martes, 4 de abril de 2017

AL FUTURO CON OPTIMISMO.

Lucía Cuevas. © Jacob Russell
ANA LUCIA CUEVAS·MARTES, 4 DE ABRIL DE 2017

“La resiliencia es un proceso que engloba multitud de factores. 
Cuando una persona está pasando por una situación extrema o delicada influye la familia, el entorno, la situación económica, las amistades y por supuesto la misma persona. Esta consecución de elementos contribuyen a la persona o la comunidad a salir reforzada de ésa situación y por lo tanto aprender de ella.”
  
 Llega el 4 de abril y, como desde hace dieciecho años, coinciden para mi dos eventos importantes. 

Fue en ésta fecha, hace 32 años, que tres miembros de mi familia - Rosario, Augusto Rafael y Mynor fueron salvajemente asesinados en Guatemala. 
Fue en ésta fecha también que hace diecieocho años llegó al mundo, tarde y silenciosamente, mi única hija: Lulú.

Este año, Lulú llega a su mayoría de edad y desde hace varios días ha rondado en mis pensamientos un recuento de lo que ha sido su vida y pienso inevitablemente en la resiliencia. 

Lulú llegó al mundo mágicamente.  
Hasta ése momento yo había decidido no tener hijos. Pero mi regreso a Centroamerica después de un largo período de exilio me hizo cambiar de parecer. 

Unos meses antes de su nacimiento, había leído por primera vez un reporte detallado sobre la muerte de mis familiares. La descripción de la forma en cómo se habían encontrado sus cuerpos, particularmente el de nuestro pequeño sobrino de dos años me impactó profundamente. 

Me impactó tanto que involuntariamente afectó los primeros meses de la vida de mi hija. 
Sin embargo, poco a poco Lulú se instaló en nuestras vidas, con sus olores tiernos, sus diminutas manos, sus ojos negros y su inocencia, su presencia se convirtió poco a poco en un bálsamo renovador. 

Año y medio más tarde, su padre fue diagnosticado de cancer y éste fue el inicio de un viaje muy difícil físico y emocionalmente. Rápidamente regresamos a Europa. Aquí, durante 5 años vivimos juntos la muerte lenta de Bernard. Recuerdo con detalle fotográfico la última vez que la lleve a ver a su papá. Temerosa por el ruido de su respirar dificultoso, lo abrazó por última vez con una mezcla de miedo y tristeza en los ojos. 

En ése momento, Lulú tenía seis años y ya conocía la tristeza.  
Unos meses antes su prima Amanda, su 'madrina' de 16 años e hija de mi hermana Rosario había muerto en los brazos de su madre de un paro cardíaco.

Después de la muerte de Bernard, iniciamos la re construcción de la alegría y regularizamos su educación formal que hasta ése momento había sido intermitente. La vida retomó ‘forma’, apoyadas de cerca por mi madre Ruth, mi hermana Rosario y mi sobrina Gabriela. Retomé el trabajo y con 9 o 10 años, Lulú se convirtió en parte del equipo de Armadillo Producciones! 

Nuestros viajes de trabajo la llevaron a muchos y variados países.
En el 2011 presenció  en primera fila en el Palacio Nacional de Guatemala, como el gobierno de turno nos 'pedía perdón' por los crimenes cometidos contra nuestra familia durante la guerra. 

Con proyector bajo el brazo, recorrió con nosotros cines, centros culturales, festivales y universidades observando cómo le contabamos al mundo el dolor que había sufrido la gente durante la Guerra en Guatemala.

Hace tres años nuestro cielo se oscureció de nuevo. Gabriela, la hija mayor de Rosario, hermana de Amanda sufrió como ella un paro cardíaco y también murió. 
La idea del dolor de Rosario me provoca un dolor indescriptible. Para Lulú la muerte de Gaby, su única prima, a sido también muy dolorosa.

Hoy mi hija llega a su mayoría de edad y celebra escandalosa y alegremente, como ‘corresponde’ a cualquiera que llega a la edad de la ‘madurez’.
Es una mujer joven felíz, llena de vida y con una vision optimista del futuro.
Quiere estudiar biología, es una gran matemática y tiene la caricia más dulce que una madre pueda desear.
Estas lineas están llenas de recuentos tristes pero con ellas intento hacer una reflexión positiva. Mi propósito es, sobre todo, reconocer que si hoy mi hija es la persona íntegra y resiliente que conocemos es porque ha estado rodeada de personas que, a pesar de sus propios profundos e inexorables dolores, le han marcado el camino de la valentía, la lucha, el reto, la humanidad y sobre todo la ternura. A todas ellas va mi mas tierno y sincero agradecimiento!

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