Opinión: elPeriódico, 8 de febrero de 2011
El acróbata
Muerto por su compromiso de llevar el arte.
Miguel Ángel Albizures
Caras pintadas que reflejaban dolor, ojos llenos de lágrimas y henchidos de coraje, manos alzadas exigiendo justicia, sollozos entrecortados al despedir al amigo, al compañero, al acróbata, al artista, a uno de los artífices de Caja Lúdica que tenía fe y esperanza en la juventud, porque él también era joven y sabía lo que era la exclusión, el desprecio, la falta de oportunidades, la discriminación, lo incierto del futuro en una Guate-mala construida sobre esas bases que él intentaba derrumbar junto a otros, con sonrisas, con sus acrobacias, y con sus bailes desde lo alto de sus zancos, porque sabía que la vida en las barriadas no es vida.
Pero esa sigue siendo Guatemala, donde las balas atraviesan a jóvenes en la flor de la vida intentando asesinar la esperanza, la ilusión, la fe, pero no lo lograrán. Como tampoco silenciarán el mensaje de ese joven de 24 años, que se encumbraba para sacar sonrisas en medio de la tragedia de la patria. Víctor Aroldo Leiva Borrayo, ‘el Mono’, que daba vueltas y vueltas en sus zancos, uno de los bailarines de Caja Lúdica, y que fue custodiado por los ángeles hasta el Cementerio General, para abrazar a Juan Manuel Orozco Ambrosio, alias el Fu, que fue asesinado el 5 de abril; a Nexo Pineda, el Gordo, asesinado el 23 de mayo, y a Saulo Fernando González Estrada, alias el Chucky, asesinado el 30 de mayo, todos en el fatídico año de 2009. Ellos murieron, como ha muerto el Mono, sin que por ello se paralice el esfuerzo de Caja Lúdica por llevar y comprometer, con el arte y la cultura, a millares de jóvenes marginados.
Hoy, a las nueve, el antiguo Parque Central se llenará de colores, de hombres y mujeres con zancos y caras pintadas, pero también de protestas. Se alzarán brazos intentando tocar las estrellas que se fueron, junto con voces de condena por la muerte de los jóvenes, de los artistas, de las mujeres, de las promesas del arte y la cultura que abonaron el camino para seguir poniendo los ladrillos de la otra Guatemala, de la que arrancará sonrisas, y no la vida de los niños que hoy viven sin futuro. No es la protesta solo por el Mono, que sigue bailando y dando zancadas en lo alto; ni por el Fu, que en su silla de ruedas sonríe a la vida y arranca carcajadas; ni por el Gordo y el Chucky que recorrieron barrios y calles empedradas con sus pantalones largos y su nariz pintada, es también en memoria de Lisandro Guarcas, el dramaturgo, musicólogo e investigador asesinado, al igual que la socióloga Emilia Quan y Mindy Rodas, y como lo han sido otros jóvenes, hombres y mujeres que anhelan un mundo mejor.
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