El 22 de marzo fue declarado por Naciones Unidas como el día internacional del agua. Con esta declaración se confirma al agua como un derecho humano. A pesar de que este día debería servir para concientizar, se torna como una de las causas para la criminalización, más que un derecho para los pueblos originarios.
Por: Kajkoj Máximo Ba Tiul
El agua y otros bienes que hay en los territorios de los pueblos originarios, no se pueden entender de forma aislada a los otros bienes, como el aire, tierra, fuego, animales. Son interdependientes con las personas, los pueblos y la comunidad, como muy bien lo sostiene el texto constitucional que están discutiendo en Chile, sobre la naturaleza.
Los pueblos originarios no defendemos y ni cuidamos los bienes de la naturaleza solo porque es nuestra vida, sino porque ellos son nuestro origen. Tampoco lo defendemos y protegemos pensando en nuevos reglamentos que darán más importancia a las empresas y a los Estados, sino lo hacemos por son parte consustancial de nuestros territorios. No entendemos el agua, la tierra, el aire, el fuego de forma aislada, lo entendemos como bienes interdependientes y, por lo tanto, su defensa y protección, se debe hacer dentro del marco de la recuperación del territorio y, por ende, desde nuestro derecho a la autonomía. Los pueblos originarios por esa interdependencia que hay entre nosotros y los bienes de la naturaleza, tenemos como principio fundamental protegerlos, cuidarlos, administrarlos, para todos, de allí el sentido de comunitariedad.
Venimos de esa relación de energías y de fuerzas. Venimos de la fuerza del agua y de las otras energías que hay en la naturaleza: “Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo […] Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas, ni bosques: sólo el cielo existía […] No se manifestaba la faz de la tierra. Solo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión […] No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, sólo tranquilo. No había nada dotado de existencia […] No había movimiento, nada ocurría en el cielo. No había nada que estuviera levantado, sólo agua reposada, solo el mar apacible, sólo reposaba la soledad. Y es que no había nada todavía sólo había quietud y sosiego en la oscuridad de la noche. Sólo estaban Tz’aqol, Bitol; Tepew, Q’ukumatz, Alom, K’ajolom en el agua” (Popol Wuj).
Ahora que estamos ante el agotamiento de la naturaleza y de los bienes que ella tiene; Estados, empresas, ONG, líderes políticos, incluso hasta “supuestos” representantes indígenas, con enfoque conservacionista, están buscando la forma de legislar sobre el uso y el cuidado del agua. En Guatemala y en América Latina, hay iniciativas en este sentido. Lo que tienen en común es que apelan como fundamento el “derecho al agua”; unos desde el punto de vista mercantilista, cuidarlo y protegerlo para la gran empresa; otros desde una propuesta cosmogónica quieren legislar sobre el agua, para limitar el cuidado y “enseñar” a las comunidades a cuidarla y protegerla, cuando ha sido la norma tradicional de las comunidades. Ninguna de ellas, hace referencia a “demandar” a las empresas y Estados sobre la deuda histórica que tienen en cuanto al deterioro del agua y de otros bienes.
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