Deben saber que no tememos sus arrebatos de cólera..
En Guatemala, cualquier cosa puede suceder, lo que menos imaginamos, porque vivimos dentro de un Estado donde la protección ciudadana brilla por su ausencia y la criminalización de los movimientos sociales, de los dirigentes y defensores de derechos humanos está a la orden del día. Desde el inicio de este gobierno, se sufren las consecuencias de una política de mano dura contra el derecho de resistencia a las arbitrariedades, a la entrega de recursos naturales y al derecho de pensar y expresar libremente lo que sentimos, pues todo se considera delito.
Si la agresión y las acusaciones vienen de las más altas autoridades, lógico es que los dinosaurios (con las disculpas a esos seres que pacíficamente habitaron estas tierras) se sientan con mano libre para acusar, denigrar y deslegitimar el quehacer de los ciudadanos que buscan la verdad y la justicia, y que pretenden la utilización transparente de los recursos del Estado, que los funcionarios están haciendo chinche a manos llenas.
Lo anterior viene a cuenta por el allanamiento que recién hicieron a las Oficinas del Instituto Demos y a las oficinas del Relator Especial de Naciones Unidas para la Libre Opinión y Expresión, Frank La Rue, quien desde que se inició el juicio por genocidio, al igual que otros dirigentes, jueces y fiscales, viene sufriendo agresiones verbales y acusaciones falsas de actos que jamás ha cometido. Ahora pasan de los pasquines a los hechos, al robo descarado de información para, según ellos, tener más elementos para las agresiones públicas. Ya lo esperábamos, y deben saber que no tememos sus arrebatos de cólera, pues poco falta para que revivan los hechos que cometieron en 1954 o los que sufrimos en los años ochenta, pues gallina que come huevo… es normal que vuelva a sus andadas.
No hace mucho tiempo los miembros de la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales (Avancso), fueron acosados y hostigados constantemente por los “ladrones”, sustrajeron información de los equipos de cómputo y se llevaron registros fotográficos y audiovisuales. Parece que los “ladrones” cada vez son más cultos, ya no les son suficientes las escuchas telefónicas, el control de correos y de las páginas de Internet, ni el monitoreo de las columnas de opinión. Posiblemente les dolió el artículo de Frank La Rue, que público el 25 de julio, y que tituló acertadamente Terrorismo de palabras refiriéndose a quienes hacen uso y abuso del sagrado derecho a la libre opinión y expresión, sin mencionar por supuesto a quienes abusan del derecho del recurso de amparo, que son los mismos titiriteros con diferentes serviles.
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