No es nada sencillo estar sentada frente
a este ordenador y tratar de escribir de mi libro, le huí a este momento porque
imaginé que así sería y no me equivoqué.
Significa un reto porque nuevamente debo
enfrentarme a mi memoria que guarda por
seguro también inconscientemente
recuerdos de experiencias que
marcaron mi vida y que emergen cuando menos me lo espero y se paran frente a mí
retándome, me encuentran desarmada y sin el deseo de combatir, porque ya no
quiero cuestionar, ni explicar, tampoco aferrarme como náufraga a los
pretextos.
Hace muchos años cuando era niña vendía
helados en un mercado y fui
completamente invisible y marginada, rechazada y agredida, eso marcó mi vida
negativamente y me mantuvo a la defensiva todo el tiempo y en
todos lados, no me di cuenta hasta
cuando el blog comenzó a crecer y el número de lectores se repartía en
distintos países, me incomodó en sobremanera la luz y recibir comentarios de
felicitación por mis escritos, no me gusta
y rechazo los reconocimientos es algo
habitual en mí, algo que muy pocas personas comprenden, tal vez solo
aquellas que cuando vendí helados me
llamaron por mi nombre y no como heladera como lo hacía la mayoría, le huyo a los aplausos y a
exponerme en el escaparate para ser
fotografiada para brindar en eventos sociales a la salud de los privilegiados -y de los oportunistas-, le huyo a las celebridades, a la gente
famosa, y cuando es inevitable procuro
que el contacto sea en la mayor oscuridad posible porque no deseo que se me
acuse de querer colgarme de la fama de otros,
y no es porque me importe el qué dirán porque lo que la gente diga me ha
tenido sin cuidado toda la vida, pero es algo que no puedo evitar, algo muy
marcado en mi comportamiento y en mi forma de pensar, algo que tiene que ver
indiscutiblemente con mi invisibilidad de vendedora ambulante.
Mi
escuela fue el mercado y mi hielera.
Ellos son mi norte y mi sur, ellos me
enseñaron a bregar desde la exclusión y me demostraron que el camino de las
imposibilidades siempre es cuesta arriba
y que a los ilusos de alcantarilla las quimeras nos cuestan el eterno rechazo.
Procuro no hacer nada que deshonre a la
niña heladera, defraudar al mundo me importa un pepino pero fallarle a la niña
heladera es cuestión de vida o muerte.
Entonces cuando recibía mensajes de
lectores que leían mi blog o mis escritos en otros medios independientes algo
sucedía con mi humor que se agriaba, no sabía lidiar con la luz y me ha costado tanto saber que hay una parte
de mí que es visible y son mis letras, lo más puro de mi ser, lo más leal, las
únicas que logran desnudarme y ponerme frente al espejo para verme: humana,
cicatrizada, impura, transparente, e
imperfecta. Tal vez por eso me incomodó porque las letras me exponen ante los
demás sin piedad alguna de mi pudor y
sin máscara que sea benevolente con mis defectos y miedos.
Lo he ido superando poco a poco, escribir
es un ejercicio que me ayuda mucho, es mi terapia. He logrado comprender que
también con la luz crece la responsabilidad y que la firmeza se acoraza, porque
aunque escriba en una esquina de mi habitación donde acomodé mi escritorio y lo
hice un nido donde descansan mis alas,
cuando mis letras buscan acomodo en mi bitácora se exponen al mundo y ya
no tengo control de ellas, porque son
mis alas surcando los horizontes, entonces las dejo ser, las admiro libres.
Llegar a este momento de tener un libro
en las manos ha sido un camino tortuoso de diez años en los que pasé de la
depresión profunda a la tranquilidad, de la tormenta a la calma, este libro
llegó en el tiempo en que tenía que llegar no en el mío, sino en el propio, se
escribió solo, no lo pensé, no lo planifiqué, salió a borbotones
haciendo que explotaran mi venas que durante largos inviernos el letargo
del confinamiento las afrontó retraídas, absortas, débiles y fracasadas.
Curar las heridas del alma muchas veces
pareciera un imposible, una lucha que se posterga una y otra vez porque no es
confortable y requiere de mucho coraje y perder la vergüenza a ver la
propia piel supurante y vuelta harapos.
Levantarse desde la propia escoria y armarse de entereza para lidiar con los
demonios inherentes de una travesía indocumentada.
Es más cómodo y común excitarse y estimular las zonas erógenas hasta
llegar a colmarse de placer en soledad
frente a un espejo, sin ningún tipo de recato para ver el cuerpo encendido en llamas, o desnudarse frente a otro y juntos lograr
orgasmos desinhibidos, que afrontar en
soledad y en total despojo de prejuicios, etiquetas y complejos las
heridas del alma que son capaces de sacar a flote nuestros más grandes temores
que se tornan témpanos y que nos mantienen en la frialdad de la incomunicación.
