El exilio de una promesa…[1]
“Les digo adiós a ustedes, mis amigos, con amargura y pena,
pero firme en mis convicciones. Renuncio obligado, para eliminar el pretexto de
una invasión de nuestro país, y lo hago con los ojos puestos en el bienestar
del pueblo”.
(Jacobo Árbenz Guzmán,
27 de junio de 1954).
***
En 1954, tras la
derrota de la promesa modernizadora del gobierno democrático de Jacobo Árbenz
Guzmán, un importante grupo de guatemaltecos partieron al exilio en Argentina.
Silva Falla, Ramírez, Urrutia, Valdés Diaz, Pineda, Obando Sánchez... Decenas
de ciudadanos se alejaron de la ciudad brutalizada para salvaguardar su
integridad y seguir bregando por el porvenir...
Al fondo a la izquierda, con el
brazo en alto, el periodista Fernando Valdés Diaz.
NOTAS SOBRE FERNANDO VALDÉS DÍAZ
Ana María Pedroni, 2009 (*).
Conocí a Fernando
Valdés Díaz en la Cárcel de Villa Devoto, en el año 1955, alrededor de
septiembre o algo así. Allí estaban todos los presos políticos, entre ellos mi
hermano Omar. Se encontraban allí los dirigentes obreros, sindicalistas,
profesionales, refugiados extranjeros y demás. Hasta el médico privado de
Perón habitaba en Villa Devoto que entre la gente de izquierda se conocía como
la Universidad. Mi hermano estaba en el cuadro No 10.
Fernando resultó en
villa Devoto porque cuando cayó el gobierno de Arbenz él era jefe de
información y tenía a su cargo una de las revistas culturales del diario Centro
América, es decir el diario oficial, de perfil combativo, en el que
laboraban muchos periodistas jóvenes como Rigoberto Cabrera, Edmundo Zea Ruano,
etc. Al caer el gobierno popular, comenzaron a sufrir represalias y por lo
tanto tuvieron que buscar asilo en las diferentes embajadas que les abrieron
sus puertas: la embajada mejicana, la argentina, la costarricense, etc.
En la embajada
argentina, Fernando compartió el espacio con muchas personas, entre las que se
encontraban dirigentes obreros como Tono Ovando Sánchez, quien había estado
preso durante la dictadura de Ubico, Humberto Pineda, también preso y torturado
durante ese período, José Luis del Cid, sindicalista ferrocarrilero, Roberto
Paz y Paz, alias el Seco, periodista, Marco Tulio Dardón, Manuel Urrutia,
tipógrafo de la Tipografía Nacional, Carlos Zona Soto, Carlos Arias, cubano,
Moncho Amaya Amador, novelista hondureño, Alejandro Silva Falla, Carlos Enrique
Dardón, que se quedó definitivamente a vivir en Argentina, José Luis Barillas,
etc. etc.
Estando asilados,
recibieron la invitación, claro, y el salvo conducto del gobierno de Perón para
exiliarse en ese país sudamericano. Perón les mandó aviones del ejército,
uno de los cuales, durante el vuelo de regreso, tuvo un desperfecto y los
pasajeros tuvieron que deshacerse de sus pertenencias pesadas para que la nave
no se precipitara a tierra. El seco tuvo que tirar, casi por la fuerza,
su máquina de escribir.
Cuando llegaron a
Buenos Aires, fueron ubicados en el Hotel de Inmigrantes que está en la parte
baja de la ciudad. A pocos días de haber llegado, la CIA le pasó la factura a
Perón, y éste tuvo que encerrar a los sindicados como “comunistas”, en el
cuadro 11 de Villa Devoto. Allí lo conocí.
Los presos políticos
guatemaltecos, tanto dentro como fuera de la cárcel, recibieron la ayuda de la
Liga por los Derechos Humanos (o algo por el estilo) que funcionaba en
Argentina, que le consiguió alojamiento, trabajo y toda clase de apoyo. También
la del partido comunista argentino, que tenía una publicación “Nuestra
Palabra”, con la que colaboró Fernando. Alguna vez yo lo ayudé
a traducir algún material, a corregir sus textos y armar algunas páginas.
