miércoles, 9 de septiembre de 2015

LA IZQUIERDA EN LA POLÍTICA GUATEMALTECA

Por: Miguel Ángel Albizures
A continuación, el contenido de la exposición que hice en un foro público en octubre del 2007, después de las elecciones y que lo transcribo tal como fue porque la historia se repite. En esa oportunidad recibí varias maltratadas como las que posiblemente reciba ahora, pero es necesario, en esta coyuntura política, insistir en una transformación de la izquierda para que, en las próximas elecciones pueda llegar a ser una alternativa de poder.
LA IZQUIERDA EN LA POLÍTICA GUATEMALTECA
Por: Miguel Ángel Albizures
Hace poco tiempo, en un artículo que escribí, decía que la izquierda tocó fondo y que encontráramos la justificación que fuera para consolarnos mutuamente, la izquierda guatemalteca organizada había tocado fondo en el recién pasado proceso electoral. Estuvo a punto de desaparecer legalmente como partido, pero le salvó la elección de dos diputados.
Puede ser que no estén de acuerdo conmigo y que digan que eso no es cierto, que cien mil votos es un caudal que puede ser explotado para futuras ocasiones electorales. Pero ese hecho debería ser suficiente para llevarnos a una reflexión profunda sobre el papel de la izquierda en la vida política del país y sí los métodos, actitudes y comportamientos partidarios y personales, pueden seguir siendo los mismos en el futuro inmediato.
Decía también que el resultado electoral debería revolucionar internamente a la izquierda, refiriéndome a la URNG-MAIZ para que, en forma ordenada y democrática, procediera a terminar su propio duelo e hiciera surgir de sus cenizas, algo nuevo, capaz de interpretar, no sólo la situación nacional y el signo de los tiempos, sino el sentir de diversos sectores democráticos que anhelan contar con una alternativa política y pugnan por un cambio en Guatemala.
Y esos sectores democráticos que anhelan el cambio, son más de cien mil votos. Son los obreros y campesinos, son los estudiantes que no se han dejado mediatizar por los catedráticos universitarios ni por los estudiantes que sólo aspiran a sacar el cartón y hacer dinero, son las mujeres organizadas que optaron públicamente por la izquierda, son los que hoy ocupan los asentamientos humanos que carecen de todo, son los pueblos indígenas que un día se sintieron representados y vislumbraron la posibilidad de un cambio estructural, y que hoy, les llega el mensaje de Ríos Montt para que olviden el pasado o el de quienes, sin ser representantes legítimos del pueblo les ofrecen la solución a los problemas de seguridad, como por arte de magia.
La situación de violencia ha llegado a tal grado, que anteponen la solución de esta problemática, a la situación económica desesperante que viven en el campo y que sufren todos los sectores desposeídos. Frente a esto, la izquierda política organizada de hoy, guarda silencio, dice que ninguno de los dos es alternativa y tiene razón, pero no ofrece nada a cambio, ni llama a la movilización social, a la estructuración de una nueva izquierda, sino a seguir aglutinados alrededor de ella, como si fuera la tabla de salvación de los sectores empobrecidos.
Corrientemente se dice “que mientras lo viejo no muera, lo nuevo no termina de nacer, y creo que muchos no queremos que la experiencia acumulada en viejos militantes revolucionarios muera, sino que se transmita con todos sus errores y aciertos, no que se imponga. Que abra paso, que no ponga trancas a las compuertas, sino que escuche el signo de los tiempos representado por millares de jóvenes que creyeron en ellos y por otros viejos que no han sido determinantes en las decisiones políticas, pero que dieron su aporte a un proceso que no terminó con la firma de la paz, sino que debió iniciarse con ella.
Si desapareciera la URNG, no desaparecería la izquierda, por el contrario, sería la oportunidad de poner un nuevo mantel en la mesa de discusión e iniciar un nuevo proceso con todas aquellas personas y organizaciones que, por diversas circunstancias, optaron por otras agrupaciones políticas, al no sentirse plenamente representadas, valoradas o tomadas en cuenta.
