Gracias por tu irreverencia, por tu sarcasmo.
Miguel Ángel Albizures
La semana que pasó, Guatemala tuvo una pérdida irreparable, no solo por el viaje al más allá del Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2006, del escritor y poeta, sino porque se fue la voz de quienes solo piensan las cosas, pero no las dicen, no se las gritan en la cara a cualquiera, ni las plasman crudamente en los escritos como él lo hizo, y por lo cual recibió, no pocas veces, la condena o el insulto de militantes sin criterio propio de la izquierda fosilizada.
Qué bueno que Marco Antonio haya muerto en una cama, sonriendo y bromeando con los suyos, con quienes lo tuvieron a la par en los momentos difíciles y, de plano, en los de alegría compartida cuando pudo estar cerca y cuando el vendaval represivo no lo llevaba por otros rumbos para salvar la vida o para producir los libros y poemas que les dejó de herencia, todos salpicados de humor y de experiencias recogidas a lo largo de su fructífera vida.
Ni la derecha que le siguió siempre los pasos para tratar de secuestrarlo y asesinarlo pudo con él, ni algunos de la izquierda que se sintieron heridos y preferían verlo tendido a que siguiera produciendo páginas para la historia. Unas con grandes verdades, otras quizá con verdades a medias, pero denunciantes y repletas con el florido lenguaje que le caracterizó toda su vida y por las que se ganó enemigos acérrimos que siempre le importaron un comino. Nunca supe que hiciera esfuerzos por hacer amigos, pero de plano los tuvo, y muchos, pues los seres humanos como él, que se salen del común de la gente, por muy extraños que sean, siempre logran tener amigos con quienes compartir o discutir los hechos cotidianos.
Quién sabe cuántas generaciones formó, con cuántos jóvenes compartió desde las aulas, muy en serio y en broma, sus amplios conocimientos literarios, pues nadie, ni amigos ni enemigos de derecha o de izquierda, pueden negarle su bagaje cultural y su amplia experiencia como escritor, periodista, poeta o narrador que emprendió importantes aventuras que, literariamente, pasarán a la historia.
Adiós Marco Antonio, gracias por tu irreverencia, por tu sarcasmo, por no haber sido del montón y haber dicho las cosas por su nombre y por no haberle rendido el sombrero a ninguno. Tus lanzas seguirán contribuyendo a que otras generaciones no sean tan cuadradas, pues la única forma de construir esa Guatemala que también soñaste, es dejando de ser súbditos y ejercer en todos los espacios la ciudadanía. Un abrazo solidario a su familia.
http://elperiodico.com.gt/es/20130730/opinion/231866/
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