lunes, 18 de junio de 2012

GUATEMALA: CARTA PARA PEDIR PERDÓN A YOLI OQUELÍ


Rights Action [Derechos en Accion] – 18 de junio de 2012
… de Canada a Guatemala … CARTA PARA PEDIR PERDÓN A YOLI OQUELÍ

NOTA:  El 13 de junio 2012, la lideresa comunitaria Yolanda Oquelí Veliz fue emboscada y baleada por hombres desconocidos desde una moto, mientras dejaba el lugar de la toma pacífica de la entrada del sitio propuesto de la mina Tambor, 28 kilómetros al noreste de la ciudad de Guatemala.  La toma pacífica ha sido mantenida por habitantes de las dos comunidades, San José del Golfo y San Pedro Ayumpac.  Están protestando porque – contrario a las leyes nacionales e internacionales – no hubo una consulta pública antes que el gobierno guatemalteco extendiera la licencia de explotación a la minera, el 27 de febrero, 2012.

La minera es 100% canadiense, de la empresa Radius Gold, Inc., de Vancouver, B.C.

Con una delegacion de Rights Action (Derechos en Accion) y de la UNBC (University of Northern British Colombia), (La Reverenda) Emilie Smith visito a Yolanda Oqueli y a la comunidad de San José del Golfo y San Pedro Ayumpac, el 26 de Mayo de 2012.  Emilie Smith es una presbítera de la Iglesia Anglicana de Canadá, y es co-presidenta del Servicios Internacionales Cristianos de Solidaridad con América Latina, Oscar Romero (SICSAL). emilietsmith@gmail.com

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CARTA PARA PEDIR PERDÓN A YOLI OQUELÍ
De: emilie smithemilietsmith@gmail.com

15 de junio, 2012

Querida Yoli,

No hay palabras, ni en mi boca ni en mi corazón, que puedan expresar mi indignación y mi aflicción por lo que le pasó a usted.  El daño a su persona, sagrada y preciosa, fue un acto vil e inexcusable.  Es
inconcebible la intención de dañarle su alma, su espíritu, su lucha y la lucha de todos aquellos que, como usted, están enamoradas de la Tierra – su polvo fértil y vivo, y su sangre de vida que corre – el agua.

(26 de Mayo 2012, Yolanda Oqueli Veliz habla al Arzobispo de Guatemala, quien realizo una visita – ese mismo dia – al bloqueo pacifico. 
Foto: James Rodriquez, james@mimundo.org)

Todos aquellos, alrededor del mundo, que aman a la vida ferozmente están horrorizados y hechos añicos -- y enfurecidos. ¿Cómo se atrevieron, sin importar quiénes fueron, cómo se sintieron tan llenos de probidad y poder como para actuar de una forma tan cobarde?  Pero en fin, los que llevaban las pistolas no son los responsables de este ataque atroz en contra de su vida.  Yo lo soy.

Nunca antes he sentido tanta vergüenza de ser canadiense.

(26 de Mayo de 2012, Emilie Smith dirige sus palabras a pobladores de San José del Golfo y San Pedro Ayumpac.
Foto:  James Rodriquez, james@mimundo.org)

En mi religión cristiana hay dos tipos de pecado: los de comisión y los de omisión.  Los primeros son las cosas que hacemos consciente y activamente para dañar la buena creación de Dios.  La segunda forma de pecado es el mal que hacemos cuando no hacemos lo que debemos hacer. La mayoría de canadienses, indudablemente, ni en sus sueños más locos tomarían una pistola para hacerle daño a usted. Pero cada uno de nosotros es responsable colectivamente por lo que es hecho en nuestro nombre, y todos sacamos beneficio económico de las inversiones de nuestras iglesias, sindicatos, y hasta del Plan de Pensiones Canadienses, a nivel nacional, en las mineras canadienses en cada lugar del mundo, en Guatemala, y en su rincón del planeta, San Jose del Golfo.  Por esta razón estoy profundamente avergonzada, e indescriptiblemente apenada.

Decir que no sabíamos, no es excusa alguna.  Cada uno de nosotros, mientras vamos quitando calladamente las banderitas cosidas en nuestras mochilas, y nos embolsamos los brochecitos que nos dan en el Día de Canadá, debemos saber a estas alturas: que en cada lugar del mundo, en nuestro nombre, en beneficio económico nuestro, las empresas mineras canadienses están destruyendo el planeta.

Corriendo tras el afán del oro y la plata, no les importa las comunidades, la tierra, el agua, el debido proceso de la consulta, o el justo reparto de las ganancias.  Llegan, hacen estallar las montañas, se chupan el agua, y dejan pozos negros y verdes de veneno.  Y prometiendo baratijas, ‘desarrollo’ y empleo a los pobres desesperados y desnutridos, dividen hogares y comunidades, dejando detrás una estela de charcos de sangre y miedo.

Y sin un granito de tierra bajo sus uñas, satisfechos de haber hecho algo por los pobres del mundo, y ayudado a sus mamitas y papitos allá en Canadá, se retiran a su clubes y piscinas a descansar tras un arduo día de trabajo.

Usted me pidió que orara, Yoli, la tarde que estuvimos con usted en la barricada.  Me lo pidió una y otra vez, con algo de miedo, urgencia o tal vez con un presentimiento de algo que le pudiera pasar.  Y nos trajo caldo, con arroz, tortillas y galletas saladas.  Teníamos hambre y fue bendición comer en su mesa.  Gracias por todo lo que nos dio ese día, y todo lo que nos enseñó sobre el valor de la tierra, y por todos los hombres, mujeres y niños preciosos que estaban durmiendo en la carretera para proteger a su montaña santa.

Prometí orar, Yoli, y lo he hecho, y lo haré.  Oro por su recuperación y su retorno a la plena salud, de cuerpo, alma y espíritu.  Oro por su familia.  Oro por todos los que están aún en la barricada pacífica.

Oro por todos aquellos que llevaban las pistolas, y las dispararon. Oro porque puedan tener un cambio en sus corazones, y que pidan perdón, y aprendan a amar al verdadero Dios de la Vida.  Oro por aquellos gravemente enfermos, los altos hombres y mujeres empresarios de las mineras, que se han confundido terriblemente, y se han alineado con el dios falso del dinero, y han violado sus propias naturalezas sagradas.

Y ahora les toca a los ricos: lloren y griten por las desgracias que van a sufrir.  Su riqueza está podrida. . . su plata y su oro herrumbrado: y su herrumbre atestigua contra ustedes.  (Carta de Santiago 5:1-3a)

Yoli, mientras se recupera en su cama del hospital, que el misterio inconcebible de la sanación del Dios del Amor, devuelva la entereza a su cuerpo dañado, y que todos los que la aman, adquieran valor y fuerza por su testimonio fiel, mientras seguimos juntos este caminar.

Con amor,
Emilie

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