La marcha campesina
No faltarán las acusaciones de desestabilizadores o terroristas.
Miguel Ángel Albizures
Desde el día de ayer, miles de campesinos emprendieron su larga marcha desde Cobán, Alta Verapaz, por la carretera Jacobo Árbenz Guzmán, y el martes 27 harán su ingreso a la Ciudad Capital, el centro del poder político para exigir que sean atendidas sus demandas históricas. Han dejado atrás su familia, su rancho o media casa y algunos de ellos las champas a la orilla de la carretera a donde fueron expulsados violentamente. La verdad, no tienen nada que perder, más que las cadenas del hambre, la desnutrición, la histórica exclusión, el abandono, pues hasta la vida, de ellos y sus hijos, la van perdiendo lentamente.
No faltarán las acusaciones de desestabilizadores o terroristas o las declaraciones de funcionarios que a todo pulmón gritan que no permitirán más el bloqueo de carreteras, pero la verdad es que las peticiones del campesinado jamás han sido atendidas y seguirán generando conflictos agrarios, hasta tanto no se pase de las promesas a las transformaciones en el sistema de tenencia de la tierra, y para ello no hay más que entrarle con ganas a la creación de la Ley Agraria, de los tribunales agrarios y de la fiscalía específica que atiendan los conflictos que se presentan, no con el ánimo de reprimir, sino de resolver la problemática, pues la falta de certeza jurídica sobre las tierras comunales y el uso de la violencia contra los campesinos y a favor de los grandes terratenientes, hacen imposible la convivencia pacífica.
En el Congreso de la República, sigue engavetada la Ley de Desarrollo Rural Integral, planteamiento que desde hace doce años vienen haciendo las organizaciones campesinas, pero que no han encontrado respuesta positiva y que hoy exigen que este gobierno les ponga atención en vez de continuar con la criminalización de sus luchas, los desalojos violentos, el encarcelamiento de sus dirigentes y las órdenes de captura que pesan sobre varios de ellos, y que tienen como objetivo neutralizar su lucha por el derecho a la tierra, pero fundamentalmente por el derecho a una vida digna en el agro.
Ya sabemos, como bien lo dicen en una de las mantas que traen que: “Cuando los de abajo caminan, los de arriba tiemblan”, pero lo más importante sería que escuchen sus demandas y busquen soluciones de corto, mediano y largo plazo que nos permita construir un país justo y democrático en donde la exclusión deje de ser la norma.
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