Opinión: www.elperiodico.com.gt
Ella sabe que de la justicia divina no escapan los victimarios. No siente odio, quiere perdonar, pero quiere saber a quién perdonar.
En el acto del Archivo Histórico de la Policía Nacional no me impresionó tanto el clic para acceder a los millones de páginas que contribuyen con la memoria y que son parte de lo que llaman acervo histórico, pero las palabras que escuché de aquella señora, hermana de una de las víctimas como Fray Augusto Ramírez Monasterio, que dijo que ella sabe que de la justicia divina no escapan –los victimarios–, que no siente odio, que no acudirá a los tribunales y que para sanar las heridas, quiere perdonar, pero para “perdonar necesito saber a quién tengo que perdonar por lo que hizo”. La concurrencia estalló en aplausos en señal que compartía su dolor y su determinación.
Otra de las participantes, que sí sabe lo que representan los archivos, acuñó una nueva frase diciendo que lo que quieren hacer algunas gentes en Guatemala, es realizar un “memoricidio” y no se equivoca, aparte de querer paralizar el sistema de justicia se pretende caerle a cualquier archivo y silenciar a quienes ejerciendo su derecho a la libre expresión, escriben sobre los trágicos y bestiales hechos del pasado. Quisieran, pero ya no pueden hacerlo, amontonar frente al Palacio Nacional todos los tomos del Remhi y de Memorias del Silencio, junto con los libros y fotos que han tomado y escrito cientos de personas nacionales y extranjeras para prenderles fuego como lo hicieron en 1954. Como bien se pueden dar cuenta los lectores, no pongo nombres, porque los apuntarían para incluirlos como terroristas en las próximas denuncias, porque jamás van entender lo que dijo el delegado de la Universidad de Texas: “Toda democracia se debe a la preservación de su historia”.
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