HELMER VELÁSQUEZ
En este país, siempre ha sido un riesgo expresar o transmitir opinión; basta con hojear el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico para comprobar que la mayoría de asesinatos organizados y ejecutados por la dictadura militar se cometieron en contra de pregoneros de la buena nueva: el advenimiento de la democracia y el inexorable final de la dictadura. Se trató de personas que promovían organización social y económica, justicia e inclusión, es decir, promotores de una sociedad con ciudadanía plena; esa fue la razón de su muerte: eran personas capaces de emitir y generar opinión; intolerable aquello para la bota acuartelada.
Por razones de oficio y convicción muchos comunicadores sociales, siempre han estado en primera línea, bajo la torva mirada del opresor. Sin embargo, como en toda la viña del Señor en el gremio de los comunicadores hay quienes siguen el camino recto y otros el torcido: la ruta hacia las canonjías del poder, utilizando para el efecto, intelecto y medios para generar loas y erigir monumentos de papel o banda sonora a los sátrapas; afortunadamente, existen –para bien de la sociedad– periodistas, que se esfuerzan por objetividad en la noticia, el comentario y la opinión; parapetados en trincheras de ética, razón y justicia, decididos a señalar los yerros y arbitrariedades de los –temporales– administradores del poder político. En Guatemala: país de precaria democracia la actitud despótica de los gobernantes está desconcentrada y descentralizada, así Gobernadores, Alcaldes y funcionarios de nivel medio ejercen el poder con mano dura, en la oscuridad de su conciencia y despacho, ajenos a las críticas y suponiendo –erradamente– que su “sacrificio” en el ejercicio público debe ser reconocido y honrado; cualquier expresión en contrario, solo puede provenir –arguyen– de la oposición política o de los enemigos de la democracia, medida esta desde su particular concepto.
La ira que genera la crítica en el funcionario público le lleva al paroxismo, y amparado por la impunidad reinante, resuelve: asesinar la pluma, matando a quien la ejerce; en Suchitepéquez fue una bala oficiosa, activada por vernáculo sicario. En el caso de elPeriódico y la administración Pérez Molina, la estrategia –Presidencial– es la asfixia económica; el cerco para aislar anunciantes, so pena de colocarlos en lista negra y vedarles acceso a negocios públicos; se trata efectivamente de un crimen contra la libertad de expresión y prensa ejercido con guante blanco. Sin embargo, en términos sustantivos, el efecto buscado es el mismo: acallar la voz que señala el oprobio del sátrapa de turno.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150319/opinion/10098/La-dictadura-del-silencio.htm
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