Opinión:
Siempre que los columnistas o defensores de derechos humanos nos referimos a la importancia que tiene la persecución penal a los responsables de crímenes del pasado, más de alguno despotrica e insiste en que la ley debe ser pareja y aplicarse a todos por igual, lo cual compartimos plenamente, pero hay otros, como Miguel Ángel Escribá Pimentel, que en su defensa oficiosa de militares, habla de “sed de venganza”, refiriéndose a Héctor López Fuentes, en su artículo “El arresto de un anciano”. Al leerlo, él o su familia han de haber exclamado “no me defiendas compadre”, pues para un general retirado, que obtuvo los galones por sus méritos en la implementación de planes genocidas, ha de ser humillante que hoy, uno de sus admiradores, convertido en defensor, venga a decir que la Policía Nacional Civil lo humilla, y que “debido a su edad avanzada es incapaz de defenderse”.
Ni en este ni en otros casos hay persecución por odio, ni venganza, simplemente hay que hacer funcionar el sistema de justicia y sentar precedentes para que los hijos de los hijos, incluyendo a los de López Fuentes, nunca vivan episodios tan macabros como los que ha vivido Guatemala, donde quienes han estado, por mandato, como el caso de las Fuerzas Armadas, obligados a defenderlos, se han ensañado contra ellos, arrasando comunidades enteras. Nadie de quienes han denunciado o puesto al descubierto los cementerios clandestinos, y acusado a los responsables, pueden pretender que la justicia actúe parcialmente, simplemente se exige su aplicación contra los responsables del desangramiento del país. Quienes presentan denuncias, testimonios y pruebas, lo hacen en contra de quienes fueron o consideran los responsables.
Si personajes como Escribá Pimentel tuvieran el valor, pero además las pruebas de hechos que otros cometieron, debería presentar denuncias formales a los tribunales, como muchos lo hemos hecho por la persecución o amenazas de que hemos sido objeto, o por los crímenes cometidos contra niños, mujeres y ancianos que nada tenían que ver con la guerra, que como bien sabe el oficial hoy detenido, tiene sus reglas, que fueron tiradas al cesto de la basura para la implementación del Plan Victoria 82 o Plan Sofía, en los cuales no respetaron la vida de nadie, con tal de “quitarle el agua al pez”. Por ello insistimos, no hay odio, ni venganza, la justicia fortalece la democracia y debe aplicarse parejo.
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