Opinión: elPeriódico, 30 de octubre de 2012
Los poderes aprisionan
Los
empresarios tienen todo el poder.
Miguel Ángel Albizures
Cuando Vinicio Cerezo asumió el “poder” así entre comillas,
como primer gobierno civil que iniciaba el proceso de democracia que aún no
saborea la población, señaló en una oportunidad que solo tenía el 30 por ciento
del poder, el resto indudablemente lo seguía detentando el Ejército y los
cabezones del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales,
Industriales y Financieras (Cacif), que continuaron, todavía después de la
firma de la paz y hasta la fecha, haciendo prisioneros a presidentes y funcionarios
para que respondan a sus ambiciones e intereses.
Con el gobierno del
general Otto Pérez, queda claro que ellos asumieron el control total del
Estado, con el agregado del poder que tienen las grandes transnacionales
quienes hoy tienen voz y voto en las decisiones para seguir expoliando los
recursos naturales y no renovables que posee el país. ¡Qué importan las
comunidades! ¡Qué importan los ríos!, si tampoco les importan los seres humanos
que perecen en las luchas de defensa y resistencia o que perecerán en el futuro
en nuevas protestas o cuando el líquido vital se contamine o se esfume.
No se necesitó
mucho tiempo para que el gobierno “patriota”, no solo se desgastara, sino que a
la vez, utilice las garras contra las comunidades e imponga el modelo de
desarrollo que conviene al capital nacional y transnacional que le dictan las
leyes e imponen en el Poder Legislativo a la junta directiva que conviene a sus
intereses. No sería raro que, además de las capturas y órdenes de detención que
ya existen, se busque justificación para realizar otros hechos como la masacre
de totonicapenses, porque el orden en el país y el respeto a los derechos del
gran capital, hay que imponerlos.
Ya se nos ha
demostrado que la soberanía le importa un bledo al Presidente, la presencia
militar norteamericana en la Operación “Martillo”, es apenas un ejemplo frente
a la implementación de las nefastas políticas económicas dictadas por el
gobierno de Estados Unidos, las grandes transnacionales de ese país o de Canadá
y España y el capital nacional. Cuando un Presidente es voluntariamente
prisionero de esos poderes o ellos lo esposan y le dictan el discurso y las
acciones, el futuro del país es incierto hasta tanto el pueblo no asuma el
compromiso de recuperar la dignidad y la soberanía pisoteadas.
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