Historia de una indocumentada travesía en
el desierto de Sonora-Arizona, es la compilación de los once capítulos que
conformaron la serie Travesía en el desierto Sonora-Arizona y que sorprendentemente para mí se publicó en
varios países del mundo, y también tuvo una traducción al portugués, nunca imaginé que alcanzaría tantos niveles
de audiencia y me permitiera el privilegio de llegar a los corazones,
conciencia, temores y experiencias de otras personas que también como yo son
indocumentadas o personas que nunca han salido de sus países de origen y
que por medio de esa serie lograron
conocer un poco de lo que es la experiencia de la migración indocumentada.
Relata mi experiencia cruzando territorio
mexicano y los desiertos de Sonora y Arizona en la frontera entre México y
Estados Unidos, vivencia de miles, amargura que la mayoría intenta olvidar,
experiencia que consume, que doblega, que silencia, que mulita. En ese libro relato el infierno de huir de la Patrulla Fronteriza y el
de tres días cruzando el desierto.
No lo hubiera podido escribir antes, esos
diez años fueron secando mis heridas lentamente y cuando me senté a escribirlo
fue porque mi alma estaba en completa paz, lo había superado y podía relatar de
manera objetiva lo acontecido, nunca se logra olvidar lo vivido, y lo
traumático mucho menos, yo no he
olvidado ni un solo minuto de aquella experiencia pero ya no me calcina. Entonces emergieron las palabras sin
emociones confusas de por medio, sin ansiedades, sin miedos, sin turbaciones, y
se escribieron solas libres y consecuentes. Soy inevitablemente la protagonista principal de esa vivencia pero no voy sola, me acompañan otras
personas, otros miles de seres humanos que como yo se enfrentan a la desgracia
de la frontera.
Lo escribí para denunciar desde mi propia
vena lo que muchos ven maquillado en televisión, leen sesgado en
periódicos y en estudios maquiavélicos
desde la comodidad de un título universitario y un trabajo de campo con todo
pagado. Lo mío es pueblo, sin inmunidad alguna, lo mío es sangre, miedo, sudor,
pesadillas. Lo mío es la mirada cruda de una realidad que se refleja en mi
rostro, en mi cabello cano, en los tantos años en que tartamudeé porque me era
imposible expresar debido al nivel de ansiedad. Lo mío son los largos años de
noches sin dormir debido a las pesadillas. Lo mío fue odiarme, desvalorizarme,
sentirme escoria después de la frontera. Y aquí estoy con mi cabeza en alto con
mis cicatrices expuestas, siendo mi voz, la voz de mis demonios y de mis logros
emocionales.
Creo que está de más explicar que no fue
publicado en ninguna editorial de abolengo porque soy indocumentada, que aunque
toqué puertas en mi propio país y en Estados Unidos ni una sola se abrió, en mi
país probablemente por ser emigrada, de las que se van y solo interesan las
remesas, ¿qué puede aportar a la literatura una emigrada que trabaja en mil
oficios? ¿Qué de ganancia puede dar a una editorial una limpiadora de casas,
sin contactos importantes que hablen por ella? Me niego rotundamente a entrar
al juego de los contactos y de los favores, lo mío es tocar puertas con mi
propia mano, si se abren bueno, sino continúo, tengo suficiente experiencia en ese
tipo de ejercicio, nunca he olvidado que
soy una invisible y que todo me ha costado el triple por mi condición de arrabalera, orgullo que
con dignidad cargo en el pecho.
En Estados Unidos toqué también infinidad
de puertas de editoriales y la respuesta fue la misma, por indocumentada no
existo. No existo en mi país por emigrada y en el país de residencia tampoco
por indocumentada. Nunca he existido realmente si echo a andar la máquina de
los recuerdos y enumero una a una las veces que he sido marginada en mi vida, y
un cero a la izquierda como lo son millones alrededor del mundo, y tal vez eso es lo que le ha dado la
proyección a mis letras en otros países, porque fuera de mi encierro también
hay millones en la marginación y enfrentando demonios propios e impuestos. Y no
es victimizarme, esta exposición es real y la vemos en todos lados no me ha
sucedido solo a mí y no pretendo hacerla mi bandera, solo relato
desde la experiencia propia.
