IDUVINA HERNÁNDEZ
La cercanía del 31 de octubre pone de moda las películas y
las historias de terror. Es la temporada y son solo eso, historias. Sin
embargo, algunas veces estas pueden ser o estar basadas en hechos reales. Y esa
bien podría ser la situación de los servicios de inteligencia civil dentro del
Ministerio de Gobernación (Mingob)
Por ley, la Dirección General de Inteligencia Civil (Digici)
y la Dirección General de Investigación Criminal (Digicri) fueron creadas con
el fin de ayudar al Mingob a cumplir su misión de garantizar la seguridad
ciudadana. La Digici habría de realizar análisis e investigaciones de orden
general y de ámbitos que permitieran diseñar e impulsar políticas de seguridad.
La Digicri habría de prepararse para aportar evidencia en procesos judiciales
de orden penal y sustituir, en un futuro, a la Dirección de Investigación
Criminal (Dicri), que depende del Ministerio Público (MP).
Por desgracia, ninguna de las funciones reales que les
competen ha sido cumplida en letra y espíritu. El gobierno defenestrado de Otto
Pérez Molina utilizó ambas dependencias para fines ajenos a su naturaleza. Al
inicio, la Digici fue tratada como una especie de criatura preferida por sus
homólogos estadounidenses, a tal grado que la Agencia Central de Inteligencia
(CIA, por sus siglas en inglés) donó equipo especial de escuchas telefónicas,
un recurso que solo podría utilizarse en un método de investigación si y solo
si había autorización judicial.
Algo que la Digici incumplió. De hecho, por órdenes del
mismo Pérez Molina, la Digici realizó espionaje político. El equipo se utilizó
para intercepciones telefónicas de aquellas personas a las que el ahora reo
consideraba dirigentes del movimiento ciudadano de protestas que arrancó en
abril. Líderes de partidos políticos opositores de verdad, autoridades de la
Universidad de San Carlos (USAC) y dirigentes sociales, campesinos, de derechos
humanos y del sector empresarial fueron ilegalmente escuchados por estos
espías.
Tan grave fue el espionaje que la misma CIA retiró el
equipo, temerosa de que se hiciera púbico el uso que se le dio. Sin embargo,
Pérez Molina estaba obsesionado con saber qué sucedía y ordenó una asignación
de tres millones de quetzales para la adquisición de otro equipo. La recién
estrenada ministra Eunice Mendizábal decidió no ejecutar dicho gasto. No
obstante, menos de 24 horas después de que ordenó detener la compra, el mismo
Pérez Molina la conminó a ejecutarla. De esa manera, la Digici tuvo nuevo
equipo y siguió con las orejas paradas por orden presidencial.
La Digicri, mientras tanto, se pasó escuchando a
narcotraficantes identificados en el trasiego de cocaína. No para acumular
evidencia que se pudiera utilizar en juicios penales. No. Más bien para
extorsionar a los dueños de los cargamentos o, en el mejor de los casos, para
sus tradicionales tumbes.
Como se ve, ambas entidades están muy, pero muy lejos de
cumplir su misión y de apegarse a la ley en sus actividades. Merced al interés
del expresidente, se usaron como recurso de espionaje político, y no como
herramienta de apoyo en seguridad. Una muestra clara de que la lógica
gubernamental sigue siendo ver desde la lupa de considerar a la ciudadanía, y
en particular a la que protesta, como el enemigo interno.
No hay evidencias de que el gobierno de transición haya
modificado esta conducta.
Hay riesgos enormes de que el nuevo gobierno continúe
dicha práctica en virtud de las figuras que rodean a Jimmy Morales. De ese
modo, como mínimo, de oficio, la institución del Procurador de los Derechos
Humanos (PDH) y el MP han de actuar a fin de establecer estos extremos y
proceder a denunciar a los responsables. Igualmente deben advertir al nuevo
gobierno que no se tolerarán actos ilegales de espionaje.
Como sociedad, empecemos por ejercer el derecho
constitucional que nos faculta a conocer todo lo que sobre nosotras y nosotros
consta en oficinas estatales. En este caso, ante la Digici y la Digicri, con
base en la Ley de Acceso a Información Pública, requerir dichos datos.
http://www.plazapublica.com.gt/content/un-cuento-de-terror
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