral, por ejemplo) que más que hacernos avanzar, se han convertido en nuestros parámetros de estancamiento, sin perspectiva y proyección histórica. Esto es la recuperación creadora del proyecto histórico y el programa de la revolución.

4.         En coherencia con lo anterior, idear una estrategia revolucionaria en la cual redimensionemos las formas de lucha. Esto pasa por repensar la lucha electoral y parlamentaria; “…por articular una estrategia que incluya la construcción de nuevo poder, la potenciación de los poderes con los que ya contamos, y por la necesaria toma del poder del Estado; por replantearnos las formas de articulación, que a la luz del proceso actual, pareciera ser más coherente hacerlo desde los territorios y los sujetos que se desarrollan desde ahí; por recuperar prácticas de formación…, esfuerzos de organización y articulación, y movilización, reconociendo los ámbitos donde nos estamos jugando nuestro presente y futuro que siempre –y así debiéramos comprenderlo– es compartido; por impulsar la lucha económica, política e ideológica; por fortalecer la resistencia pero haciéndola trascender en dirección a construir el sujeto revolucionario, avanzar en su programa y estrategia, que recupere su carácter ofensivo; por enlazar nuestras luchas a los procesos emancipatorios que se están dando en América Latina y en donde resulta necesario pensar en la Patria Grande de Bolívar y Nuestra América en palabras de Martí. Estos y otros aspectos formarían parte de lo que nosotros llamamos la recuperación creadora de la estrategia revolucionaria.” (Sosa, 2009a)

5.         Sin duda, concepción y práctica deben confluir en la gestación de una cultura política revolucionaria” que destierre aquella cultura de derecha y conservadora que subsiste dentro de nuestras organizaciones y movimientos y que se expresa en: jerarquización, machismo, racismo; la incomunicación y el chisme como eje de “comunicación”, entendimiento y relación con el Otro; el clientelismo y el electoralismo; el pragmatismo y la falta de vigencia de principios; la sumisión; la corrupción y la cooptación; el autoritarismo; la falta de debate serio y fraternal; la priorización del conflicto con mi hermano o mi aliado, por sobre la lucha frente a nuestros enemigos, etc. Contrariamente, que potencie, construya o reconstruya una cultura política basada en principios y valores que se centren en el Ser Humano, en relaciones dialógicas, en el intercambio de saberes, experiencias y sueños, en la recuperación de nuestra memoria y perspectiva histórica que potencie nuestras prácticas y acciones de hoy, con todas sus posibilidades y limitaciones; en el reconocimiento de identidades y sujetos de cambio, donde los liderazgos y dirigencias surjan del fragor de las luchas y no de imposiciones verticalistas, donde nuestras búsquedas de transformación abarquen el ámbito de lo político y no solamente de la política.” (Ibíd.)

6.         Es necesario clarificar contra qué y contra quién luchamos. En ese sentido, luchamos o debiéramos luchar en contra del sistema capitalista, el sistema racista y el sistema patriarcal. Aun cuando estos tres sistemas tienen sus propias implicaciones como relaciones históricas, y requieren un tratamiento coherente, sin supeditación, es necesario afirmar que es el capitalismo el que las articula en el momento histórico actual, en función de su reproducción. Con relación a nuestros contendientes políticos fundamentales, esos devenidos del sistema capitalista, muchas veces están ocultos en la contienda partidaria y electoral. No necesariamente pertenecen a ninguna de las fracciones o partidos electorales de derecha, pero siempre actúan como la fuerza dirigente, superior a los partidos. En el caso guatemalteco y a pesar de sus contradicciones secundarias, tales contendientes fundamentales están organizados como grupos corporativos articulados como G-8 (los ocho principales grupos corporativos locales) y de forma ampliada en el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), con vínculos y articulaciones con capital transnacional, la mayoría bajo la tutela y supeditados a la Embajada de Estados Unidos como principal imperio de influencia en la región y el país. Tales contendientes fundamentales y su principal representación política, el CACIF, es lo que Antonio Gramsci denominó “Estado Mayor intelectual del partido orgánico” de la clase hegemónica (Gramsci, 1980: 29). De tal cuenta que la lucha electoral significa apenas una de las arenas donde se requiere desarrollar tal confrontación y podría estar significando un enfoque parcial, fragmentado y equívoco en el enfrentamiento a tales oponentes.

