Mario Roberto Morales |
Soñando con unificar el voto popular en una sola coalición política.
Como soñar no cuesta nada, soñemos con que Manuel Baldizón, Sandra Torres y Alfonso Portillo se unen con la Convergencia por la Revolución Democrática, y entre todos unifican el voto popular para las próximas elecciones impulsando a un candidato de su escogencia. Después de avalar la infame Ley Monsanto, la URNG y Winak quedan anulados como representantes de los intereses populares.
Aquello vale, claro, sólo como sueño. Porque en la realidad, Torres no puede unirse con sus pares mencionados debido a que no se lo permitiría el CACIF, y Portillo tampoco podría hacerlo porque el mismo CACIF le prometió no perseguirlo penalmente en Guatemala cuando regrese, a cambio de que apoye al candidato de la derecha, Alejandro Sinibaldi. Así las cosas, el voto popular participará dividido en las elecciones, sin que los votantes se percaten de la manipulación de la que son objeto, debido a la conveniente ignorancia en la que el poder oligárquico los mantiene por medio de la explotación, el entretenimiento banal y un sistema educativo pedagógicamente fraudulento.
Igual cosa puede decirse de las capas medias (rurales y urbanas), las cuales poseen una conciencia reaccionaria que nos les corresponde, pues no empata con sus aspiraciones ni con la imposibilidad estructural de que éstas se cumplan. Los partidos políticos tampoco se ocupan de concientizar a estas capas para que sean capaces de identificar sus intereses estratégicos y, en consecuencia, tampoco les proponen acciones que hagan avanzar la causa de sus explicables anhelos pequeñoburgueses.
La hegemonía oligárquica infesta la conciencia temerosa de la clase media, la cual, imitando a la oligarquía, mira comunistas hasta debajo de sus camas, y hace suyos los prejuicios oligárquicos suponiendo que los valores de esa élite cerrada e inculta son también los suyos. Las pobrerías, por su parte, aceptan (por hambre) los regalos clientelistas de los políticos, quienes de esa manera se aseguran sus votos, con los cuales negocian cuotas de poder con la oligarquía, el Ejército, el delito organizado y las iglesias.
Los votos de las capas medias y de los pobres son el capital político con el cual todos los aspirantes a nuevos ricos vía cargos públicos negocian, a fin de reptar mejor hacia los puestos de poder. Mientras, este voto popular permanece inconsciente de su potencial y, por ello, jamás pasa a ser conciencia crítica y movilización efectiva que respalde un proyecto de país a corto, mediano y largo plazo. Para esto haría falta una escuela de cuadros.
Los oligarcas ven este río revuelto como una oportunidad para construir conjuntos de mercados segmentados a fin de vender sus mercancías y servicios –como el de captar el dinero de las remesas que llegan de Estados Unidos– por medio de trámites bancarios y venta de banalidades. Con todo, el dinero de las remesas jamás se convierte en capital en las manos de quienes lo reciben y, por el contrario, se torna factor inflacionario y elemento que contribuye a consolidar la excluyente y ya inviable economía oligárquica.
Finalmente, la protesta social contra la devastadora actividad corporativo-transnacional-oligárquica y el crimen militarmente organizado es otra vertiente desperdiciada del voto popular. Por eso, como soñar no cuesta nada, soñemos con unificar ese torrente disperso para con él dotarnos de dignidad, autoestima y un futuro totalmente nuestro.
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