A decir verdad estoy maravillada con el mundo de la lectura que es literalmente nuevo para mí.
Absorta me he encontrado con lecturas realmente edificantes, columnas de periodistas que denuncian, que cuestionan, que tienen el aplomo de volver letras el sentir de un pueblo. La revelación de una minoría invisible. Que se detienen a observar la movilización del poder mediático y lo evidencian. Que se informan, que no escriben por llenar un espacio con la finalidad de mostrar la capacidad de su coeficiente intelectual en espera de halagos y reverencias. Que no difaman, que no se escabullen, que no actúan en expectativa de un reconocimiento que los lleve a la inmortalidad.
Periodistas que no son de medias tintas, que no utilizan el privilegio de la oportunidad para lucirse y obtener – a causa de conspirar- exclusivo beneficio personal. Una voz en una estación radial que no es parte de la masa oportunista. Un declaración en un noticiero que evidencia la corrupción.
No es sencillo ser periodista consecuente, quienes lo son incomodan al sistema, a las mafias, a los hampones que todo lo compran y todo lo venden con tal de obtener el poder y vivir en la soltura de la impunidad.
El periodista congruente no obedece, es rebelde, su expresión es rebelión. Se lee en las columnas de periódicos, en las bitácoras personales, en las redes sociales, en los medios independientes, se les ve en las calles, se les siente en la dignidad y en el agradecimiento.
Incontables los que por defender lo que es justo han perdido la vida. A cuántos ha enfosado la historia, a cuántos ha mancillado el sistema. Cuántos han sido torturados por negarse a revelar, por negarse a obedecer órdenes de ultratumba. A cuántos los desapareció la impunidad y sus nombres y sus denuncias lanzadas a las cunetas de una calle cualquiera. A cuántos se les degolló y su sangre formó ríos en la inadvertencia de las lluvias. Tanta sangre seca lloran las callejones de las viejas ciudades en remembranza de los Gorriones de Pecho Amarillo y de las Chicharras de Más de un Verano.
Los nombran las alboradas cuando se imprimen los matutinos donde también escriben los lastres que se arrodillan y venden su dignidad. Los que desde el privilegio son la boñiga fétida de la traición. Que acumulan fortunas porque han vendido la libertad por la sumisión. Que prefirieron ser parte de los desleales. La vena se respeta y se defiende con la vida. La voz no se esconde y no se calla, la voz es el elogio al privilegio de seguir resistiendo.
Cuántos han perdido el anhelo pero no la memoria. Cuántos han sido humillados y aún así han seguido en la vereda donde los escupen los delatores cuando los ven pasar bien pijeados pero con el pulso entero.
Son los que en sus letras y sin medios renglones afirman que la sangre es roja y no destiñe. Van por ahí con una libreta y un lapicero, con una cámara fotográfica, con un video, van por ahí con la ilusión a leguas marchita, bien pijeados pero continúan porque saben que reverdecerá en quienes los leen, en quienes los escuchan, en quienes los ven, en quienes los sienten en su indignidad y su lucha.
Son ellos pues canto de grillos, luz de luciérnagas, belleza de libélulas. Tienen el encanto de un pétalo de flor de anís, la mirada clara de un lago dormido, la sangre viva de una ola de mar en tempestad. Son trasparentes como las gotas de lluvia. Son espejos. Son puentes. Ellos son las columnas y tejados de todo un pueblo. No entienden de fronteras, ellos habitan los faroles del mundo entero porque son los quinqués que nos iluminan. Porque como dice una Chicharra Numen al referirse al compromiso de denunciar: “esto es para toda la vida.”
Gracias por existir, por su palabra, por sus voces, por el legado, por la semilla fértil, gracias por ser de los periodistas de una pieza. Que conste, esto lleva dedicatoria especial, que no cualquier hijo de vecina que porque tenga cartón crea que esta migrante indocumentada le dedica una sola de estas letras. ¡Papo!
Ilka Oliva Corado.
Noviembre 30 de 2014.
Estados Unidos.
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