La interpretación histórico-estructural, posibilitaría repensar el programa político revolucionario –e insisto, no me refiero al programa de gobierno que supondría la lógica electoral– y por consiguiente la estrategia política, donde lo electoral sería una de las formas de lucha, y quizá no la principal en esta etapa y menos en este momento político. Posibilitaría, asimismo, repensar el instrumento político, la dirigencia colectiva, las alianzas, entre otros asuntos de primer orden.

Concluyo reafirmando lo escrito en 2009 al respecto: “En un contexto donde las formas de acumulación a través de intensificar la explotación y el expolio se expanden y profundizan, con un Estado que afianza su papel criminalizador y represor de la lucha indígena, campesina y popular, con una hegemonía conservadora y cada vez más incisiva en sus orientaciones fascistas y con una política de mayor intervencionismo imperialista, la tarea de articularnos y avanzar hacia la unidad se hace cada vez más imperante.” (Sosa, 2009b) Agrego: articulación que no necesariamente debe focalizarse en lo electoral. Lo electoral puede ser la consecuencia de una articulación estratégica previa, tal y como sucedió en Bolivia, donde el triunfo electoral del Movimiento de Acción al Socialismo (MAS) y su gran líder, Evo Morales, fue la consecuencia de luchas y articulaciones de alto impacto nacional.

Ya es tiempo que el reflujo de la izquierda concluya. Y de ello debemos ser responsables todos quienes nos ubicamos en esa posición del espectro político. Esperemos que pronto estemos hablando de una izquierda en proceso de recreación y recuperación histórica.

Fuentes

1.      Gramsci, Antonio (1980). Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Madrid: Ediciones Nueva Visión.
2.      Sosa Velásquez, Mario Enrique (2013). Resistencia indígena al capital en Guatemala: Una mirada desde el modelo económico, el territorio y la gobernabilidad. En CEDFOG. Sexta Jornada de Estudios sobre Territorio, Poder y Política. Huehuetenango: CEDFOG. Pp. 113-150
3.      Sosa, Mario (a). Algunos retos para la construcción y articulación del sujeto político en Guatemala. Guatemala: albedrio. 2 de diciembre de 2009http://www.albedrio.org/htm/articulos/m/msosa-027.htm
4.      __________ (b) Del triunfo del FMLN y la izquierda en Guatemala. Algunas reflexiones. Segunda parte. 26 de marzo de 2009. Guatemala: albedrio.http://www.albedrio.org/htm/articulos/m/msosa-016.htm
5.      __________ (c) Del triunfo del FMLN y la izquierda en Guatemala. Algunas reflexiones. Primera parte. 19 de marzo de 2009. Guatemala: albedrio.http://www.albedrio.org/htm/articulos/m/msosa-015.htm
6.      Tribunal Supremo Electoral (2012). Memoria elecciones 2011. Guatemala: Tribunal Supremo Electoral.
7.      ________________________ (2008). Memoria elecciones 2007. Guatemala: Tribunal Supremo Electoral.
8.      ________________________ (2004). Memoria elecciones 2003. Guatemala: Tribunal Supremo Electoral.
9.      ________________________ (2000). Memoria elecciones 1999. Guatemala: Tribunal Supremo Electoral.
10.  ________________________ (1996). Memoria elecciones 1995. Guatemala: Tribunal Supremo Electoral.