No desconocemos que el oportunismo es una enfermedad que padecen muchos dirigentes sociales y políticos, que se ha puesto en evidencia, no sólo en este proceso electoral, sino en procesos anteriores en que se dejaron deslumbrar por el discurso y la posibilidad de ocupar puestos, sin importar hacerlo de la mano de genocidas.
Hay que tomar conciencia que otro gallo canta en el campo, y que en regiones lejanas a las estériles disputas capitalinas, se dieron otros procesos; el ejercicio democrático fue un hecho y, si perdieron las elecciones en sus regiones, fue por la inyección económica de la oligarquía o narcotráfico, a partidos que les permitieran recuperar el poder perdido en otros procesos.
Pero la gente está ahí, las organizaciones en las aldeas, municipios y departamentos existen, no hay que esperar a que lleguen a plantear sus reivindicaciones, hay que estar con ellas, fajarse con ellas, apoyarles en sus luchas, levantar sus consignas y asumir como propias sus reivindicaciones que en su mayoría, son en el aspecto social, porque los espacios políticos se los han ido ganando poco a poco y a costa de compañeros caídos que no han sido reivindicados por la izquierda.
Por eso decía en un articulo que, sí llegamos a la conclusión que la izquierda política partidaria todavía no ha tocado fondo, es necesario dar el paso, llegar al fondo y emerger de nuevo, despojándose de los vicios que la tienen anclada. Para ello no hay que esperar las próximas elecciones, hay que hacerlo ya, para que surja un movimiento político social que se desarrolle y fortalezca a través de la acción, la movilización, la fiscalización y propuesta al nuevo gobierno. Sólo así podrá surgir una nueva fuerza política, con el nombre que sea, pero resultado del consenso que le permitirán ser alternativa de poder en el 2011.
Los fracasos, los golpes, llevan a las crisis y éstas son dolorosas, pero hasta tanto no se dan, no tomamos conciencia de la gravedad de la situación para buscar los caminos que nos conduzcan a superar los errores, tomándolos como oportunidades. Se necesita buscar juntos el camino, pero atravesando las veredas, subiendo los montes, sorteando las dificultades y escuchando la opinión de quienes viven la realidad lacerante del campo y los suburbios urbanos.
Hay que aceptar la realidad, la izquierda no es una, ni esta representada por una corriente o un partido, la izquierda está diseminada en la sociedad y no son sólo los que entienden de marxismo, leninismo o socialismo, ni solo los que se inscriben en determinado partido. La izquierda son aquellos que sin llamarse como tales, se la juegan en un sindicato, en una cooperativa, en las organizaciones ambientalistas o de mujeres que reivindican sus derechos de participación en todos los ámbitos de la vida. Son los que algunos llaman disidentes, pero que no han renunciado a sus principios ni a su derecho a la critica.
Los de la izquierda, son aquellos que no han renunciado a la lucha por las transformaciones profundas de la sociedad y el Estado y a ellos se unen, quienes sin ser de izquierda, quieren vivir en otro tipo de país donde la democracia sea un hecho, donde el sistema de justicia funcione y donde las abismales desigualdades desaparezcan. Son los que creen que hay que terminar con el analfabetismo, mejorar los servicios de salud y atender a la niñez y no dejar en el abandono a las personas mayores.
Edelberto Torres, señala en sus notas para reflexionar sobre el trabajo político de la izquierda.
Se propone más que definir, acudir a la noción de identidad. ¿Quién es de izquierda? El que se identifica como tal, el que se siente de izquierda, el que se ve a si mismo como de izquierda. Esta auto-identidad es un primer paso y sirve para evitar que la identidad la establezca el otro, que puede no vernos bien.
La autodefinición es un derecho al que no se puede renunciar y mucho menos dejar en manos otros. En síntesis, ser de izquierda es sentirse como tal, es un estado de ánimo, una disposición, una actitud y un propósito. Es un acto de libertad, de voluntad personal.
- Si lo anterior es aceptado, se deben evitar las descalificaciones personales, estilo guatemalteco para atacar, calumniar, disminuir al otro. Descalificar es invalidar al próximo, anularlo. Por lo general esta conducta es resultado de prejuicios, mal entendidos, peleas personales o rivalidades.
