Todo es
posible en esta Guatemala de la impunidad.
Miguel Ángel Albizures
¿Dónde están los niños de
Cristina Siekavizza?, ¿dónde están los nietos de don Juan Luis y doña Ángela
Siekavizza?, ¿dónde están los niños que una parte de la sociedad conoce por
fotografías?, ¿dónde están Roberto José y María Mercedes que desaparecieron un
mes después que se supo del asesinato de su madre? Quién sabe, el Ministerio
Público y las fuerzas de seguridad han sido incapaces de dar una respuesta a
sus familiares y a quienes hemos seguido con angustia la tragedia de la
familia, a quien nos unimos solidariamente, porque sabemos lo que es buscar a
una persona que desapareció de la noche a la mañana, como si la tierra se la
hubiera tragado.
Son
dos niños que no pueden seguir en manos de un psicópata. Dos niños que ninguna
culpa tienen para sufrir los traumas psicológicos ocasionados por su padre y
quien, según las investigaciones, es el responsable directo del asesinato de
Cristina Siekavizza, la mujer que les trajo al mundo y les llenó de ternura.
Mucha razón tiene don Juan Luis de estar preocupado por la salud física y
mental de sus nietos y de querer llevar a la justicia al responsable. Para él
no importa si es hoy o mañana, o si transcurren 25 años, lo importante es que
se haga justicia y que sus nietos estén sanos y vuelvan al seno familiar y, por
ello, como muchos otros que han sufrido tragedias similares, no descansan ni de
día ni de noche en la búsqueda incansable de sus nietos.
Quién
puede entender que un mes después de saber que Cristina fue asesinada, el
criminal se fugara con los niños en las narices mismas de los investigadores y
de las fuerzas de seguridad. Dio declaraciones, lo vieron en las protestas, era
el principal sospechoso y lo dejaron ir o le facilitaron la fuga. Todo es
posible en esta Guatemala de la impunidad, en donde las influencias funcionan,
en donde una expresidenta de la Corte Suprema de Justicia, quien formó parte de
uno de los tres poderes del Estado, sigue encubriendo un crimen y se olvida de
sus nietos. Posiblemente sabe dónde se encuentran, posiblemente sabe que se
encuentran bien y ojalá así sea, pero no tiene derecho a seguir prolongando el
dolor, la desesperación y la angustia de los padres de Cristina.
Si
la inteligencia o los sabuesos funcionan para apresar o ponerle el dedo a
quienes se oponen a la entrega, casi regalada, de nuestros recursos naturales,
¿Por qué en su momento y hoy día, no se despliega una fuerza que dé con el
paradero de Roberto José y María Mercedes? La justicia le debe caer al
criminal, más temprano que tarde, pero lo más importante es el rescate con vida
de dos niños inocentes.
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