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"En cualquier país, la izquierda participa sin vacilaciones de los procesos sociales”
Un concepto, dos visiones. La charla sobre qué es la izquierda con un excandidato presidencial tuvo lugar en el emblemático Fu Lu Sho, en la Sexta Avenida del Centro Histórico. La cita con el académico, para quien el término adecuado es socialismo, se llevó a cabo en una oficina atestada de libros en el campus de la Universidad Francisco Marroquín. Izquierda/socialismo, dos visiones de un concepto.
"El no ser ni de izquierda ni de derecha debería venir acompañado de la frase ‘soy transa’. Las ideologías generan certeza”.
Miguel Ángel Sandoval
Excandidato presidencial, Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
Excandidato presidencial, Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
"La gente tiene claro lo que la izquierda extremista ha hecho en Cuba y Venezuela”
Warren Orbaugh,
director del Centro Henry Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín
director del Centro Henry Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín
"En cualquier país, la izquierda participa sin vacilaciones de los procesos sociales”
¿Cómo define a la izquierda guatemalteca de hoy?
– La considero, infelizmente, marginal en sus expresiones políticas. Sin embargo, está vigente en la agenda social de varios sectores. La situación podría revertirse si ambas expresiones logran enlazarse.
¿A qué obedece la marginalidad política?
– No ha sabido actualizar sus planteamientos. Tampoco se ha democratizado a lo interno, ni ha renovado sus cuadros. Su relación con los movimientos sociales es precaria. Precisa de una refundación, transformando lo anterior.
¿Cómo renovar cuadros?
– Cuando la dirigencia histórica entienda, por ejemplo, que los jóvenes al expresarse por medio del reggaeton no son víctimas de enajenación, sino adversan un sistema que consideran injusto, podríamos pensar en una actualización. Hoy leemos documentos partidarios que califican al gobierno de neoliberal, se refieren a la lucha de clases o hablan de mano dura, pero nada corresponde a una acción cotidiana.
Ni se trata de verdades absolutas.
– En efecto. Si se adversa la minería a cielo abierto porque contamina y emplea arsénico, –lo cual no es lo mismo que objetar la minería a secas–, es preciso mantener una actitud consecuente. Ello implica encabezar luchas sociales; no limitarse a publicar comunicados de prensa. En cualquier país, la izquierda participa sin vacilaciones de los procesos sociales y renueva sus liderazgos si los resultados electorales son adversos. Hoy, integrantes de un amplio movimiento reclamamos que estos planteamientos no salen a luz porque los partidos de izquierda no son democráticos.
¿Sigue dentro de URNG?
– Mantengo vínculos. No lo haría en otro partido, porque URNG es la organización heredera de la firma de los Acuerdos de Paz y, como corresponsable de estos, sería absurdo irme a otro lado. Insisto en que se cumpla la agenda de la cual fui signatario. Es una responsabilidad ética.
¿Qué hizo distinto El Salvador? La izquierda es una opción electoral.
– La represión salvaje de la guerra no se asoció, en términos mediáticos, con ser de izquierda. En Guatemala persiste el miedo de participar en una asociación o sindicato, porque pueda regresar la violencia. El nivel de atrocidades cometidas en este país fue inaudito: 440 aldeas arrasadas a nivel oficial; una cantidad apabullante de muertos, viudas y desaparecidos. Ello explica los temores de algunos para reivindicarse como de izquierda, a lo que se suman errores cometidos de las organizaciones.
¿Qué destaca?
– Todos guardan relación con la manera tormentosa en la que finalizó el conflicto, ya que se perdió capital político acumulado. No se logró construir un partido democrático, las alianzas fueron poco recomendables y se dio una ruptura con los movimientos sociales. La izquierda no supo entender las demandas de los pueblos indígenas; se diluyeron las afinidades surgidas durante la guerra y terminó prevaleciendo una tesis, un tanto superficial y malintencionada, de convertirlos en el jamón del sándwich en una guerra que no les correspondía.
¿Cómo se reflejó esto último?
– Estudios serios demuestran que los pueblos indígenas optaron por la guerra: se alzaron. Por ello se dio la represión brutal sobre ellos. Se suma a esto una superficialidad enorme de intelectuales reputados que aseguran que la guerrilla no supo defenderlos.