La forma como terminó el conflicto –derrota y diáspora o dispersión - y los sucesos posteriores, alimentaron descontentos y frustraciones. La descalificación es una frustración con la que se agrede al otro. Es por razones como las anteriores que hay que descalificar las descalificaciones. ¿Qué hacer? Para encontrar una respuesta aceptable lo mejor es el ejercicio de descalificar al enemigo, a la derecha”.
Dice Edelberto, - Hay que hablar de izquierdas, en plural, porque existen muchas modalidades orgánicas o personales de posiciones de izquierda. … La democracia, a partir de 1996, no facilitó la partidización orgánica de las izquierdas, que pudieron converger en un partido como ocurrió en Nicaragua y El Salvador. Habría que saber responder porqué ocurrió la dispersión y no la convergencia; por el contrario, al abandonar décadas de clandestinidad, persecución en unos casos o de marginalidad política en otros, se produjo la "diáspora". Y la cultura de oposición, para la cual las izquierdas están casi inherentemente preparadas se metamorfoseó en cultura de colaboración y nos debilitó.
Uno, es el 'separarse de' por que hay rencores, recuerdos, rechazos producidos en los últimos años. En este clima de "deudas por saldar" la URNG está perdiendo militantes. Es una lástima que ello ocurra a tal punto (que me temo) que el número de exURNG sea mayor que sus actuales militantes. El aspecto positivo es que, ex y no ex siguen considerándose de izquierda: los separa el resentimiento, grave mal sicológico y no necesariamente político, y menos, ideológico.
Hay militantes de izquierda en todos los partidos, incluyendo ¡en los partidos de izquierda¡; ha habido intelectuales de izquierda en todos los cinco gobiernos a la fecha. Se trata de un 'deslizamiento', no exento de riesgos. Ha habido colaboraciones numerosos compañeros que no han perdido su identidad; son menos los que claramente defeccionaron.
El caso límite lo ejemplifica aquel reconocido comandante que en cuestión de días se "fugó" al FRG y acompañó a Rios Montt... No hay que condenar a los que iniciaron el 'deslizamiento' y pudieron detenerse; el juego es difícil porque es entrar a un tobogán donde uno sabe cómo se empieza pero no cómo se termina. En ese declive entraron muchos que siguen siendo de izquierda. ¿Hay que castigarlos en nombre de que?”
En 1997, menos de un año después de la firma de la paz, y aún no constituida la URNG como partido, circulo el libro “Guatemala Izquierdas en Transición” en el que coincidimos varios guatemaltecos que con el apoyo de la fundación Ebert nos reunimos para, desde nuestro propio punto de vista, abordar la problemática de la izquierda. Participamos: Edelberto Torres Rivas, Miguel Angel Sandoval, Mario Solórzano Martínez, Mario Roberto Morales, Luis Ismael Ariza, Edgar Gutierrez y como Cautores de un artículo Ruth del Valle y el que esto escribe. Creo que es el momento de desempolvar las reflexiones que a lo largo de muchos años se han hecho sobre el papel de la izquierda en la política y éste y otros libros, así como los aportes para el debate de Edelberto Torres y Carlos Figueroa, deberían de circular y ser motivo de análisis de quienes creemos que a pesar de los fracasos, hay mucho que decir, mucho que hacer y mucho que proponer para construir la Otro Guatemala.
En esa oportunidad iniciamos el artículo con una afirmación: “Sí partimos de que la revolución es cambio, es transformación, es remover los cimientos, es sentar nuevas bases y es construir algo nuevo, la izquierda sólo tiene futuro político en la medida en que, a su interior, las diferentes expresiones provoquen un profunda revolución que le permita estar a la altura de los acontecimientos. En esa misma medida, le será posible recuperar y realizar la utopía, entendida ésta como la concreción de los más altos ideales de justicia, equidad, libertad y democracia”.
Escribimos ese párrafo pensando en que la izquierda guatemalteca salió de la guerra con los brazos cruzados, ni siquiera con el ánimo de defender los acuerdos que había firmado y a los cuales aportó la sociedad civil organizada. Para nosotros, la URNG había salido, sin la disposición de cambiar actitudes y comportamientos como el verticalismo, el sectarismo y el hegemonismo que históricamente hicieron, y han hecho mella para un accionar conjunto de diversas expresiones con miras al logro de objetivos compartidos en planes, programas, aspiraciones y sueños utópicos.
