ADELINA CAAL, MAMA MAQUIN
Por: Violeta Alfaro
“los recuerdos nos llaman/ siempre insisten/no soportan que los abandonemos/ y tienen toda la razón del mundo/porque son los ladrillos del pasado”. Mario Benedetti
Lunes 29 de mayo de 1978. La noticia me dejó atónita: más de cien campesinos kekchìs, hombres, mujeres y niños murieron esta mañana en Panzós cuando, soldados del ejército y algunos terratenientes locales abrieron fuego sobre una muchedumbre de unas 700 personas que, en reclamo de sus tierras manifestaron pacíficamente frente a la alcaldía municipal.
Los sobrevivientes huyeron hacia los montes o se lanzaron al río Polochic. Eran los últimos días del período presidencial del general Kjell Laugerud y, la masacre de Panzós, cuyo número total de víctimas se desconoce cuarenta años después, fue la ominosa señal de las grandes masacres y la Gran Represión que, bajo los gobiernos de los generales Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt habrían de desangrar a Guatemala por los cuatro costados.
¿Causas de la masacre? La tenencia de la tierra. De acuerdo con la Federación Autónoma Sindical de Guatemala, FASGUA, que en ese entonces congregaba a organizaciones obreras y campesinas, en 1965 el Instituto Nacional de Transformación Agraria, INTA, adjudicó tierras en propiedad comunitaria a varias familias campesinas, pero no les otorgó los títulos de propiedad.
Campesinos testigos, explican que la falta de títulos, facilitó que los terratenientes locales pudieran optar a la titulación supletoria para, mediante este mecanismo, despojarlos de sus tierras, revalorizadas por las inversiones en explotación del níquel principalmente y la política de desarrollo de la “Franja Transversal del Norte”.
El día de la masacre, los campesinos y sus familias, acudían a la alcaldía para obtener información que el alcalde municipal habría de darles en relación con una carta de la FASGUA enviada al funcionario. La versión del Ejército, del presidente Laugerud, y del INTA, fue que estos campesinos, respondían a una conspiración “castrocomunista” y habían atacado el destacamento militar de Panzós hiriendo a siete soldados. “Los verdaderos responsables de los sucedido en Panzòs tendrán que pagarla”, sentenció el presidente. Entre los primeros en “pagarla” estuvo la religiosa católica española Raymunda Alonzo, quien, acusada de agitadora igual que otros religiosos presentes en las Verapaces fue puesta presa en la cárcel de Santa Teresa y al día siguiente llevada a la frontera con El Salvador y expulsada de Guatemala.
Foto: Mauro Calanchina |
En ese marco, la información proveniente de Panzós revela y destaca que la lideresa de esta movilización campesina es una mujer: Adelina Caal, conocida también como Mamá Maquìn. Más que mis responsabilidades como redactora entonces de Inforpress Centroamericana, me induce a salir hacia Panzòs, la aspiración de conocer algo más sobre Adelina Caal. Con mi entrañable amiga, Amalia Irías, nos unimos a una Comisión de la Universidad de San Carlos, USAC, integrada por los abogados Antonio Argueta Beltrán y Johnny Dahinten, ambos asesores del Bufete Popular de la USAC y estuvimos en el pueblo pocos días después de los trágicos sucesos.
Fuimos a la casa de Adelina en el barrio La Soledad. No encontramos mucha gente con quien hablar en el sector; fueron los días en que los sobrevivientes de la masacre, incluidos familiares de Adelina, habían huido a los montes, muchos de ellos heridos y en riesgo de morir sin atención médica.
Según nos explicaron las personas amigas de Adelina que nos atendieron, la casa estaba como ella la dejó. Limpia, ordenada. En la troje, las mazorcas de maíz debidamente apiladas en adecuados espacios. Nos relataron que Adelina llevaba, durante la marcha, pegados a su pecho bajo el huipil, los documentos del INTA que acreditaban la adjudicación de la tierra a su nombre ò los nombres de sus comunidades. Intentó sacarlos antes de caer abatida por las balas de los soldados. Quiso mostrar sus documentos, pero de nada habría servido: las medidas a tomar contra los campesinos de las comunidades de Panzòs habían sido decididas con anticipación cuándo, a pedido de los terratenientes locales, se movilizó un día antes desde Zacapa un contingente de 150 soldados, pues en Panzòs no había destacamento militar.
Esa imagen de Mamá Maquin, sacando de su pecho los papeles probatorios de su derecho a la tierra, ha sido para mí “un pedazo de vida” en el recuerdo de Adelina. Vive en mi memoria, frente a ese pelotón de soldados y terratenientes armados, defendiendo la legitimidad de su posesión de la tierra; reivindicando la legalidad otorgada por el mismo Estado, para ella, sus hijos, sus nietos, su comunidad. Otras personas nos trajeron las imágenes que de Adelina guardaban en su corazón, hablándoles del valor de estar siempre unidos, mientras sentada desgranaba las mazorcas de maíz. En un gesto de confianza, nos entregaron la cédula de vecindad de Adelina, conteniendo esa única fotografía en papel mediante la cual hemos conocido como era físicamente su rostro. Por nuestra parte, es decir mía y de Amalia Irías, entregamos esa cédula a Johnny Dahinten y Antonio Argueta. Johnny fue asesinado dos años después de la masacre de Panzós frente al Bufete Popular de Universidad de San Carlos. Tono Argueta, mantuvo su compromiso con la causa campesina contribuyendo a la creación de la CONIC y falleció por causas naturales, si mal no recuerdo en el año 2008.
Dejamos el barrio La Soledad y nuestra búsqueda nos llevó a al alcalde de Panzós, Walter Overdick, entonces un hombre de más o menos cuarenta años, quien según nos relató, había hablado varias veces con Adelina y, en sus palabras, Mamá Maquin era una mujer “que veía en sus hijos la luz salvadora de su pueblo”.
Violeta Alfaro, Guatemala 29 de mayo 2018.
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