Factor Méndez Doninelli
El 29 de diciembre de 1996 se firmó el Acuerdo
de Paz firme y duradera, suscrito entre el Gobierno presidido por Álvaro Arzú y
los máximos representantes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca
URNG. Esa vez, estuve presente en el solemne acto realizado en el Palacio
Nacional. Ahora se conmemoran 20 años de ese histórico acontecimiento y también
asistí por gentil invitación de Víctor Hugo Godoy, Presidente de la Comisión
Presidencial en Derechos Humanos COPREDEH, al acto conmemorativo organizado por
el Gobierno.
El proceso de negociación entre la
insurgencia armada y los Gobernantes se desarrolló durante diez años 1986-1996,
tiempo durante el cual se lograron firmar 12 acuerdos entre operativos y
sustantivos. El Acuerdo de Paz firme y duradera, fue el último acuerdo
sustantivo que terminó el conflicto armado interno que durante 36 años, dejó un
saldo de miles de víctimas de las prácticas contrainsurgentes del Estado, particularmente
entre la población civil desarmada y con mayor brutalidad contra los pueblos
Mayas originarios.
Ese histórico 29 de diciembre de 1996, fue
para muchos ciudadanos de este país una especie de parte aguas. Un asomo de
esperanzas. Era la oportunidad que abría las puertas para construir y
consolidar un Estado democrático, respetuoso de las libertades y los derechos
fundamentales de las personas. La oportunidad para hacer despegar al país hacia
el desarrollo y alcanzar el bienestar común de la sociedad. La única y
excepcional oportunidad para consolidar la unidad nacional y revertir la
histórica situación de discriminación, racismo, desigualdad, injusticia,
analfabetismo, pobreza, desnutrición infantil. Fue el mismo Arzú, quien se
encargó de torpedear, bloquear, impedir y hacer fracasar los Acuerdos de Paz.
Veinte años después la oportunidad se ha
perdido, hoy como país y como sociedad estamos peor que antes, es sencillo y suficiente
ver y examinar los principales indicadores económico sociales, para darse
cuenta de la calamitosa y angustiosa situación que envuelve a grandes mayorías
de población marginada, excluida, explotada, tanto en áreas urbanas como
rurales. Una realidad incuestionable, que hasta los actuales Gobernantes
reconocen.
No quiero negar que hay avances, los hay,
pero muy pocos, entre éstos, la aprobación de algunas leyes, atención parcial a
víctimas e institucionalización de algunas instancias. Pesan más los
incumplimientos, en el tema agrario, en derechos de los pueblos originarios, en
fortalecimiento del poder civil, en participación ciudadana, en el sistema de
administración de justicia, sólo por mencionar algunos rezagos. Veinte años
después, el actual Gobernante Jimmy Morales, poco antes de cumplir un año de su
mandato, ha anunciado una agenda nacional para relanzar los Acuerdos de Paz y
el compromiso de cumplir con los
pendientes incluidos en tales acuerdos. Espero no sea una simple
declaración de buena voluntad.
Celebro el fin de la guerra, porque permitió
iniciar el desmantelamiento del perverso proyecto contrainsurgente, porque
transformó el uso de la violencia armada por el diálogo y la negociación
pacífica, porque sembró de esperanza a la población entera e inició el largo y
complejo camino para construir y consolidar la Paz social, aunque aún no llega.
Celebro el fin de la guerra, porque ahora
cuando se conmemora la Paz, se rinde homenaje a las víctimas, se recuerda el
sacrificio de muchos combatientes y los Gobernantes renuevan promesas
incumplidas. Celebro el fin de la guerra, porque las nuevas generaciones tienen
derecho a conocer las barbaries cometidas y velar para que nunca más vuelvan a
ocurrir.
http://lahora.gt/veinte-anos-despues/
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