El juicio que se inició el pasado 19 de marzo
en Ciudad de Guatemala contra el dictador golpista Efraín Ríos Montt y
su jefe de inteligencia militar, Mauricio Rodríguez Sánchez, señalados
como máximos responsables de la masacre contra los indígenas ixiles, fue
suspendido el 19 de abril por la Corte de Constitucionalidad (CC) de
Guatemala, que dictaminó continuar con la vista el 29 de abril.
La matanza de 1.771 indígenas ixiles y la violación masiva de mujeres de
este pueblo, y otras aberraciones, se perpetró entre los años 1982 y
1983 por el Ejército, a las órdenes del golpista Efraín Ríos Montt,
presidente del Gobierno de facto, y de su jefe de Inteligencia, Mauricio
Rodríguez.
Más de cien testigos han declarado durante los primeros 30 días de la
vista. La mayoría son mujeres ixiles supervivientes, que relataron a la
jueza Jazmín Barrios cómo fueron violadas, en presencia de sus hijos e
hijas, algunas menores de edad, que también fueron violadas por los
mismos militares que después prendían fuego a las viviendas con bebés y
adultos dentro. El relato de los hechos, ocurridos hace 31 años, ha sido
respaldado por los informes independientes de 61 peritos: abogados y
miembros de organizaciones no gubernamentales internacionales. Los
testimonios durante el juicio, que incluyen a militares arrepentidos,
han puesto al descubierto la política genocida de aniquilación de este
pueblo ixil.
El actual presidente, Otto Pérez, implicado
Pero a la ultraderecha guatemalteca le ha preocupado especialmente este último mes la declaración de Hugo Reyes, mecánico militar que operó en el área ixil en ese tiempo y que ha declarado por videoconferencia que: “Los militares y los soldados a las órdenes del mayor ‘Tito Arias’, conocido como Otto Pérez Molina (...), coordinaban la quema y saqueo de la gente para luego ejecutarlos”.
Tras este testimonio, Otto Pérez Molina, actual presidente de Guatemala, negó ante los medios de comunicación que tuviera algo que ver con ese apodo. Días después, el 25 de abril, reconoció que Tito Arias era su “seudónimo de guerra” y que fue enviado a la zona en misión militar. Pérez Molina en 1982 apoyó el golpe militar de Ríos Montt. El actual presidente guatemalteco era entonces oficial del Ejército y fue destinado al departamento del Quiché, al norte, a la zona conocida como el triángulo ixil (municipalidades de Nebaj, San Juan Cotzal y Chajul) donde se cometió la masacre que hoy se trata de juzgar en Guatemala. Pérez Molina se formó en la conocida Escuela de las Américas, la misma donde fueron entrenados otros militares que cometieron crímenes de lesa humanidad en otros países de Latinoamérica, como el general Videla en Argentina.
Violencia sexual La década de los ‘80 fue la etapa más desgarradora de la historia centroamericana, aunque el conflicto armado en Guatemala se extendió 36 años, entre 1960 y 1996. En marzo de 1982 cuando la oligarquía militar guatemalteca obtuvo el poder político, económico y social a través de un golpe de Estado, encabezado por Efraín Ríos Montt. La represión se sistematizó a través de las Patrullas de Autodefensa Civil, controladas por los escuadrones de la muerte, que impusieron una política de violencia y tierra quemada. Durante este periodo, el Ejército y los paramilitares cometieron matanzas como las de Nebaj, en el departamento del Quiché, contra diferentes comunidades del triángulo ixil.
Los militares atentaron contra ciertos grupos indígenas, principalmente ixiles. Todas las personas de esta comunidad fueron sometidas, torturadas, violadas y muchas asesinadas. Arrasaron sus pueblos parcial o totalmente; adoptaron medidas destinadas a impedir nacimientos, como agresiones a mujeres embarazadas a las que se les abría el vientre, se les sacaba el feto estrellándolo contra los árboles; se trasladaba por la fuerza a niños y perpetraron una violencia sexual sistemática contra las mujeres.
¿Por qué este genocidio?
Marta Casaús Arzú, politóloga e historiadora que ha investigado el racismo en Guatemala ha documentado los hechos, explica que el proceso genocida tiene varias fases. En el caso de Guatemala, la primera fase se establece por el desarrollo histórico del prejuicio racial y étnico en contra de los indígenas. La guerra trae nuevas formas de nombrarlos: “Subversivos, comunistas, guerrilleros o no normalizables”. La intención es volverlos “normales”, “borrarles lo ixil y ladinizarlos [hispanizarlos]”, señala Casaús. Para eso, argumenta que se recurre a todas las tecnologías del poder para construir “este imaginario” sobre los indígenas. La segunda fase se da con una campaña de hostigamiento por considerar que el “otro” es el culpable de los males, asociando al indígena con la guerrilla. Los planes “victoria”, “firmeza”, “Sofía [centro administrativo]” consideran a las comunidades ixiles según la lógica de persecución del enemigo interno. La tercera fase se refiere al exterminio de un grupo étnico, y se lleva a cabo con “la protocolarización de la violencia”. Casaús señala que la cuarta y última fase del genocidio trae una fuerte carga de racismo y de estigmatización del otro como ser inferior. Los testimonios y peritajes presentados en el juicio muestran que Ríos Montt y Rodríguez Sánchez, al mando de las fuerzas militares, cometieron estos atropellos.