Salió de la guerra, sin la experiencia para incursionar en la vida política nacional, es decir, sin una estrategia política y una voluntad de cambio, más que el traslado simple de una forma de comportamiento que rayaba en la obediencia, en las jerarquías, en las decisiones verticales, y porque no decirlo, en el comandantismo que tanto daño hizo al proceso ayer y hoy.
Quienes nos consideramos de izquierda, compartimos la construcción de un país dónde las diferencias abismales desaparezcan, pero esto también lo desean muchos guatemaltecos que sin llamarse de izquierda, mantienen posiciones democráticas y se manifiestan abiertamente contra todo tipo de injusticia social que prevalece en el país y que buscan una alternativa política que refleje sus aspiraciones, pero además que sea democrática y capaz de generar consensos y hacer propuestas, argumentarlas y defenderlas.
No hay que negar tampoco, que los espacios que hoy tenemos y no hemos aprovechado suficiente, es fruto de la lucha que se libró y que costó miles de vidas, fue el costo que este pueblo pagó por los mínimos espacios de expresión y participación que hoy tenemos, quienes seguimos creyendo que esos sueños y utopías de ayer, de justicia y transformaciones sociales siguen siendo válidas, porque las causas de la guerra están intactas:
Exclusión social, discriminación, racismo, salarios de hambre o desempleo que provocan miseria, abandono de la salud pública y privatizaciones en todo sentido, diferencias abismales y disputa del poder o acuerdos entre militares y oligarquía para continuar repartiéndose el pastel frente a los ojos desorbitados de los niños.
La verdad, salvo este último intento de unidad, que no fructifico del todo, no da pena la fragmentación de la izquierda que se ha mantenido hasta hoy en día, sino vergüenza y cólera, más aún cuando se constata que son unos pocos los que siguen haciendo gala de su protagonismo y unos pocos que les siguen sin chistar palabra, que se paran firmes ante ellos, obedeciendo la consigna de ocupar espacios a codazos, empujones y zancadillas, en vez de buscar la articulación y los frutos comunes en una lucha que se supone común para avanzar y fortalecerse en un proceso electoral dónde la derecha, se fragmenta sola como fruto de la mala dirección del Estado con los gobiernos que ha impuesto el sector económico añejo y los nuevos ricos que emergieron con el gobierno de Portillo.
Todo ello ha sucedido bajo la mirada de los militares, dispuestos a embestir a quienes osen romper los moldes de una democracia al estilo de la oligarquía y tutelada por ellos.
Todo esto para referirme después a los espacios perdidos por una izquierda que poco a poco ha ido perdiendo credibilidad y presencia política, que poco o nada le ha importado la caída de militantes en el campo, pues ni siquiera se ha atrevido a reivindicarlos con la fuerza que demanda un proceso electoral violento que empezó a cobrar víctimas de los partidos de oposición real o supuesta.
Algunos sostienen que la lucha hay que darla desde dentro de las organizaciones políticas y la dimos después de la firma de los acuerdos de paz y el desarme de la guerrilla. Entre muchos colaboramos a construir una alternativa política a la cual le cayeron como lobos hambrientos y como cualquier mediocre de los políticos o partidos tradicionales, acarrearon a la gente, impusieron sus consignas y deseos y no quedó otro camino, a más de cien militantes del movimiento social, que dejarlos con sus soldaditos acostumbrados a actuar en tumulto y a imponer a los cuadros acostumbrados al dogma.
La historia recoge esos momentos en que más de cien personas acostumbradas a la lucha política, a fundirse con los movimientos de los sectores populares, dejaron el Frente Democrático Otra Guatemala sin pelear ningún espacio, pero contribuyendo desde fuera a que dicho frente ocupara un espacio en la vida política nacional.
