Enrique Castellanos | Política y sociedad / ENTRE LETRAS
Los nombres de la dignidad son flores cubriendo la loma, son llamas eternas danzando con el sol del ocaso. Los sueños simplemente no terminan nunca. ¡Son inclaudicables!… Por eso, las balas no detienen a los sueños, no rompen los ideales. Las ideas siguen… son tambores haciendo revolución.
Un día soleado de octubre enrumbo al sur viendo los volcanes en lontananza. Viento leve del norte evoca los noviembres de siempre. Juguetea el alma con la razón y los recuerdos. Irremediables llegan los despertares en la casona de antaño y la añorada faena de construir barriletes, mientras las milpas danzan al ritmo de los aires que descienden de los cerros. La niñez y la adolescencia pasan fugaces ante los ojos de la memoria.
Sigo caminando rumbo a la universidad. ¡Te advierto a mi lado! Nuestras mochilas se topan. También nuestros andares y nuestras ideas de futuro. Entre calles y esquinas charlamos. Llega el recuerdo de marejadas de palabras que brotaron entre aulas, corredores y atoles. Frente a la Rectoría, un murmullo emerge de la planicie posterior. Voces en la Plaza de los Mártires hablan del Monumento de la Victoria. Asomo los ojos y ahí estás…
En la plaza te vi. Andabas con la mochila al hombro y tu guitarra inseparable. Ibas rumbo al sol, pasando entre la gente, con la mirada en alto. Por los trazos de tus manos al viento, te imaginé componiendo una canción. Allá ibas como ruiseñor de corredor, poniéndole música a las palabras. Marcando el tiempo con chasquidos puntuales. Soltando notas cual jilguero en maizal, o mirlo cantor junto a la quebrada.
En la plaza te vi. Recuerdo las charlas sobre una educación popular para todos. Quizá fue el sueño más grande jamás nombrado. Una educación que fuera libre de escoger, libre de seguir; libre para quien la quisiera, para quien decidiera llegar a ella. Una educación que liberara. Desalienante de mentes. Una educación que devolviera la dignidad robada, la inocencia secuestrada.
En la plaza te vi. Caminabas con tus pasos sigilosos, a ras del viento. Insurgente, intransigente, revoltoso, agitador, librepensador, rebelde, montañero, sobre todo, revolucionario y libre.
En la plaza te vi. Llevabas la bandera en alto. Como siempre. ¿Cuál bandera?… la que crees que debe ser, la de los colores que quieras. La bandera es, en la que vos creés. La que te signifique raíz, convicción y sueños.
Al fondo… un discurso transcurre irredento, rebotando entre las baldosas grises y se pierde en los corredores del viento. Palabras bien organizadas denunciando el oprobio, la bajeza, la ignominia de una estrategia de exterminio de las ideas. La maquinaria del terror ni con todos los recursos a su antojo logró detener la vida. A la luz de los años, hoy sabemos que su naturaleza cobarde, no logró matar las ideas.
Ahora sabemos de la enorme desventaja que tuvo el pueblo trabajador, los estudiantes, las mujeres, que un día decidieron luchar motivados por su conciencia social, muchas veces forjada a la luz de duras condiciones de vida, de penas y sacrificios. Esa ventaja que tuvo el Estado, con todas sus fuerzas institucionales, aparatos legales y clandestinos y escuadrones de la muerte, más toda la maquinaria del terror, rebalsó de cobardía, se atoró de cobardía, pataleó de cobardía, vomitó cobardía, se cagó de cobardía. Como tener un tanque para controlar a un niño armado con un cuaderno (apuntándole permanentemente).
Ahora sabemos que la tortura, la desaparición y el secuestro fueron sus privilegiados mecanismos para vencer a la población civil indefensa. (Burda Doctrina de Seguridad Nacional). Ahora sabemos que su tristemente célebre maquinara del terror era una versión moderna y triste de la inquisición. El delito: pensar distinto, o simplemente pensar. ¿Efectos?: ausencia, exilio y sombra.
Tanta miseria en la estrecha mente de los esbirros, torturadores, atosigadores, inquisidores, rastreros, traidores, traicioneros. Pérfidos, apóstatas de la aurora. Desleales de la patria. Zombis de la nada. Alevosos, ignominiosos, buitres de la noche. Mortificadores de deseos, atormentadores de sueños. Verdugos infinitos de la muerte.
En la plaza te vi. Allá ibas sin claudicar a los sueños. Caminando por el Monumento a la Victoria (el espacio de memoria). Pude ver tu sonrisa en la distancia, libre y satisfecha. Los sueños simplemente no terminan nunca, son inclaudicables. Por eso las balas no detienen a los sueños, no rompen los ideales. Las ideas siguen… son tambores haciendo revolución.
Fotografía principal de Tania Castellanos.
Enrique Castellanos
Estudios de Historia, educador popular, promotor del desarrollo. Voluntario de cambios estructurales y utopías.
Entre letras
Correo: elcas24@yahoo.es
https://gazeta.gt/no-pudieron-matar-las-ideas/?fbclid=IwAR0FIOwYAmmeBhO8DADjpasZgJtfGZ9BsGGwI7iLlYWFgrmTVu1pzMRup90
No hay comentarios:
Publicar un comentario