viernes, 20 de enero de 2012

GUATEMALA: EDGAR PALMA LAU (CHICHO) ¡¡PRESENTE, PRESENTE!!

A 30 años de su  caída en combate le rendimos homenaje a  EDGAR PALMA LAU (CHICHO)Militante Revolucionario.





El 20 de enero de 1982, hace 30 años murió en combate Edgar Palma Lau (Chicho)en una casa de la Colonia Utatlán de la zona 7 en la ciudad guatemalteca.


Comentario de Mario Roberto Morales, en relación al libro escrito por Edgar Palma Lau, Guatemala, sociedad de violencia.

LA NECESIDAD DE LA VIOLENCIA O
EL PENSAMIENTO POLÍTICO
DE LA JUVENTUD GUERRILLERA
EN GUATEMALA
Mario Roberto Morales*
El ensayo de Edgar Palma Lau, Guatemala, sociedad de violencia, es expresión cabal de las preocupaciones que en las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX acosaban a las juventudes politizadas de América Latina. Renuentes a la seducción del consumismo "rebelde" primermundista e inspiradas en la lucha del pueblo vietnamita, el guevarismo y una teoría marxista que, en su versión soviética, circulaba al mismo tiempo que la teoría de la dependencia, que los libros de Frantz Fanon y los manuales guerrilleros como el de

Carlos Marighella, les tocó protagonizar la lucha armada y el debate sobre la vía pacífica o la vía violenta de la revolución, encarnando ellos mismos lo que predicaban y fundando así una tradición de lucha con su ejemplo.

Presentado como tesis de licenciatura en Derecho en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en 1976, el ensayo que nos ocupa expresa no tanto la esperada vocación jurídica de su autor, cuanto la profundidad de su compromiso político con la vía violenta de la
revolución socialista, de la cual venía siendo un impulsor
desde la dirigencia estudiantil pública y la militancia clandestina.
Al pasar revista a la bibliografía más popular sobre la necesidad histórica de la violencia en sociedades en lucha contra oligarquías explotadoras y ejércitos contrainsurgentes, Palma Lau extrae
de sus lecturas las ideas que le sirven para expresar teóricamente sus impulsos en la práctica revolucionaria guerrillera, que fue a la que dedicó sus mejores esfuerzos y también su vida.

El autor de este ensayo cayó en combate a principios de 1982, en su calidad de comandante de una fuerza guerrillera que se caracterizó
por un estilo de trabajo organizativo distinto al de las organizaciones de izquierda que, junto al ejército, lograron, a partir de 1984, su paulatina desintegración. Me refiero a Nuestro Movimiento (NM), que fue conocido cuando salió a luz pública en 1982 como Movimiento Revolucionario del Pueblo Ixim (MRP-Ixim).

Influido por las guerras de liberación nacional en África
y por su discurso anticolonialista, Palma Lau adoptó también algunas de las ideas del sociólogo guatemalteco Carlos Guzmán Bökler, en lo referido a su interpretación del problema de Guatemala en términos de colonialismo interno, así como a su noción de racismo, aplicada a la conflictiva interculturalidad que protagonizan las diferentes formas de mestizaje de los guatemaltecos y que se suele encapsular insuficientemente en la bipolaridad mecánica indio-ladino, llamada
posteriormente, con el arribo de la "corrección política" en los años noventa, la bipolaridad "maya"-"mestizo".

Habiendo protagonizado la partición de la Regional de Occidente de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) en 1976, Palma Lau quedó al mando de la facción llamada NM, mientras que Rodrigo Asturias se encargó de la facción que en 1979 salió a la luz pública con el nombre
de Organización del Pueblo en Armas (ORPA). Las diferencias de concepción que animaron, junto a las luchas de poder, esta ruptura, tuvieron que ver con la manera como se habría de incorporar a los indígenas a la guerra popular: si como etnias o como masas. Palma Lau, leal a sus concepciones marxistas, opinaba que una línea de masas basada en criterios de clase debía ser el instrumento de incorporación de todos los campesinos (indígenas o no) al proyecto de guerra popular prolongada que se proponían impulsar las fuerzas
guerrilleras en la época.

Es, pues, en el marco de estos sucesos, que debe leerse el ensayo que hoy nos ocupa, y entender la lógica que lo articula, la cual puede resumirse así: si el instrumento del enemigo es la violencia, el nuestro no puede ser la paz. Pero la frase no debe leerse sólo en su
aspecto mecánico sino, sobre todo, en su dimensión dialéctica. Es decir, el instrumento de la violencia hegemónica y dominante es un instrumento clasista, económico, político, cultural y también militar. La respuesta popular no sólo debe tomar en cuenta este rasgo
constitutivo de las armas enemigas, sino desarrollar armas propias de la misma naturaleza, como etapa inicial de una lucha emancipatoria en la que no sólo se liberará a los explotados y los oprimidos sino, en el largo plazo, también a los explotadores y los opresores.

Esta dimensión emancipatoria de la lucha violenta le da un sentido humanista al uso de la violencia como método y como vía de la revolución en marcha: una revolución que brota de la experiencia histórica de Guatemala, un territorio y una población asolados por
la brutalidad oligárquica como sistema estructural de dominación histórica, con la sola tregua de los diez años de la experiencia democrática de 1944. Así se fundamenta lo que Palma Lau llama "la necesidad de la violencia". Una necesidad que existe por encima del
péndulo que oscila entre las nociones de lo bueno y lo malo, y que brota de la convicción leninista de que el marxismo es "el análisis concreto de la situación concreta", lo cual lleva a impulsar soluciones políticas igualmente concretas, de acuerdo a la naturaleza de los
problemas que se enfrentan.

