Miguel Ángel Albizures
Se siguen escuchando los pasos de animal grande, algunos son de los asociados contra el terrorismo, porque ellos son buenos para vociferar, acusar sin fundamento y oponerse a todo lo que pueda representar la posibilidad de que el país dé un salto histórico y deje de ser prisionero de los poderes fácticos. Si en manos de ellos estuviera, las principales instituciones estarían en manos de militares, y la Universidad y los institutos, militarizados, ya no digamos de las organizaciones de los trabajadores que las desaparecerían sin decir “agua va”, pues, según su mentalidad cavernaria, siguen siendo reductos de comunistas, aunque la práctica nos demuestra que varios de ellos no cumplen con la función para la que fueron creadas.
La férrea oposición a la Fiscal General tiene qué ver con la discriminación hacia la mujer, con el menosprecio y deslegitimación a aquellas que son más capaces que los personajes que ellos se están jugando para ocupar tan honorable puesto, pues la honorabilidad de quienes les proponen y apoyan bajo de agua, y abiertamente, deja mucho, pero mucho qué desear y mucho qué temer. El simple hecho que la actual fiscal presentara su candidatura para seguir el frente del MP les provocó escalofrío, y a más de uno de los dinosaurios los tiene con diarrea, pues no es para menos poner en jaque a la Comisión de Postulación que tendrá que rebuscar razones para no incluirla entre la propuesta de seis que presentará al presidente. Los dinos se han opuesto desde el primer momento a la CICIG, pues el hecho que se fortalezca al Ministerio Público y se investigue el crimen organizado, tiene ribetes para algunos, o quizás para muchos de los veteranos militares e incluso para los que están en activo, pero también para quienes están financiando sus actividades y la publicidad que hacen de sus posiciones más atrasadas. Quieren un sistema de justicia que no se preocupe de nada y, si así fuera, que persiga a quienes protestan, que meta a la cárcel a cientos de estudiantes que exigen sus derechos, que fusilen a esos campesinos que luchan por la tierra e interrumpen el tráfico. Esos niños que se unen a sus maestros para exigir escuelas o más profesores, hay que enviarlos a un reformatorio porque, según ellos, serán futuros “comunistas”.
Pero como así son, no queda más que continuar la lucha por una Guatemala democrática, aunque eso les provoque un paro cardiaco al ver que no retrocederemos, que seguimos dispuestos a jugárnosla, aunque la manada de dinos se nos venga encima. Volver a los tiempos de Lucas, Ríos Montt o Mejía Víctores sería una tremenda tragedia para las nuevas generaciones que merecen un mejor futuro, y hay que garantizarles que no vivan entre la jauría que a muchos nos tocó vivir.
http://elperiodico.com.gt/es/20140403/opinion/245245/
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