Guatemala es un país religioso. Dios está hasta en la sopa.
“Reina” en el Estado, en la educación, en la política, en las instituciones, en
el barrio, en el pueblo, en el cielo. En todas partes. Aunque no creamos en Dios
no somos nunca ajenos a un: “Dios le bendiga”, “Dios vaya con usted”, “primero
Dios”, “gracias a Dios”, “a ver que dice Dios”, “¡ay Dios!”…
Fotografía de José Orozco/La Hora
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No se habla de Dios, simplemente se cree en él y ya. La libertad
de religión o de creencia es la base sobre la que uno debe pensar y detenerse
si se quiere cuestionar el monopolio del Dios cristiano, como quien dice “somos
libres de creer” y eso se debe respetar, lo cual me parecería muy lógico si esa
libertad existiera realmente… pero ¿cómo ejercer libremente nuestro derecho a
creer? si estamos atiborrados de un solo dios, o sea, condicionados pues.
Compartimos con los otros países de
la ahora América, el “fervor”, la “fe”, somos “el continente de Dios” y esto no
es una casualidad. En nuestra historia compartida, la religión ha sido una
herramienta fundamental de dominación. Es ideología. La colonia española tenía
como base ideológica el cristianismo, someter en el nombre de Dios. Creer en
Dios no puede ser una opción si en aceptarlo radicaba mantener la vida. La
iglesia utilizaba la culpa para justificar la violencia de la inquisición hacia
los indígenas, como quien dice lo merecíamos por herejes y salvajes.
La evangelización fue un canal para
la imposición ideológica colonial y simbólicamente fueron posicionando a su
dios. Los cerros, altares, templos y sitios importantes para los indígenas
fueron destruidos, quemados y sobre estos se edificaron las ermitas y las
iglesias. Los conquistadores se movilizaban en comitiva siempre integrada por
religiosos quienes incluso aprendieron los idiomas indígenas para hacer llegar
la doctrina de primera fuente.
Fotografía de José Orozco/La Hora
La resistencia de los indígenas era
tal que aparentaban “acceder” al bautizo y a la conversión para no ser acosados
mientras en la intimidad seguían manteniendo sus creencias; esto hizo que la
evangelización tuviera diferentes mecanismos. Por años, se implementaron
distintas estrategias de evangelización. “En México Tenochtitlán, cuando sintió
que tenía superioridad numérica, Cortés terminó por tomar posesión de una parte
del Templo Mayor para ponerle una cruz y una imagen de la Virgen”.
Los religiosos fueron los primeros
antropólogos en estas tierras. Idearon mecanismos para introducir el cristianismo.
La sustitución de dioses por la imagen de Jesús, la Virgen y los santos es
evidente en la caracterización incluso física de estas. Una virgen morena de
ojos achinados que se aparece en un cerro sagrado frente a un indígena, fue el
ícono de la colonización religiosa (espiritual).
El sincretismo fue otro de los
mecanismos. Quizá el más acertado de la colonización, porque después de todo
este tiempo permanece y sigue ejerciéndose. El sincretismo vino a ser como la
etapa posterior al exterminio, o sea la consolidación del proyecto conquistador
en donde prevalece lo europeo sobre lo “nativo” y a esto se le llama
(disimuladamente) mezcla. El sincretismo no tiene nada romántico ya que es la
materialización del sometimiento: “los indios aprendieron a ser sumisos al ver
que aquellos que se habían resistido o que habían intentado resistirse, sin
misericordia los esclavizaban y les marcaban el rostro con un hierro al rojo
vivo”… ¡así terminamos amando a Dios!
Muchas de la contradicciones tienen
sentido al entender el colonialismo. Las culturas indígenas fueron sometidas
con extrema violencia a un proceso de “domesticación”. Esa domesticación es
recordada hasta hoy a través de una serie de rituales que se encargan de que no
“olvidemos” cómo es que de seres de maíz terminamos siendo los inditos de la
virgen.
La religión y la doctrina militar
tienen mucho en común (y ambas fueron parte de la invasión colonial). Para
ambos la simbología es muy importante: imponer a través de la imagen, de lo que
se ve o es observable. Para los españoles también lo fue. Dominar lo intangible
pasa por dominar lo tangible. Imponerse debe ser tajante y ahora lo seguimos
viendo: una Mega-Frater o bien una “ciudad de Dios” con bandera de Guate de 985
mil quetzales.
Fotografía de José Orozco/La Hora
El racismo también necesita del
simbolismo para mantenerse. El sentido de superioridad e inferioridad se marca
a través de lo visible, en este caso de nuestra apariencia. La apariencia que
socialmente se tiene de los indígenas responde a estereotipos racistas. El
ladino sigue pensando en el indígena como irracional: me disfrazo de indio como
disfrazarme de cualquier cosa. El indígena necesita no olvidar que gracias a
Dios dejó de ser animalesco y que el amor de la Virgen es inmenso por los
indígenas de América, a tal punto que se dejó ver por uno de ellos.
La devoción es la justificación para
disfrazarse de indito. No se visten de indígenas o mayas, eso está claro,
porque no se tiene consciencia de cuantas culturas indígenas hay en este país,
conocer eso qué importa. Los mercados ya están abastecidos de disfraces. El 12
de diciembre, el día de la Virgen de Guadalupe, es una celebración cristiana
que se desarrolla en base a lo “indígena”: el retrato de la aceptación de la
ideología judeo-cristiana. Algo que tiene que ver directamente con el racismo
colonial que a través de instituciones como la Iglesia cumplió su objetivo de
“desidentificar a los pueblos indígenas de sus referentes principales
-religión, idioma, cosmogonía y costumbres- mediante la destrucción gradual y
sistemática de su pasado y de la implementación de los valores cristianos
occidentales” tal como explica Marta Elena Casaús en su libro “La Metamorfosis
del Racismo en Guatemala” (2002), a quien debo citar para corroborar al público
que lo que digo tiene sentido ¿?
Hasta hoy no he escuchado ni una sola
vez que alguien reconozca que un 12 de diciembre le hayan vestido de Achi’,
Q’anjob’al, Ixil u otros. Hasta ahora la Iglesia no reconoce su responsabilidad
en la historia. Mientras tanto los distintos pueblos: indígena, mestizo, ladino
y otros; comparten (de las pocas cosas) su creencia en Dios ¿acaso han cambiado
los tiempos?
1Stresser-Péan, Guy: El Sol-Dios y
Cristo. La cristianización de los indios de México vista desde la Sierra de
Puebla. CEMCA, CNCA y FCE. México 2011.
2 Ibíd.
Sandra Xinico Batz (1986, Patzún, Chimaltenango) Antropóloga maya
K’aqchikel, engasada con las letras, empecinada por la historia y obstinada en
que se escuche nuestra voz, la voz de los pueblos.
http://barrancopolis.com/un-ritual-sincreticamente-racista-los-inditos-de-la-virgen/
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