* Este artículo fue publicado inicialmente por el Centro de Medios Independientes (CMI), el 17 y 28 de julio de 2015. CMI, en ¿Sufragio o naufragio? Debate sobre las izquierdas. Opinión, Puntos de inflexión https://cmiguate.org/de-la-incompetencia-y-los-retos-de-la-izquierda-en-guatemala/ y https://cmiguate.org/de-la-incompetencia-y-los-retos-de-la-izquierda-ii/  
** Antropólogo político, investigador social en la Universidad Rafael Landívar y docente en la Universidad de San Carlos de Guatemala.
[1] Los datos de carácter electoral, han sido extraídos de las memorias de elecciones publicadas por el Tribunal Supremo Electoral y que son citadas al final del artículo.
[2] En un artículo publicado en 1999, afirmaba lo siguiente: “…en Guatemala, las fuerzas revolucionarias salen de la negociación y de la firma de la paz en situación de debilidad producto del desgaste que hechos, como el del secuestro de la señora Novela, le hicieron ceder en el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria y le orillaron a firmar con rapidez los acuerdos finales, a desmovilizarse y convertirse en partido político en condición de fuerza secundaria, sin la capacidad de beligerancia requerida, ni siquiera, para luchar por el cumplimiento de aquella parte de los acuerdos que por ser coherentes con el proyecto revolucionario debían lucharse en la calle y no en mesas de comisión.” (Sosa, 2009a)
[3] Los tres diputados que salen de ANN crean un bloque legislativo aparte. En 2007 dicho bloque se convierte en el partido político Encuentro por Guatemala, cuya secretaria general ha sido Nineth Montenegro. Desde ese momento, dicha expresión política ha devenido en una fuerza con fuertes signos de derechización y completamente alejada de las expresiones de izquierda, tanto dentro como fuera del Congreso de la República.
[4] De forma inconsulta con su partido URNG, el diputado electo por el departamento de San Marcos, Carlos Mejía, también llamó a votar por el candidato de Líder. Carlos Mejía encabeza el listado de candidatos a diputado por el mismo distrito y a propuesta del mismo partido en la actual contienda electoral 2015.
[5] El Consejo de los Pueblos de Occidente, es la articulación de buena parte de los liderazgos regionales que proceden de la lucha de resistencia contra proyectos extractivos mineros e hidroeléctricos y de las Consultas Comunitarias de Buena Fe en las cuales, en los municipios donde han sido realizadas, han votado mayoritariamente en contra de tales proyectos.  Para ampliar véase: Sosa, 2013.
[6] Al respecto, en 1999 escribía: “En esas condiciones y desde una perspectiva revolucionaria, sólo se podría participar sin legitimar el juego de relevo de las elites en el poder, a partir de contar con la capacidad organizativa, con un programa político revolucionario y con los recursos económicos (financieros, humanos, informativos, etc.), algo con lo que evidentemente en la izquierda carecemos todavía.” (Sosa, 2009b)
[7] En 2009 afirmaba algo que aun considero vigente: “La recuperación de la teoría revolucionaria, donde incluimos el marxismo como cimiento, pero sin dogmatismo y recreándolo a partir de nuestros contextos y procesos, abriéndonos a aportes que desde otras matrices de pensamiento revolucionario, nos aportan elementos para pensar y repensar nuestras realidades y nuestras luchas por la transformación radical. Es necesario, pues, recuperar la teoría, los ideales y las luchas revolucionarias que se han desarrollado en Guatemala, en Latinoamérica y el mundo, y que nos pueden permitir liberarnos de todo tipo de yugos. Así, pensamiento marxista, bolivariano, martiano, morazanista, sumado a los aportes liberadores de otras matrices de pensamiento y conocimiento como el de los pueblos indígenas, debieran constituir nuestras fuentes.” (Sosa, 2009a) 
[8] En la segunda parte del artículo Del triunfo del FMLN y la izquierda en Guatemala. Algunas reflexiones, publicado en marzo de 1999, se incluyen otros asuntos relativos a la problemática que enfrenta la izquierda en al país: “Nuestro estado es de fragmentación y dispersión originada en conflictos de liderazgo, en diferencias programáticas y de estrategia, en predominio de identidades sectoriales y temáticas, en procesos de unidad fracasados a partir de estrategias de eliminación del disenso y la imposición de “mayorías” o de estrategias electoralistas, en la cooptación y derechización, entre otros aspectos. Hemos sido incapaces de generar las posibilidades y concretar un esfuerzo de carácter estratégico, no solamente para articularnos y unirnos, sino para hacer frente a la hegemonía burguesa, oligárquica e imperialista que se plasma en la profundización de las formas de acumulación de capital y sus impactos en la condiciones de explotación, expolio, miseria y deterioro ambiental.” (Sosa, 2009b). Ahí mismo pueden encontrase otros elementos a considerar.

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