La sonrisa de los militares acusados por la muerte de más de 1.000 indígenas ixiles, en 16 matanzas colectivas diferentes, pone de relieve la impunidad de los responsables de las más de 200.000 muertes que dejó el conflicto en Guatemala según la Comisión de Esclarecimiento Histórico. La documentalista Lucía Cuevas, cuyo hermano y cuñada fueron asesinados en los años ‘80, dice: “Cada caso es el eco del dolor de mucha gente, el eco de miles de historias similares”. Así también han repetido otras mujeres en algunas pancartas estos días del juicio: “Su verdad es nuestra verdad, la violencia sexual es genocidio”. También el investigador Marko Chib’alam-Carrillo, de la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales, afirma: “Nosotras, todas somos ixiles”.
MARISA RUIZ TREJO / ÁLVARO RUIZ RODILLA. Madrid 06/05/13
http://www.feministas.org/spip.php?article693
El actual presidente, Otto Pérez, implicado
Pero a la ultraderecha guatemalteca le ha preocupado especialmente este último mes la declaración de Hugo Reyes, mecánico militar que operó en el área ixil en ese tiempo y que ha declarado por videoconferencia que: “Los militares y los soldados a las órdenes del mayor ‘Tito Arias’, conocido como Otto Pérez Molina (...), coordinaban la quema y saqueo de la gente para luego ejecutarlos”.
Tras este testimonio, Otto Pérez Molina, actual presidente de Guatemala, negó ante los medios de comunicación que tuviera algo que ver con ese apodo. Días después, el 25 de abril, reconoció que Tito Arias era su “seudónimo de guerra” y que fue enviado a la zona en misión militar. Pérez Molina en 1982 apoyó el golpe militar de Ríos Montt. El actual presidente guatemalteco era entonces oficial del Ejército y fue destinado al departamento del Quiché, al norte, a la zona conocida como el triángulo ixil (municipalidades de Nebaj, San Juan Cotzal y Chajul) donde se cometió la masacre que hoy se trata de juzgar en Guatemala. Pérez Molina se formó en la conocida Escuela de las Américas, la misma donde fueron entrenados otros militares que cometieron crímenes de lesa humanidad en otros países de Latinoamérica, como el general Videla en Argentina.
Violencia sexual La década de los ‘80 fue la etapa más desgarradora de la historia centroamericana, aunque el conflicto armado en Guatemala se extendió 36 años, entre 1960 y 1996. En marzo de 1982 cuando la oligarquía militar guatemalteca obtuvo el poder político, económico y social a través de un golpe de Estado, encabezado por Efraín Ríos Montt. La represión se sistematizó a través de las Patrullas de Autodefensa Civil, controladas por los escuadrones de la muerte, que impusieron una política de violencia y tierra quemada. Durante este periodo, el Ejército y los paramilitares cometieron matanzas como las de Nebaj, en el departamento del Quiché, contra diferentes comunidades del triángulo ixil.
Los militares atentaron contra ciertos grupos indígenas, principalmente ixiles. Todas las personas de esta comunidad fueron sometidas, torturadas, violadas y muchas asesinadas. Arrasaron sus pueblos parcial o totalmente; adoptaron medidas destinadas a impedir nacimientos, como agresiones a mujeres embarazadas a las que se les abría el vientre, se les sacaba el feto estrellándolo contra los árboles; se trasladaba por la fuerza a niños y perpetraron una violencia sexual sistemática contra las mujeres.
¿Por qué este genocidio?
Marta Casaús Arzú, politóloga e historiadora que ha investigado el racismo en Guatemala ha documentado los hechos, explica que el proceso genocida tiene varias fases. En el caso de Guatemala, la primera fase se establece por el desarrollo histórico del prejuicio racial y étnico en contra de los indígenas. La guerra trae nuevas formas de nombrarlos: “Subversivos, comunistas, guerrilleros o no normalizables”. La intención es volverlos “normales”, “borrarles lo ixil y ladinizarlos [hispanizarlos]”, señala Casaús. Para eso, argumenta que se recurre a todas las tecnologías del poder para construir “este imaginario” sobre los indígenas. La segunda fase se da con una campaña de hostigamiento por considerar que el “otro” es el culpable de los males, asociando al indígena con la guerrilla. Los planes “victoria”, “firmeza”, “Sofía [centro administrativo]” consideran a las comunidades ixiles según la lógica de persecución del enemigo interno. La tercera fase se refiere al exterminio de un grupo étnico, y se lleva a cabo con “la protocolarización de la violencia”. Casaús señala que la cuarta y última fase del genocidio trae una fuerte carga de racismo y de estigmatización del otro como ser inferior. Los testimonios y peritajes presentados en el juicio muestran que Ríos Montt y Rodríguez Sánchez, al mando de las fuerzas militares, cometieron estos atropellos.
La sonrisa de los militares acusados por la muerte de más de 1.000 indígenas ixiles, en 16 matanzas colectivas diferentes, pone de relieve la impunidad de los responsables de las más de 200.000 muertes que dejó el conflicto en Guatemala según la Comisión de Esclarecimiento Histórico. La documentalista Lucía Cuevas, cuyo hermano y cuñada fueron asesinados en los años ‘80, dice: “Cada caso es el eco del dolor de mucha gente, el eco de miles de historias similares”. Así también han repetido otras mujeres en algunas pancartas estos días del juicio: “Su verdad es nuestra verdad, la violencia sexual es genocidio”. También el investigador Marko Chib’alam-Carrillo, de la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales, afirma: “Nosotras, todas somos ixiles”.
MARISA RUIZ TREJO / ÁLVARO RUIZ RODILLA. Madrid 06/05/13
http://www.feministas.org/spip.php?article693
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