Por Carolina Escobar Sarti
Estoy preocupada por Guatemala. El Pacto de Corruptos, tan parecido a la mitológica Hidra de Lerna, monstruo de aliento venenoso y muchas cabezas, está enojado y parece que no tiene nada más que perder. Así que lo está arriesgando todo, incluso nuestro futuro. Cuenta el mito que por cada cabeza que le cercenaban a la Hidra regeneraban dos, y sabemos que Hércules jamás habría logrado vencer al engendro si no era con la ayuda de su sobrino Yolao, quien iba cauterizando con telas ardiendo los cuellos decapitados del monstruo, para evitar su regeneración.
Escuchando las más recientes noticias de Guatemala y haciendo una revisión de coyuntura, confirmamos que sí es posible dar un golpe de Estado blando en un país donde la ley se usa como arma de guerra y las instituciones siguen secuestradas por las mafias que lo gobiernan. Después del susto que se llevó el Pacto de Corruptos ante los resultados de la primera vuelta electoral, las cabezas del monstruo se multiplicaron. El plan A fue entonces gritar fraude e invalidar las elecciones robándose, incluso, los votos ejercidos por la ciudadanía y apoyándose en los operadores que, diligentemente, habían colocado en el Congreso, Ministerio Público, cortes y Ejecutivo.
Pero luego de ciertas instrucciones en inglés y de la oficialización de los resultados hace pocos días, el Pacto comenzó a implementar un plan B que incluye dejarle al nuevo gobierno un presupuesto que no le ofrece suficiente margen de acción, retirar la inmunidad a las y los magistrados del Tribunal Supremo Electoral para que tengan que enfrentar la justicia, desconocer al partido Semilla (litigio que podría durar hasta diez años), lograr que el Congreso elija antes del 15 de diciembre próximo y a marchas forzadas a los magistrados y magistradas de la Corte Suprema de Justicia que no fueron elegidos en su momento (2020) y que operarán a favor del Pacto durante al menos los siguientes diez meses, y liberar a personas señaladas penalmente en casos de corrupción y derechos humanos, entre más.
Si el multicéfalo Pacto de Corruptos “deja” llegar al binomio del partido Semilla al próximo 14 de enero de 2024, día de la toma de posesión, parece que, de todas maneras, persistirá en su objetivo principal de hacer que el gobierno electo fracase. Crear más incertidumbre, generar una permanente crisis y hacer que Guatemala sea ingobernable podría ser parte de este plan. Y no creo estar exagerando, después de haber visto, en los últimos años, de lo que es capaz de hacer el Pacto de Corruptos para proteger sus propios intereses. Ante esto, hay dos grupos que pueden nadar a contrapelo de la historia conocida, para comenzar a generar un nuevo orden y evitar la estocada final del golpe que se ha venido consolidando: 1. La movilización ciudadana, liderada por los pueblos originarios y acompañada por una buena parte de la ciudadanía guatemalteca; y 2. Un equipo de gobierno sólido que no le teme al cambio y a la presión, acompañado por diversos sectores de esa ciudadanía fortalecida y atenta, por una cooperación internacional que no lo suelte en los momentos críticos y por aliados en grupos empresariales, del Ejército y otros. Algo así como lo que hicieron Hércules y Yolao.
Estamos, de nuevo, parados en el borde del abismo. El monstruo no descansa y tiene muchas cabezas en las instituciones del Estado y en los grupos de poder. Queremos llegar a vivir en una verdadera democracia algún día y no en una dictadura que ya ha mostrado sus múltiples rostros y complicidades y que, aun sin concretarse, ya tiene a jueces, fiscales, periodistas, abogados y abogadas en el exilio o la cárcel.
No podemos obviar este hecho. Pero hay que alimentar la esperanza sin dejar de hacer camino, porque la diferencia entre caer o alejarnos del abismo es la de un empujón o un paso hacia la democracia.
El monstruo no descansa y tiene muchas cabezas en las instituciones del Estado y en los grupos de poder.
Carolina Escobar Sarti
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