Miguel Ángel Albizures
Podría dejar pasar desapercibidos los últimos acontecimientos en Guatemala, y quedarme sin opinar de la actitud de algunos dirigentes y organizaciones sociales que, sin medir las consecuencias y con el pretexto de lograr beneficios económicos para los asociados, se comprometen con gobiernos de turno, se convierten en comparsa y pierden el norte, sin tomar en cuenta que los regímenes y hasta los partidos políticos son pasajeros, y que solo les interesa llevar agua a su molino.
Mucho se ha dicho de las últimas dos movilizaciones promovidas por el Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala (STEG), y de la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (Conic), que se convirtieron en un respaldo al gobierno. Pero no se trata solo de ellos, otros dirigentes y organizaciones han seguido el mismo camino con éste y otros gobiernos y han aceptado dádivas y creído ciegamente en sus promesas. Se han olvidado que el dirigente es un orientador, formador, educador, guía y no un embaucador. Olvidan que se deben a sus bases y que la legitimidad de un movimiento y de sus dirigentes, está en la claridad de sus planteamientos, de las posiciones que adopten en cada coyuntura.
La autonomía y la dignidad de dirigentes y miembros del movimiento social, no debe ser empeñada ni debe ponerse en subasta, porque ello representa hipotecar el futuro del mismo. Los dirigentes no deben hacerlo ni los afiliados o simpatizantes permitirlo, pues la autonomía tiene que ver con la independencia, con el no sometimiento a ningún poder, con la libertad de hacer y decir lo que nos venga en gana, criticar, señalar, denunciar o condenar los actos de los gobiernos o de los políticos. Y esto es válido para cualquier organización, sea sindical, campesina, indígena, estudiantil, comunitaria o de profesionales. Autonomía y dignidad van de la mano, una fortalece a la otra y por eso es necesario tenerlas siempre presentes, pues nadie puede decir que todos los afiliados a la organización, no creada con esos fines, pertenecen a determinado partido.
Las organizaciones sociales no deben ser trampolín de políticos ni encubridoras fechorías como las que se han denunciado de dirigentes de algunos sindicatos, o de la misma AEU que ha cobijado delincuentes. No planteamos que se deje el diálogo y la discusión por un lado para lograr el respeto y derechos de los afiliados, pues siempre son necesarios, pero desgraciadamente en Guatemala nada se logra sin la presión y la fuerza de un movimiento social auténtico, porque la demagogia es la característica principal de gobiernos y políticos.
http://elperiodico.com.gt/es/20140206/opinion/242162/
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