¿Por qué califica como superficial ese argumento?
– Una insurrección no es defendible por tropitas guerrilleras. Los pueblos indígenas se levantaron en el Occidente y era imposible defenderlos con 500 o mil hombres armados. Quien lo afirma desconoce lo que significa un conflicto armado.
¿Qué hubiese sido distinto con una izquierda con mayor peso político en los últimos 10 años?
– Se hubiese democratizado más la sociedad y habría sido más fuerte la presión por mejorar el sistema político y reformar al sector justicia. También se habrían dado mejoras en las injustísimas relaciones labores. Para ello, no se precisa de una izquierda con triunfos electorales, sino de una más fuerte y con agenda clara.
¿Lo anterior no implicaría triunfos electorales?
– Por supuesto: en más diputados y alcaldes, por ejemplo. Con una izquierda fuerte no se hubiese firmado un TLC tan infame. Los diputados ni siquiera leyeron el texto; la Corte de Constitucionalidad tampoco, y aprobó ese mamarracho jurídico. Pero, a pesar de ello, se logró, en aquel momento, convocar una movilización importante y se lograron acuerdos de compensación. El que no se hayan cumplido es otra cosa.
¿Qué opina de la tendencia hacia desmarcarse de ideologías por parte de varios partidos políticos?
– El no ser ni de izquierda ni de derecha debería venir acompañado de la frase “soy transa”. Las ideologías generan certeza. La debilidad en el país de la propuesta programática de izquierda permite la generación de partidos que más parecen microempresas y lucen corbatitas ridículas sin hacer planteamientos serios. En Francia recién triunfó el Partido Socialista, el cual prometió una aproximación distinta a la crisis y lo primero que hizo fue disminuir en más de un 30 por ciento los salarios oficiales.Es un país consciente de sus derechos sociales.
Los cuales respetan tanto la izquierda como la derecha.
– Sí, pero yo no veo a l PartidoSocialista en Francia disminuyendo pensiones o gasto en la educación. Pero sí pueden retirar sus tropas de aventuras sin sentido. Por otro lado, un gobierno derechista como el de Rajoy en España mantiene el gasto militar y afecta las pensiones. Las ideologías marcan una diferencia. En el caso de Guatemala, a los distintos colores de corbata les importa un bledo bajar el gasto social de educación o que se paguen los salarios de ley. En un país con instituciones republicanas funcionan las ideologías. No ha habido un socialista que se pase al partido radical o alguien del PSOE que pare en el PP: se trata de gente seria, comprometida con una agenda partidaria, y el voto se respeta.
¿Es justo equiparar la izquierda con populismo?
– No. El populismo clásico viene de la revolución bolchevique. Posteriormente, hubo gobiernos, en Latinoamérica, de corte popular, que impulsaron políticas progresistas y agendas sociales: Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México, Juan Domingo Perón en Argentina o Jacobo Árbenz en Guatemala. Fueron además, relativamente más autónomos de potencias extranjeras; estimularon la libre organización sindical y la educación. Tenían un rasgo en común: fuerte personalidad de líderes caudillos. En Guatemala se emplea el término para descalificar a la izquierda. Si se intenta aumentar en 3 por ciento el salario, se tilda de política populista. Los principales impulsores de este concepto, es curioso, son las asociaciones empresariales y muchos repiten el concepto muertos de felicidad sin entender qué significa.
¿Existe el socialismo del siglo XXI?
– He dicho en varias ocasiones que el comunismo, en términos históricos, fracasó en Europa, pero su agenda continúa vigente: por lo tanto, lo que quedó inconcluso en el siglo pasado puede tener un mejor desempeño en el actual. No me refiero a un modelo en particular, sino a una demanda fundamental sintetizada en mayor justicia social con más cuotas de libertad. Una sociedad de más iguales antes de una en la que predomine el “sálvese quien pueda”.
¿Ha habido un gobierno que pueda considerarse de izquierda desde el retorno de la democracia?