El libro se publicó en formato
electrónico en Grecia, país que tal vez nunca llegaré a conocer en mi
vida, en aquella parte del mundo probablemente otras personas se estén
enterando debido a mi testimonio de lo que acontece en la frontera entre México
y Estados Unidos. No he recibido un
centavo de esa publicación porque la
editorial ofrece lectura gratuita en internet, lo hace para cuestionar al
lector si teniendo la lectura gratuita se atrevería a pagar por el texto, no me
voy a dar tres golpes de pecho, nuestra naturaleza humana preferiría leer de gratis y utilizar
ese dinero que pagaría por el texto para comerse un helado en un parque o
comprarse dos cervezas por ahí, un nivel mayor de conciencia existe en quienes teniendo las dos opciones
deciden aportar económicamente para que el autor siga motivándose a continuar
con su escritura. Soy humana y por
supuesto me encantaría recibir una motivación económica por mis letras, a quién
no. Pero mi blog es gratuito, no
restrinjo la entrada a nadie, mis textos los puede copiar quien guste, solo
exijo que se tome en cuenta la fuente de información y el nombre de la
autora. Yo vivo de mi trabajo de mil
oficios. Si allá lo están leyendo gratuitamente
y deciden no aportar económicamente es lo demos, lo importante aquí es
que se están enterando de lo que sucede en la frontera y ese era mi objetivo
principal, la denuncia.
Fue emocionante ver mi libro publicado en
otro continente y en un país tan lejano, era en formato electrónico, ¿qué se
sentiría tenerlos impreso en mis manos? Nuevamente mi Nube Pasajera que me atiza cuando menos lo
espero, me cuestionó de por qué no lo publicaba en papel. Me quedé pensando en eso durante unos días y
decidí no darme por vencida y comprendí sin agriarme que por ser invisible y
por preferir los afectos que los contactos era normal que mis letras no fueran
tomadas en cuenta para una publicación
en editorial, tan fácil que fuera hacer una llamada o escribir un correo
electrónico pidiéndole a más de uno que por favor hablen por mí, esa comodidad de no hacer uno las cosas por
sí mismo, pero yo no podría, jamás.
Entendí que lo mío ha sido y siempre será
desde la invisibilidad, está ahí mi
trinchera, entonces hice la publicación de autor y fue vía Amazon.
Amazon ofrece la herramienta de publicar
electrónicamente y en papel, opté por la
opción en papel porque para el formato electrónico que es lo más popular en
Estados Unidos, en este momento es
difícil, son muchos requisitos que por indocumentada no puedo llenar, pero también me interesa más la opción en
papel. Fue así que decidí publicar en
Amazon que imprime la cantidad de copias que el cliente vaya comprando. Es un
libro rústico comparado con la elegancia de una editorial que se dedica a eso
exclusivamente, pero para nada desestimo su calidad y más importante aun el
contenido. No podrá ser llamativo a una primera vista, pero en esencia está la
sangre, el sufrimiento, el amor a la vida y
el enorme logro de la superación emocional a pesar de los pesares.
No es secreto que mi vida ha sido cuesta
arriba y que me he caído en infinidad de
ocasiones y que en tantas quedé
emboscada y a punto de renunciar, nunca imaginé que las letras serían mi
expresión más fiel y con las que yo lograría ser, tener mi primer libro en mis manos es un
sentimiento que no logro expresar ni con
mi voz ni con mis letras, hay instantes en
que solo las lágrimas logran acomodarnos las alegrías y las tristezas en
el corazón. Lloré mucho cuando tuve el
primer ejemplar en mis manos y en ese instante vi hacia atrás y el largo
y cansado camino recorrido, no me arrepiento de nada, viví lo que tenía que vivir para ser quien
soy.
Yo
no le diré a usted que me compre el libro, no lo voy a ajenar como un día
ofrecí helados, persiguiendo a los comensales en el mercado, eso me enronqueció la voz varios años gritando por los corredores, en la estación
de buses, en la aldea, con mi hilera al
hombro o en la cintura, ¿qué va a llevar, qué va a querer? ¡helados, helados, helados! Hay de manía,
de piña, de nance, de crema con leche,
de coco con leche, de manía con leche, de mora y de zapote, ¿qué va a llevar,
qué va a querer?
No, yo no he escrito esto para pedirle que lo compre. Lo
he escrito porque puede ser mi experiencia personal pero también es la de miles
y mi obligación y responsabilidad es agradecer la luz que me han dado las
letras y aprovechar ese espacio para denunciar, por eso escribo esto, porque
ese libro es una denuncia social, que no todos entenderán y de la cual no
muchos querrán enterarse, pero estuvo, está y estará porque la migración
indocumentada es cosas de cada minuto, las veinticuatro horas del día, todos
los días del año.
Escribo porque reafirmo que estoy en pie
de lucha y que sigo resistiendo y que creo en un mundo mejor.