Ese frente lo hicieron pedazos y surgió la Alianza Nueva Nación con la que muchos contribuimos desde los espacios que nos fue posible con la esperanza que cambiaran actitudes y comportamientos, pero no fue así, siguieron en la misma dando codazos, empujones y peleándose por los huesos de alcaldías y diputaciones para que ahí, estuvieran los que ellos consideraban fieles a la línea..
El aporte de un movimiento político o de un partido arraigado en los sectores populares, en las masas, para presionar a los cambios, es invaluable, pero hay que empatar la teoría con la práctica, pues si leemos todos los aportes teóricos que se hacen desde la izquierda, las reflexiones, la visión del tipo de sociedad y Estado que queremos, nos encontramos con que no hemos logrado aterrizar, no hemos aprendido de nuestros propios errores, ni hemos sido capaces de superar el sectarismo que ha llevado a que organizaciones sociales y de derechos humanos se partan en pedazos, lo que provoca la incapacidad para enfrentar los retos que representa el neoliberalismo.
Sin que seamos capaces de preguntarnos
1.- Empatamos con la teoría y la práctica, o somos buenos teóricos que nos olvidamos de la práctica.
2.- La izquierda se ha planteado en serio ser alternativa para la toma del poder, o simplemente participar en elecciones y colocar uno que otro diputado o alcalde.
3.- Estamos frente a una izquierda conservadora o frente a una izquierda revolucionaria, capaz de cuestionarse asimismo.
4.- Estamos frente a una izquierda acomodada y arrollada por el neoliberalismo, o frente a una izquierda contestataria y dinámica
5.- Hay espacios para la izquierda en Guatemala? Qué tipo de espacios y como los ha aprovechado.
En conclusión, diría que la izquierda se debe fundir con el hombre y la mujer de todos los sectores y enarbolar sus luchas, padecer sus angustias y estar presente en sus pequeños y grandes triunfos. Por eso compartimos que la “izquierda hace política en y para la sociedad” no para unos pocos, no para ocupar espacios y curules, sino para hacer mella, para desgastar -con posiciones de avanzada- las estructuras rígidas que benefician a un puñado que detenta el poder y los recursos.
Y eso sólo es posible superando a la izquierda inerme que se quedó con el nombre y desechó la práctica y, a partir de lo cual, no pocos lanzaron al carajo los principios y valores que deben ser la carta de presentación de cada uno y de un movimiento que podemos contribuir a desarrollar juntos, sin ningún tipo de comandantismos, porque no puede, como lo señaló en un artículo la Editorial Albedrío, “desarrollarse una izquierda con sangre coagulada, pues antes de todo necesita una transfusión de “sangre nueva”, oxigenada, que parta de la práctica y que “dedique su existencia y práctica al ser humano”.
Compartimos que en este esfuerzo porque surja algo nuevo, no se trata de hacer rodar cabezas de quienes “no han sabido timonear el barco y se arrogan el derecho de dirigir”, Muchas veces las malas dirigencias caen por su propio peso, pero hay que buscar formas que la conducción sea colectiva y la democracia una práctica cotidiana.
Pero para eso se necesita deponer intereses personales y de grupo, demostrar que el país no tiene futuro con quienes se han arrogado su conducción por la ausencia de unas izquierdas que se han cocinado en su propia salsa, y unos militantes, no todos, que sin restarles méritos, se han cuadrado y han profundizado las divergencias entre quienes debemos unir la mano y formar un puño que rompa los muros de la impunidad que nos rodea. Hace falta pues, una nueva izquierda.
Los fracasos nos abren oportunidades, pues así son los procesos, se dan pasos atrás y pasos hacia adelante, ojalá y sigamos caminando y encontremos los puntos que nos unen, porque tenemos un reto por delante. El 14 de enero, queramos o no, tendremos un nuevo gobierno.

Frente a cualquiera de los dos, se necesita un movimiento social fuerte, beligerante y propositivo, que deje las rencillas personales y de grupo, que tire al carajo las cadenas que le atan y piense en Guatemala, en está Guatemala lacerada que necesita de cirugía mayor para extirpar la pobreza, la exclusión, el racismo, la discriminación y el abuso de poder. Y esa cirugía, sólo puede hacerla la izquierda organizada, pues la derecha sólo tiende a mantener el sistema y a profundizar las diferencias.

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