– No. El único proyecto relativamente más democrático fue el impulsado por la Democracia Cristiana, porque correspondía a una corriente vinculada con sectores progresistas de la Iglesia, –aunque no la guatemalteca sino internacional–, con una agenda social interesante. Ni Alfonso Portillo ni Álvaro Colom pueden considerarse de izquierda: fueron, simplemente, escopetazos al aire.
"Toda Europa es socialista. El concepto del capitalismo es ajeno al continente”.
¿Cómo define a la izquierda guatemalteca actual?
– A mí no me gustan los términos izquierda o derecha: los considero vagos. Quienes se definen de izquierda llaman nazis a los de derecha, cuando son nacionalsocialistas. Por eso, prefiero emplear la palabra socialista, por un lado y mercantilista, por el otro.
¿Qué significa entonces ser socialista?
– El socialismo es una ideología sociopolítica cuya base fundamental es negar los derechos individuales.
¿Pesan, entonces, los intereses del colectivo?
– Sí, pero la persona tiene obligaciones con ese colectivo. Por su parte, el mercantilismo, al cual los socialistas tratan de calificar de neoliberal, –sin serlo– es un sistema mixto. Tiene un poco de socialismo y otro de capitalismo: quienes están en las empresas obtienen favores del Gobierno. Políticos y propietarios son iguales y visualizan al mundo en términos de privilegios, no de derechos. La diferencia estriba en cómo obtener las prerrogativas: los comunistan optan por la fuerza y los socialistas demócratas, por el voto.
¿Por qué en El Salvador las expresiones de izquierda o socialistas, como las llama, son una opción electoral y no en Guatemala?
– Yo no lo veo así. Quizá no tengan mayor injerencia electoral, pero la exguerrilla ha estado presente en todos los gobiernos. En las reformas constitucionales que está proponiendo el presidente Otto Pérez Molina, queda clara la influencia de la izquierda.
¿Qué piensa de partidos como URNG o Winaq?
– Nunca han tenido popularidad. Intentan crearse, sin éxito, un mito. No creo tampoco que el FMLN gobierne mucho tiempo en El Salvador: Arena hizo un mal papel y no había muchas opciones. En Guatemala, por el contrario, hay más de dónde elegir y la gente tiene claro lo que la izquierda extremista ha hecho en Cuba y Venezuela. Las personas son prisioneras del Estado y los gobiernos no son sino monarquías veladas. Al rey se le llama presidente o líder y los puestos se suceden de una generación a otra; a la rosca de nobles de antaño se le conoce como Politburó u otro nombre y se aprovechan de su posición política para obtener ventajas económicas.
¿Cómo analizar, desde esta perspectiva, los triunfos electorales de partidos socialistas en Europa?
– Toda Europa es socialista. El concepto del capitalismo es ajeno al continente.
¿Incluso en partidos de derecha, como el Partido Popular en España?
– Sí, definitivamente. Todos los partidos de Europa son socialistas. Hasta Karl Marx reconoció un punto, y muchos no lo entendieron, establecido en la Constitución de Estados Unidos: el hombre tiene derecho a su vida, a su libertad y a buscar su felicidad. Ello implica respetar al otro, lo cual es la base para una sociedad en que cada quien busca cumplir sus objetivos. Sin embargo, se entendió poco. Los franceses, en su Revolución, equivocaron el rumbo y sus vecinos adoptaron el mismo sistema: creen que lo importante es la igualdad, incluso a nivel de ingresos, y eso simplemente no se puede. La gente escoge lo que más le gusta.
¿Atribuye lo anterior a la crisis que vive Europa?
– Totalmente. La crisis económica de Europa es una crisis socialista. El sistema le da mucho poder al Estado, al contrario de lo que ocurre en Estados Unidos. No protege al individuo y pretende convertirse en el proveedor de salud, educación o casa, olvidando que el poder es detentado por políticos que no arriesgan su dinero y pueden endeudarse lo que quieran. El pueblo paga esa deuda después, ya sea por medio de impuestos o imprimiendo moneda, creando inflación que hacer perder a los salarios su valor adquisitivo. El sistema empobrece al ciudadano.
Los grupos de izquierda aseguran defender los intereses de quienes no tienen voz al oponerse a la minería a cielo abierto, por ejemplo. ¿Qué opina de ello?