No escribo esto para recibir mensajes de
felicitación por mi libro, por ese gran logro, por que me atreví, o porque ya era hora que escribiera un
libro. Son lindas las felicitaciones y
lo hacen sentir a uno bien, se agradecen por supuesto.
Está ahí el texto y quien guste
adquirirlo sepa que es un libro de denuncia social, que está escrito con mi
sangre, y con cada poro de mi ser indocumentado, que no habla de maripositas en
el aire ni de los pétalos de las
margaritas.
Con este escrito he logrado vencer una
frustración que no sabía que existía, y
entendí por qué me negaba a escribir de mi libro, tenía miedo de regresar a mi
infancia y que en lugar de una hielera de helados tuviera un libro en las
manos que ofreciera a cuanta persona
pasara por el corredor del mercado, por este blog de hoy en día, así pensé que me vería escribiendo de mi
libro, que era como ofrecerlo como pan
recién salido del horno, como la fruta
en un puesto ambulante, como recibir las miradas de menosprecio con
las que tantos años atrás me fulminaron tantas personas que vieron
insignificante a una niña que vendía helados.
Y sentí vergüenza de pronto porque no
quería verme nuevamente necesitada, con hambre, con tantas preocupaciones de
adulto que me ensombrecieron la vida a
tan corta edad. Ese libro de cien hojas
ha desenmascarado un caos interno, tan profundo que no sabía que existía.
Nunca me he avergonzado de vender helados
en un mercado y de nada de lo que yo
soy, pero en mi infancia y adolescencia me llenó de frustración la indiferencia de los otros, y verme obligada a siempre gritar y poner
rostro alegre –como los payasos- para ofrecer mis helados, aunque por dentro me
estuviera muriendo, la necesidad tiene cara de chucho, dicen, y lo tengo
comprobado. Gritar y poner rostro
alegre me ayudó a sobrevivir a aquellos años en los que más que
vender los helados necesité abrazos y guía. Esa sonrisa mía que tanto atrae a
personas porque dicen que soy un ser de luz, para mí significa la resistencia,
mí propia resistencia invencible porque hasta en los momentos más agrios de mi
vida me he atrevido a sonreír, porque aun con hambre, con frío, doblegada y
vuelta escoria, he seguido creyendo que este mundo se puede cambiar y que yo
puedo aportar algo para que eso suceda.
Este libro es el sinónimo de mi hielera
de helados, no lo ofreceré, no perseguiré a las personas para que lo compren,
no pediré que me hagan el favor, que apoyen a la autora, que aporten, ni lo describiré como el mejor texto que
puedan adquirir.
Está ahí simplemente y si a ustedes les nace adquirirlo háganlo, no por
mí sino por los miles de invisibles a quienes yo estoy dando voz con esa
denuncia. Si no desea adquirirlo no lo
haga, nadie está manipulando, pidiendo, suplicando que invierta su dinero en ese
texto.
No he hecho ninguna presentación en
público porque no estoy dispuesta a recibir reconocimientos a cambio de mis
letras, -abundan las invitaciones de seres de ultratumba- y mucho menos a que oportunistas se cuelguen de ellas, que no lo he hecho yo que soy la creadora contimás dejaré
que otros las manoseen. Eso jamás. Si llega la
oportunidad de hacerlo será porque en espacio y tiempo, porque en
conciencia y entereza todo ha encajado. No dejaré que oportunistas aprovechen
la denuncia de una invisible para mancillar a los millones que aun no han
encontrado su voz. Disculpas que siga siendo tan recia y clara pero es que no
puedo ser de otra manera.
El libro está disponible en todas las
plataformas de Amazon.com y en los continentes donde ésta se publica. También
está en creatspace.com y en barnesandnoble.com
Tengo mi primer libro, no podía dejar de
compartir mi alegría con ustedes, tenía
que hacerlo a mi manera, silvestre y arrabalera. Por cierto, sucedió en agosto,
en el mes de los torrenciales, del jocote de corona y de la flor de chipilín en
mi natal Comapa. Tiempo de los gladiolos en la aldea donde de niña se
embelesaron mis ojos con las majestuosas
montañas verde botella. Tiempo de los
lodazales en el bulevar donde tantos años caminé con mi hielera de helados en
mi amada Ciudad Peronia. Tiempo de los girasoles, del canto de grillos y
chicharras y de luz de luciérnagas en el país donde hoy soy una inquilina.
Posdata: en vísperas está mi segundo libro Post Frontera. –Agarré
aviada-.
Ilka Oliva Corado.
Agosto 31 de 2014.
Estados Unidos.
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