En los años 70, a quienes nos iniciábamos en la literatura y las ideas revolucionarias, nos obsesionaba la violencia como camino para alcanzar la justicia y el bienestar de las mayorías, entre otras razones, por el fracaso de los métodos pacíficos e institucionales para lograr los cambios que exigía la modernización del Estado y la economía. Los antecedentes del derrocamiento
de Arbenz y la represión abierta en contra de los intentos socialdemócratas de continuidad de aquel esfuerzo de los años 44-54, nos hacía sentir obligados no sólo a asumir la vía violenta sino también a teorizar, cada quien desde sus intereses, sobre la validez de esta opción forzada. De esa cuenta, mi tesis de licenciatura
en letras y filosofía, en 1973, en la Universidad Rafael Landívar, se tituló La cultura de la violencia, un planteo ideológico a partir de ideas de Frantz Fanon, Paulo Freire y otros, que quiso caracterizar como violentas las prácticas de la institucionalidad superestructural consideradas legales. Sin embargo, mi planteo no tocaba lo que sí abordó Edgar Palma Lau: la fundamentación de la validez de la violencia para su uso revolucionario en la forma concreta de lucha armada y guerra de guerrillas.

Las ideas vertidas por Palma Lau en 1976, recogen un sentir latinoamericano que se expresaba en los textos por él consignados en su bibliografía. En esos años, se libraba ya el segundo ciclo armado de la lucha revolucionaria en Guatemala. El primero había concluido en 1968 con la derrota militar de las guerrillas en Oriente, en donde el ejército había aplicado la táctica de "quitarle el agua al pez". Una táctica que volvería a aplicar, en escala ampliada, en el nuevo teatro de operaciones de las guerrillas: el altiplano indígena.

A Edgar lo había conocido en ambientes literarios cuando era presidente de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) y yo participaba en lo que se llamó "la muralización de la Universidad de San Carlos", en compañía de otros artistas y escritores de mi generación. Cuando Edgar (conocido como "Chicho" en las filas guerrilleras) cae heroicamente en combate a principios
de 1982, yo militaba bajo sus órdenes, las cuales me llegaban por medio de un compañero inolvidable cuya memoria merece también ser rescatada y divulgada: Carlos Enrique Rodríguez Agreda, conocido en el mundo de la militancia clandestina como "Efraín". No olvidaré nunca que la noticia de la muerte de Edgar me llegó cuando caminaba por la 7ª calle y 11ª avenida de la zona 1 capitalina. Compré un diario en un puesto de periódicos y leí el titular de la noticia con la foto de Edgar muerto con una metralleta en la mano.
Seguí caminando despacio hacia la 12ª avenida pero no podía tenerme en pie y me metí al Cine Colón para poder sentarme. No supe qué película se exhibía porque no miré a la pantalla. Al cabo de un rato salí de nuevo a la calle. Pero sólo logré empezar a digerir la
noticia hasta que hablé con "Efraín" sobre los problemas que la organización habría de enfrentar sin "Chicho" y de los posibles planes que tendríamos que desarrollar juntos.

Tanto "Chicho" como "Efraín" son dos héroes de la lucha revolucionaria guatemalteca que han sido negados por la izquierda oficial que firmó los acuerdos de paz, la cual fue responsable en parte de sus caídas en combate y de la desarticulación del MRP-Ixim, ya que privaron a sus cuadros de apoyo y colaboración y, por el contrario, los reprimieron y aislaron con la misma saña con la que lo hizo el ejército, el cual finalmente asesinó a "Efraín" en una casa de seguridad de la zona 2 capitalina en 1984, cuando yo estaba en Nicaragua ampliando un frente internacional que había iniciado
por órdenes suyas, y en donde fui reprimido con violencia
por la misma izquierda oficial guatemalteca en contubernio con algunos cuadros sandinistas.

La historia de NM y del MRP-Ixim todavía no está escrita.
La documentación que me tocó redactar en Nicaragua (una historia de Guatemala desde el punto de vista de la acción de masas, una línea de incorporación y movilización de masas, y un manual de estilo de trabajo, entre otras piezas de propaganda y formación
política) se han perdido o quizá alguien tenga en su poder algún ejemplar de aquellos folletos mecanografiados, encuadernados y reproducidos mediante fotocopias. En ellos campean las ideas de "Chicho", "Efraín" y otros compañeros que no tuvieron tiempo de darles la forma definitiva que se buscaba y por eso me encomendaron esa tarea a mí. Entre estas ideas se encuentran
las relativas al desarrollo del capitalismo en Guatemala como fundamento de la necesidad de la vía violenta de la revolución, al papel relativamente autónomo de las movilizaciones de masas indígenas y ladinas respecto de un esfuerzo de guerra popular, y a la
moral revolucionaria que debía regir las relaciones orgánicas
entre militantes, basándolas en la fuerza del propio ejemplo y no en la fácil normativa verticalista del comandantismo entonces al uso.

Por todo, cuando tuve en mis manos el ensayo de Edgar
que hoy nos ocupa, no pude menos que regocijarme porque interpreto el hecho de su publicación como el inicio del rescate de la historia negada de su esfuerzo guerrillero, así como del de "Efraín" y todos los inolvi dables compañeros que forjaron una alternativa revolucionaria que, cuando se conozcan sus componentes, se perfilará como ejemplo organizativo para las luchas que se avecinan por la consecución paulatina de la democratización capitalista, el socialismo democrático y el socialismo guatemalteco del siglo XXI; el
cual, como querría Mariátegui, será "creación heroica" y original o no será. En este contexto de lucha, sin duda las ideas y el ejemplo de Edgar Palma Lau y los compañeros a los que él inspiró, tendrán un lugar fundamental en la conciencia de las juventudes que habrán
de protagonizar esos ineludibles cambios.
Ciudad de Guatemala, 22 de marzo del 2009.

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