– Creo que, por lo general, lo que defienden son intereses de minorías extranjeras que desean evitar competencia y engañan al pueblo. En las manifestaciones contra las hidroeléctricas, –las cuales no contaminan–, se pide no construirlas y se demanda electricidad barata, lo cual es una contradicción. Pasa lo mismo con las mineras. Al demostrarse que no contaminan, el argumento esgrimido es oponerse a la inversión extranjera. ¿Pero que nacional podría interesarse en estos proyectos si ya saben que no lo van a dejar trabajar?
¿Podrían las consultas populares solucionar este tipo de problemas?
– En absoluto. Lo único que solucionaría estos conflictos es cambiar de mentalidad. El gobierno de Guatemala sigue funcionando como en la Colonia. Las propiedades y el subsuelo siguen siendo del rey, o sea, el Estado. Si en su terreno encuentra petróleo, se lo quitan. Pero si la propiedad fuera privada, como en Estados Unidos, usted se hace rico. Las comunidades podrían pasar a mejor vida si fuesen dueñas de los sitios de donde pueden extraerse minerales. Las compras y las ventas se hacen con personas, no naciones.
¿Es justo equiparar izquierda con populismo?
– Sí. El populismo es el medio del que se vale la izquierda para llegar al poder. En Guatemala, por cualquier cosa, la mayoría sin sentido, se manifiesta reclamando derechos mientras se violan los de los demás. Hace poco fuimos testigos de niños protestando. ¿Qué pueden saber ellos del cambio al pénsum? Es absurdo.
¿Cuál augura puede ser el futuro de la izquierda como opción electoral en el país?
– Difícil determinarlo. Mucha gente está desencantada de los medios empleados en las manifestaciones y el que se opongan a todo: cementeras, hidroeléctricas y demás. Los de izquierda son rojos y verdes; responden a agendas mundiales y tienen financiamiento internacional. Pero pierden terreno: se ha demostrado, por ejemplo, que el calentamiento global es una gran farsa y que los cambios climáticos responden a ciclos en los cuales el hombre tiene muy poco que ver.
¿Existe el socialismo del siglo XXI?
– No. Es la misma tontera de siempre; lo que ya escribió Marta Harnecker, su gran ideóloga. Ella afirma que el empresario y el obrero no pueden ser amigos, porque el sistema lo impide. Esa actitud no ayuda a la cooperación en este país: cuando se contrata a personal, muchas veces van con la consigna de arruinar el sitio de trabajo o efectuar boicots. En construcción, por ejemplo, se dan casos como que a los sanitarios los llenan de papel para que cuando se prueben, se estropeen. Ello no es porque el trabajador sea descuidado. Es la mentalidad de que “quien me da trabajo es mi enemigo”. Y eso es una estupidez.
¿Pero qué hay de velar por derechos laborales y reclamar salarios justos, como lo hace la izquierda?
– Solo por medio de la competencia se puede mejorar la calidad de vida. Yo soy arquitecto y, después del terremoto de 1976, siendo estudiante, me involucré junto a una cuadrilla en reparar estructuras. En una ocasión, el ingeniero de la obra reclamó por una pared torcida. Quien la había construido se estrenaba como albañil. Era panadero. Pero la demanda existía, iba a ganar mejor y poco a poco, aprendió un nuevo oficio. Si hay más oportunidad de crear empresas, la gente saldrá de pobre. No es con oposición y enfrentamiento que podremos superarnos. Latinoamérica tiene grandes ventajas y gente trabajadora. Su gran defecto es que todos quieren ser antinorteamericanos sin aprender de lo bueno que hizo Estados Unidos.
¿Ha habido un gobierno con cariz de izquierda desde el retorno a la democracia?
– Todos, empezando por Vinicio Cerezo. En todos los gobiernos ha habido ideas socialistas metidas, imposibles de llevar a feliz término porque son fallidas. Aunque hay un concepto que rescato: el seguro social. Tiene sentido pero fracasa porque las personas no pueden elegir quién lo otorga, por lo cual, se hacen colas en las emergencias. En Guatemala funcionó muy bien en sus principios, pero ya no.
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