foto tomada del internet |
Voy a
votar por la izquierda por necia…
La
derecha solo me sirve para escribir…
Voy
a votar por el pensamiento de izquierda…
No
por los “políticos” que hoy viven de los partidos de izquierda.
(fragmentos)
Por
Norma Chamalé1
¿Qué pasaría si las mujeres dejáramos de creer en los partidos
de izquierda? ¿Qué pasaría si todas nos desafiliáramos? ¿Sería diferente si al
final solo conformáramos un partido político de mujeres? Todo es
posible. No es tan difícil imaginar un partido solo de hombres. Hay quien
piensa que ya vivimos partidos masculinos dado que las decisiones son tomadas
principalmente por los que gobiernan los partidos de izquierda.
Sin entrar por el momento en una discusión filosófica de la naturaleza
o identidad de éstos, ubicaremos en la izquierda a la histórica Unidad
Revolucionaria Nacional Guatemalteca –URNG-, el joven Partido Político WINAQ, y
el más reciente pero no necesariamente nuevo, Convergencia por la Revolución
Democrática –CRD-. Con más o menos historia política, son estos partidos los
que hoy por hoy libran la batalla por ganarse el favor de una población;
inmersos en sus propios conflictos que son tema para otra discusión.
En la vida partidaria de izquierda como en el mundo entero, las
mujeres conformamos más del 50% de las afiliaciones. Aunque según nos comentan
mujeres afines a los partidos, no existen datos desagregados a lo interno o en
el Tribunal Supremo Electoral que lo confirmen, pero a ojo de buena cubera
cualquiera se da cuenta. Las mujeres engrosamos las marchas, los mítines,
talvez no las asambleas pues allí van representantes que regularmente son
hombres; pero sí hemos sido las más activas en los partidos y esa es una
afirmación popular que pocas personas se atreverían a refutar.
Pero ser mayoría en un partido político o en la vida en general no
implica que las mujeres tengamos acceso a cuotas de poder que garanticen ser
parte de las decisiones políticas fundamentales de los partidos; lo cual
únicamente es otro reflejo de lo profundo que se ha instalado el patriarcado en
nuestros seres, individuales y colectivos. Por ejemplo, la URNG cuenta en sus
más de veinte años de historia partidaria únicamente con una mujer como
secretaria general: la Comandante Lola; exceptuándola, ese es un privilegio que
conservan los hombres. ¿Por qué reproducir la estructura dominante? Falta de
capacidad de las mujeres seguro no es.
En fin. Las mujeres libramos batallas como parte de la militancia o
afinidad para con la izquierda. A lo interno, mujeres inteligentes y valiosas
se han desencantado por la abusivez, el acoso sexual o el menosprecio del que
han sido objeto por los machos dominantes miembros de los partidos políticos de
izquierda, desde secretarios generales o adjuntos hasta integrantes de base con
el mismo nivel de ellas; otras, luchadoras-persistentes, insisten en ser
parte de estas estructuras aunque en el camino casi confirman que las
decisiones al final de cuentas las toman ellos, su batalla más fuerte es contra
la decepción. En lo público, hay que explicarle a la gente por qué seguimos
creyendo en un partido que aparenta ser igual a los de derecha, por las decisiones
de sus diputados (hombres), por el silencio que a veces decide en momentos en
los que debería salir a las calles junto con los movimientos sociales, por las
actitudes de las figuras públicas, etc., hay que mantener la fe en medio de
todo.
Pero dice el dicho, tanto va el agua al cántaro hasta que lo rompe.
¿Qué pasaría realmente si las mujeres militantes y afines a los partidos de
izquierda nos cansáramos de la violencia machista que se vive en los partidos
de izquierda? En la vida privada, las mujeres deciden divorciarse, separarse,
denunciar, tirarlo todo y empezar de nuevo. Si las mujeres ya no creyéramos en
la izquierda partidista…
Morirían los partidos de izquierda en el
país. Si las mujeres de izquierda por fin caen en el desencanto y se van de los
partidos, el partido se queda vacío. Se va el debate, la otra forma de ver la
vida, la política, la economía, la educación, se va la crítica y la
autocrítica. El partido sin mujeres se volvería más conflictivo por las luchas
internas de poder entre hombres. Llamadas excéntricas y críticas, pero con
ellas se iría desde la tradicional taza de café con pan tostado y las flores en
el jardín de la sede, hasta el cuestionamiento al secretariado sobre la
dirección del partido, o la exigencia por el cumplimiento de los
estatutos. Si se muere también la afinidad se perdería gran parte del
trabajo político comunitario. Serían mítines pobres, no se alcanzaría el total
de votos necesarios para tener ni un diputado (hombre) y por lo tanto, el
partido se muere.
Todo sería igual. Las
decisiones las han tomado y casi las toman totalmente los hombres de los
partidos de izquierda. La mayoría han sido secretarios generales. La
mayoría de secretarios departamentales y municipales, si no su totalidad, han
sido hombres; y esto no necesariamente es una regla en piedra, pero las
decisiones, ante la ausencia de bases sólidas o estructuras que se respeten,
las toman los hombres que tienen a su vez, algún tipo de poder. Si las mujeres
se van, todo sigue igual, las decisiones no cambian. Los hombres notan la
ausencia de las mujeres hasta que no tienen un vaso limpio donde tomar agua, o
cuando no hay quien atienda la recepción.
Conformaríamos el partido político de las
mujeres de izquierda. Parecido a la propuesta hecha por una autora
famosa en El país de las mujeres2.
Las mujeres cansadas de ser relegadas y que su potencial, su inteligencia y su
trabajo no sea tomado en cuenta, deciden abandonar las filas del partido y
organizarse para hacer su propio partido. Uno que en principio se conforme por
estas mujeres valiosas pero que luche para hacer vida los principios que tanto
han defendido y buscado poner en práctica: la equidad, el respeto y la
complementariedad. Con el tiempo se integraron al partido hombres progresistas
que no creían que “ellas, por feministas estaban en contra de los hombres”.
Pero las mujeres creemos en el planteamiento de izquierda, somos de
izquierda, por lo mismo luchamos contra el capitalismo, contra su explotación
voraz y sus ansias de acumulación y muerte, contra el patriarcado doméstico,
económico, social y político, en las calles, dentro de los partidos políticos o
bien, en las urnas, porque creemos que la batalla se da en todos los frentes
para hacer valer nuestros derechos, aunque en algunos espacios “debería” ser
más fácil hacer vivo el principio de unidad, equidad y complementariedad, más
si estamos planteando lo que queremos para todo un país. Pero eso sí, no vamos
a esperar toda la vida a que las cosas cambien ni a reproducir románticamente
el dicho “me prometió que cambiaría” ¿o sí?
1.Norma Liliana Chamalé Patzán. Maya
Kaqchikel. Poeta, comunicadora alternativa e independiente, educadora
popular. ↩
2-libro publicado por Gioconda Belli ↩
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