Opinión: www.elperiodico.com
La hermana Lucía
Fundadora e impulsora del Programa Uspantán.
Miguel Ángel Albizures
En Guatemala, a pesar de lo difícil que es servir al país sin ser acusado, hay muchas personas que desde la sombra, del anonimato, de la invisibilidad, han dado y dan su aporte para que las nuevas generaciones sigan creyendo en la honestidad, la ética, los principios, los valores y en la entrega y el servicio desinteresado a los demás. Una de ellas, fue la hermana Lucía Godoy, la monja comunista, decían y dirán los dinos que siguen viviendo en el pasado y que no entienden lo que es el trabajo social y el amor al ser humano.
La hermana Lucía fue una de las fundadoras e impulsoras en la década de los setenta, del programa llamado Operación Uspantán, en la que muchas generaciones de estudiantes de Magisterio en el Colegio Belga, participaron activamente y se comprometieron en el servicio a los más necesitados. En la vida de madre Lucía, la opción por los pobres era prioritaria y se fundió con ellos en los rincones más apartados de Quiché, pero también en los barrios de la capital, como su entrega a las alumnas de la Escuela Primavera en la colonia El Milagro, que atendió hasta antes de su muerte.
El magisterio lo desarrolló hasta los últimos momentos de su vida, pues los ejes principales de su trabajo estaban en la proyección social, educativa y a los pobres que amó entrañablemente hasta exponer su vida por ellos, pues no faltaron las amenazas de muerte de quienes consideraban la proyección social como un apoyo a las organizaciones revolucionarias. La Iglesia católica, tiene con la muerte de la hermana Lucía, una pérdida irreparable, porque ella fue el motor de varios proyectos que llevaron a muchas jóvenes estudiantes, que nunca habían sentido lo que es el hambre y la pobreza, a entregar sus energías a los demás y entender los cambios que el país necesita para que todos podamos vivir dignamente.
A los 16 años se había graduado de maestra, después se haría religiosa, pero su profesión y vocación no las dejó hasta el día de su muerte, pues siempre fue un ejemplo de entrega y sacrificio. El día de ayer, maestras y alumnas de diversas generaciones le acompañaron hasta el cementerio, recordando lo que para ellas había representado la hermana Lucía, quien les alumbró el camino para no ser del montón que pasan indiferentes ante el dolor humano o que cierran los ojos ante la violenta realidad que debe ser transformada.
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