VIVA EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA
Este 8 de marzo, cuando se conmemora una vez más el día de la Mujer Trabajadora en el mundo, pero sin nombrar ese calificativo, porque no mencionarlo conlleva la intencionalidad de suprimir sus verdaderos orígenes y por ende su esencia evocativa, es urgente recuperar su historia haciendo algunas valoraciones.
Para el mercado, las luchas de las oprimidas, mujeres de obreros, esclavas dentro de las esclavos no solo son peligrosas sino que no son comerciales; no son vendibles, no mercadeables.
Dentro de esa concepción burguesa, entonces, el objetivo es plantear una gesta con final feliz. ¿Para qué historias tristes? Historias de sufrimientos y de dominación ya hay muchas. Quizá una brevísima reseña, para sepultarla bajo los testimonios de mujeres exitosas, proactivas, a quienes, no solo se muestran como representantes de todas las féminas, sino triunfadoras. Tanto fuera como dentro de sus hogares. Ejecutivas, gerentes, vendedoras, todas ellas, modelos de pasarela, que no solo logran metas mercadológicas exorbitantes, sino luego de la labor cumplida para la transnacional, regresan a sus fastuosas viviendas donde culminan el día atendiendo esposo e hijos, quienes felices por su regreso, concluyen con su ayuda, las tareas inconclusas. Fantasía en el trabajo, fantasía en la casa. El reality show de la felicidad y del hogar, dulce hogar, es perfecto.
Libretos que debemos seguir. Que desbordan todos los carteles pero que se alejan del verdadero espíritu rebelde de lucha de donde realmente emergió ese día como postulado de liberación no solo para la mujer trabajadora sino para todas las mujeres y los varones del mundo.
Tras la parafernalia mercantil, la reminiscencia se convierte en inocua, beneficiosa para el sistema de domesticación. Entonces los lápices labiales, la ropa exótica, las cremas, los métodos de adelgazamiento irrumpen para borrar, de una vez por todas, la sangre de las mujeres humildes del pueblo que dieron su vida en las batallas callejeras para cambiar radicalmente sus vidas y las de la humanidad entera en manos de un régimen, el del Zar en aquellos tiempos, pero también de sus herederos que continúan haciéndolo hoy.
La clase es lo fundamental, empero, fundamental también es reflexionar profundamente; meditar intensamente, sobre la dominación que el varón ha ejercido sobre la mujer pues como claramente lo dejó escrito Louise Michel, trabajadora y dirigente francesa, militante anarquista: “lo primero que hay que cambiar es la relación entre sexos” “Yo admito que el hombre también sufre en esta sociedad maldita, pero ninguna tristeza puede compararse con la de la mujer. En la calle ella es la mercancía. En los conventos, en donde se oculta como en una tumba, la ignorancia la ata, y las reglas ascienden en su máquina como engranajes y pulverizan su corazón y su cerebro. En el mundo se dobla bajo la mortificación. En su casa, sus cargas la aplastan. Y los hombres quieren mantenerla así. Ellos no quieren que ella usurpe su función o sus títulos”.[1]
Por eso, hoy quiero puntualizar que, incluso, dentro de la izquierda, que es la llamada a ser la vanguardia en la sociedad de las ideas de avanzada, de las ideas de cambio, de las trascendentes opiniones, que siguen diligentemente los postulados de las ideólogas e ideólogos clásicos, que marcaron con la teoría científica las luchas obreras y las y los más recientes, que enriquecen esos principios, muy pocas veces se repara en el papel de las compañeras. Se les sigue relegando a los papeles secundarios, en el mejor de los casos. En el peor, la revolución se convierte en un tema de “varones” que solo ellos podrán resolver mientras las compañeras se tienen que conformar con curiosear. Su aporte, su opinión no es tomada en cuenta en la mayoría de veces.
En las familias de los cuadros proletarios masculinos, se siguen reproduciendo las prácticas ominosas contra las mujeres: madres, esposas, hijas. Reiterando la primitiva “división natural del trabajo”, posponiendo siempre el debate sobre el papel protagónico que la mujer tiene en la revolución.
El 8 de marzo de 1917 las mujeres trabajadoras rusas encabezaron el derrocamiento del régimen zarista en defensa de sus hijos, de la familia, cuando el pan les fue negado por éste. La lucha económica por la sobrevivencia encabezadas por ellas trajo consigo la lucha política. Y el zar, en esa gloriosa fecha inició su caída, y con ella, el surgimiento de la segunda experiencia obrera: la revolución rusa que dio nacimiento a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ya, en la Comuna de Paris se había experimentado la primera. Y, las mujeres, aún invisibilizadas por la historia del “hombre” estuvieron en todas ellas, en la primera línea de fuego.
Por todo ello, queridas compañeras, queridos compañeros, no podemos caer en la trampa de seguir aceptando la conmemoración del Día de la Mujer a secas. Debemos recuperar la historia de las que por su posición clasista, pero más por su posición de esclava entre los esclavos, inauguraron una nueva era para la humanidad con el advenimiento de la URSS que, aunque luego haya caído víctima de contradicciones internas y el sabotaje de la contrarrevolución internacional, no con ella acabaron los intentos por forjar un futuro socialista. Se concluyó una experiencia más en el largo peregrinar del género humano hacia su humanización donde la mujer es parte sustancial de esa naturaleza. No la historia de la humanidad.
¡Viva el 8 de Marzo! ¡Viva el día Internacional de la Mujer Trabajadora!
En este año especialmente un homenaje a todas las mujeres que a diario caen en los campos de batalla entre el capital y el trabajo. Las que se abren paso en medio de las murallas sexistas que han erigido los dominantes que señalándolas de incapaces de dirigir, tratan de evitar su inevitable triunfo.
Humilde aporte que, sin embargo, desea abrir este portergado debate.
Lic. Carlos Maldonado
Economista y Profesor en Historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala
Colectivo “La Gotera”
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