martes, 25 de marzo de 2014

Apolonia.



Llegamos a  Matamoros  después de atravesar Guatemala y México. Éramos 40 de ese viaje  y en la puerta de la casa nos entregó el coyote que venía con nosotros desde El Salvador nos dijo que ahí quedábamos  en manos de otros polleros que nos pasarían a Estados Unidos y que allá serían otros lo que nos entregarían a nuestros familiares.
 La casa estaba rodeaba de hombres armados, vestidos de negro y tenían de esas armas que les dicen cuernos de chivo, cuando entramos  vimos que había más gente alrededor de unas cincuenta personas que estaban encadenadas de pies y manos, todas sin ropa los hombres solo en calzoncillo y las mujeres en sostén y blúmer, nos  ordenaron que nos quitáramos la ropa y nos pusieron las cadenas. En las habitaciones tenían a menores de edad, varios niños y adolescentes.

Soy de El Salvador de un departamento llamado La Libertad en el grupo veníamos hondureños, guatemaltecos y salvadoreños todos nos juntamos en Tapachula cerca del río Suchiate el coyote ya había quedado así con cada uno pero nadie sabía cuántos éramos solo nos había dicho que había más gente de otros países.  Emigré porque me separé de mi esposo que me pegaba mucho y violó a mi niña mayor que tiene trece años, no es su papá pero sí el de mis otros cuatro niños. Ella es producto de una violación que me hizo un hermano de mi papá cuando yo tenía catorce años, mi familia no quiso denunciarlo y así se quedó. Tengo veintidós  años de edad.

Mi esposo tiene orden de captura pero se desapareció  y ni su familia sabe en dónde está. Me vine a buscar un futuro para mis hijos porque no quiero que se queden analfabetas como yo, no quiero que tengan la misma suerte por eso preferí dejarlos. Es bien dura la vida cuando no se tiene estudio cualquiera se aprovecha de la situación.

En la casa nos encadenaron de pies y manos y nos dijeron que  nuestra suerte había cambiado. Intentamos resistirnos cuando llegamos pero no pudimos porque tenían a muchos hombres con  armas de fuego apuntándonos.  Nos violaron a todos a hombres y mujeres.

Nos tuvieron veinte días ahí y durante ese tiempo llegaban hombres y les pagaban para poder violarnos, no estoy segura pero creo que   diez dólares por veinte minutos.  Por los niños pagaban más creo que treinta. Era un infierno eso porque los pobres niños lloraban tanto y gritaban pero les tapaban la boca con pañuelos que les amarraban. Solo un tiempo de comida al día nos daban que era un pan tieso y un vaso de agua.  Estábamos en la sala ahí nos tenían todo el tiempo y cuando llegaban esos hombres nos mentían de dos en dos en las habitaciones y ahí nos violaban,  a los veinte minutos entraban otros, nos rotaban pero siempre durante el día nos violaban de diez a veinticinco hombres.

A los hombres también los vendían por ellos pagaban quince dólares y los dejaban una hora con cada cliente, también encadenados para que no hicieran nada.
Para ir al baño solo nos dejaban dos veces al día, una en la mañana y otra en la noche.   A los que ya tenían 20 días se los llevaban y los cruzaban  a Estados Unidos.
Cuando llegó nuestro turno  ya había llegado otro grupo de unas sesenta personas y ellas se quedaron en las mismas circunstancias que nos tocó a nosotros.   Nos subieron a carros de doble tracción y en la frontera otro coyote nos cruzó, del lado de Estados Unidos ya en Texas nos esperaba un grupo de polleros que nos subió   a un camión de mudanza y nos llevó a  una casa-bodega.

Tres días nos estuvieron violando y después llamaron a nuestros familiares para pedirles dos mil dólares más  y les dijeron que si no los tenían para el día siguiente nos iban a matar.  El dinero tenían que llevarlo para el día de la entrega.  De uno en uno nos iban entregando.  A mí me esperaba un primo y me entregaron en el estacionamiento de un centro comercial. De ahí viajamos en carro hasta Nueva York.
Así llegué a Estados Unidos ya llevo seis meses viviendo aquí y trabajo en una fábrica empacando cubiertos desechables. Me pagan a seis dólares la hora y trabajo de doce a catorce  horas dirías de lunes a viernes y los fines de semana limpio oficinas ahí me pagan a cinco dólares la hora, trabajo de ocho a once horas cada día.
Vivo en el apartamento de mi primo, ahí renta otra familia más. El apartamento es de dos habitaciones cada familia tiene tres hijos y usan un cuarto para cada una, comparten la sala  y la cocina, yo duermo en un sillón en la sala. 

Estoy ahorrando para pagar el dinero que presté a mi primo para poder llegar a Estados Unidos, son doce mil dólares eso costó la cruzada. Estoy enviando dinero a mi mamá para la escuela de mis hijos y sueño con comprarles una casita juntar para poner un negocio y regresarme, estar aquí no es vida.

Ilka Oliva Corado.
Marzo 24 de 2014.
Estados Unidos.



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