En ese entonces, ese
partido organizó un gigantesco pic nic, en donde Fernando tocó la guitarra y
compartió con Pablo Neruda el escenario, recitando poemas. Fue un evento para
conmemorar la revolución rusa, y el partido montó una verdadera ciudad, en un
área verde de Buenos Aires, no recuerdo en qué línea del tren, pero creo
que fue en la línea del norte. Lo cierto es que llegamos en tren y vivimos tres
días en la ciudad improvisada.
En Buenos aires, en un
período determinado, solían los guatemaltecos reunirse en el departamento que
Miguel Angel Asturias tenía en el segundo piso de un edificio de la
calle San Martín. Allí compartían Enrique Torres, Manuel Galich, Miguel Ángel y
demás intelectuales, periodistas y obreros
Fernando se había
graduado de bachiller en el INVO de Chiquimula, y luego había rendido cursos
para obtener el título de profesor de enseñanza media y así tener mejor acceso
a fuentes de trabajo de ese tipo.
Regresamos de
Argentina, ya con nuestros dos hijos, Dante y Sergio, exactamente el 4 de marzo
de 1959. Volamos por Pan American e hicimos escala en Trinidad, unas
horas, y en Cuba dos días, donde acababa de triunfar la revolución. En
ese tiempo no había vuelos directos. Esto fue posible porque Fernando se acogió
a la amnistía que dio el gobierno de Idígoras Fuentes.
Una vez aquí, Fernando
se incorporó al periodismo nacional y trabajó en casi todos los periódicos en
vigor. Estando El Impacto (hoy La hora), se fue con Rafael Matta Retana, Ramiro
Mac Donnald y no sé quien más a Cuba, que en ese momento estaba en plena
construcción de su proyecto político, incluyendo las campañas de alfabetización
y los famosos juicios de la Habana. Estando en cuba, Guatemala rompió
relaciones con ese país presionada por los gringos, así que cuando regresaron,
tuvieron que hacerlo por Costa Rica, si mal no recuerdo. La fecha se me
escapa, pero recuerdo que comenzaron a escribir sobre lo que habían visto, y
pronto recibieron amenazas. Uno de ellos, Ramiro, fue objeto de ataques
violentos.
Debemos admitir que Fernando
nunca fue un “combatiente", y que su vida no se caracterizó por defender
ideales políticos hasta la muerte. Es decir, no era un “militante político”.
Sin embargo, cuando el Mico Sandoval Alarcón estaba en la presidencia del
Congreso, Fernando comenzó a escribir un libro anecdótico de los hechos que se
daban en ese lugar. El libro iba avanzando, los originales que iba
escribiendo mientras hacía su trabajo en la redacción del Impacto, los mantenía
en la gaveta de su escritorio. Entonces recibió una advertencia del Mico,
a quien no le pasó desapercibido el hecho de que ello constituía un peligro.
Fernando me lo contó, le hice ver a lo que se exponía si continuaba en ese
empeño. No me hizo caso. Poco después, cuando fue atropellado en la Colonia del
Maestro por un carro “fantasma”, que según el médico Daniel Roche le pasó dos o
tres veces encima de la cabeza (es decir que lo atropelló, retrocedió y le
volvió a pasar encima) pensé en el libro y en la amenaza. Y cuando llegué a El
Impacto a recoger los originales, estos habían desaparecido, a espaldas de los
directivos del diario. En otras palabras, lo mataron para silenciarlo…
También sé que a través
de Humberto Pineda, padre, Humbertillo Pineda, hijo, Luis Arturo Pineda y otros
revolucionarios, colaboraba con las FAR. No sé cómo ni en qué medida,
pero en nuestra casa aparecían a veces cantimploras, máquinas de escribir,
uniformes y demás yerbas... También alojamos a militantes, como la hija
de Alejandro Silva Falla, que oportunamente se mató cuando se vió rodeada por
el ejército y la judicial.
Aparte de todo esto,
una cosa es segura: Fernando Valdés Diaz ejerció la profesión de "bohemio
sin remedio”!!!
(*) Ana María Pedroni,
profesora de lengua y literatura inglesa, semióloga, periodista. Falleció en Guatemala
el domingo 28 de marzo de 2010.
[1] TEXTOS DE “EXILIO DE UNA
PROMESA”, DOCUMENTAL SOBRE LA CAIDA DE ARBENZ Y EL EXILIO GUATEMALTECO EN
ARGENTINA (Guat. 2010, 54´, color. Producción: Embajada Argentina en Guatemala.
Dirección: Sergio Valdés). Disponible en contraelolvido@yahoo.ca.
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