Pequeña comunidad cuestiona al capital.
Las mujeres y hombres que convergen en la “Puya” han llegado de San José del Golfo, Nacahuil y Ayampuc, no están allí imbuidos de espíritu bolchevique alguno, ni bajan de la Sierra Maestra o de la Sierra de las Minas para instaurar novedoso régimen. Están ahí, emplazados por el futuro de sus hijos. Llegaron convocados por la angustia. La sola posibilidad de ver sus campos infestados con arsénico, sus aguas mezcladas con cianuro o secas las fuentes… sustraídas. Es obvio, que no partieron los comunitarios –mujeres y hombres– de elaboradas teorías basadas en el materialismo dialéctico. Los habitantes de estas pequeñas comunidades interpelan a los inversionistas, a partir del ser humano; desde el corazón maravilloso de la madre campesina y los ancestrales saberes llaneros. Frente a esta expresión de sencillez. De lo justo y ecuánime. Viene el aspaviento: Wall Street, baja la calificación. El ‘board’ canadiense cede su “activo minero” inversores estadounidenses van al relevo.
Y todo ¿por qué? En la Puya prefieren salvaguardar agua y llanura, frente a polvo y arsénico. Una cuestión bastante lógica. ¿No haría usted lo mismo? Efectivamente, este será el caso de una mayoría ciudadana, aquella no pertenece, ni subyace, bajo círculos inversores y los aliados en la “guayaba” –esa que refiere Jorge Serrano Elías–. Empresa y el Estado han leído mal la resistencia comunitaria. El Ministro del Interior infiere terrorismo y manipulación, los tribunales abren causa penal a los comunitarios, la empresa contrata militares en retiro: ejerce represión privada. Las madres y comunitarios rezan y resisten. No acceden a la violencia. Una madre de la Puya sintetizó el pensamiento colectivo: “dejen el oro donde está, que ahí lo puso Dios… sí por las joyas que nosotros no usaremos, ni queremos, perderemos el agua y la paz. Entonces no queremos minería”. Y otra señora terció: “el Gobierno está para defendernos, no para atacarnos”. Resulta imposible rebatir estos argumentos sin faltar a la razón; sin embargo, el capital escasas veces hace acopio de buen juicio.
Esta comunidad tenaz y luchadora se posiciona de mis recovecos mentales ahora que conocí el estudio “Impacto de la Minería en las Mujeres y Tejido Social”, elaborado por la comunidad de la Puya, Fundación para el Desarrollo Comunitario (Fundesco), miembro de Congcoop y coordinado por la socióloga Mónica Mendizábal Juárez. A propósito –frente a la inviabilidad social y ambiental del proyecto minero– ¿cuándo se retirará la empresa de la Puya y se inicia la construcción del parque ecológico que proponen madres y comunidades organizadas?
http://www.elperiodico.com.gt/es/20131219/opinion/239867/
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