Hace 36 años, fruto de un trabajo paciente y esforzado que se realizó en distintos lugares del país desde inicio de los años setenta, se celebró la Primera Asamblea de nuestra organización que decidió el nombre de Comité de Unidad Campesina. En esa histórica asamblea, definimos como objetivo estratégico “Arrancar de Raíz la Injusticia y el Sistema Excluyente y Explotador”, creamos nuestro logo y consigna: “Cabeza Clara, Corazón Solidario y Puño Combativo”. Definimos que como organización debemos de tener “Cabeza clara” porque tenemos una línea, un Norte, sabemos la realidad que vivimos y que nuestras demandas tendrán solución definitiva cuando logremos cambiar de raíz esta sociedad; “Corazón Solidario”, porque nuestra lucha no es sólo de los campesinos sino de todas y todos, y en la práctica nuestras manos deben alcanzar la de todas y todos los oprimidos y explotados; “Puño Combativo”, porque la realidad nos impone que, ni de rodillas, ni pidiendo favores se van a conseguir los cambios, se necesita luchar porque se respeten nuestros derechos y para construir una nueva sociedad. Días después salimos a luz pública en la manifestación del 1º. de Mayo de 1978, inaugurando una nueva fase de lucha de los Pueblos Originarios y comunidades campesinas de Guatemala.
Las
demandas con las que nacimos, partían de las necesidades sentidas de nuestros
pueblos y nos llevaron a luchar en contra de las inhumanas condiciones
laborales en las fincas de la Costa Sur, en contra del despojo de la tierra, en
contra de las masivas violaciones a los derechos humanos que se vivía en el
campo y en la ciudad.
Las Huellas y Aportes
del CUC en la Historia.
Desde
que nacimos en aquella lejana fecha del 15 de abril del 1978, los hombres y
mujeres, jóvenes y niños que conformamos el Comité de Unidad Campesina, hemos
recorrido un largo camino en nuestra lucha por la justicia, una verdadera democracia,
un sistema social y económico que distribuya equitativamente la riqueza
generada por las y los trabajadores, las manos campesinas y los pueblos
originarios.
A
lo largo de nuestra historia hemos librado importantes luchas a favor de la vida;
hemos dado significativos aportes al país desnudando la naturaleza del sistema
de dominación; apoyamos las justas luchas del Pueblo reivindicando la
solidaridad; construimos propuestas y
creamos, a través de nuestra experiencia y reflexión crítica, conocimientos puestos al servicio de quienes
comparten nuestro anhelo por cambiar de raíz este sistema capitalista,
patriarcal, racista y opresor.
En
un contexto de dictadura militar en el año de 1980, organizamos conjuntamente
con otras organizaciones hermanas de sindicalistas, estudiantes y otros
sectores populares, la primera e
histórica Huelga de la Costa Sur en la que participamos más de 80 mil trabajadores permanentes de
ingenios, voluntarios y trabajadores temporales del altiplano. Como resultado
de esta lucha logramos que se aumentara el salario mínimo de Q 1.12 a Q3.20, lo
que significó un incremento de casi un 200% y aun así no cubría las necesidades
básicas.
A
través de nuestra representación internacional denunciamos las masivas
violaciones a los derechos humanos y comenzamos a participar en las instancias
internacionales de derechos de los pueblos indígenas como el Consejo
Internacional de Tratado Indios (CITI), con presencia en Naciones Unidas.
A
principios de los años noventa participamos en la Campaña Continental 500 años
de Resistencia Indígena, Negra y Popular que fue la plataforma que posibilitó
que Rigoberta Menchú recibiera el Premio Nobel de la Paz; también fuimos parte
de las organizaciones que fundaron la CLOC-Vía Campesina, alianza campesina
internacional y continental. A nivel nacional nuestra organización ha sido
semilla que contribuyó al surgimiento de otras organizaciones campesinas, de
mujeres, de desplazados y otras. Contribuimos también a la creación de varias
coordinaciones como Majawil Q’ij, COPMAGUA, Nukuj Ajpop y CNOC que se convirtió
en una importante plataforma para la construcción de propuestas de políticas e
iniciativas de leyes relativas al catastro, seguridad alimentaria y
nutricional, desarrollo rural, la reforma agraria y soberanía alimentaria.
Como
organización aportamos al proceso de paz en la Asamblea de la Sociedad Civil, y
posteriormente como parte del movimiento campesino organizado impulsamos
luchas, participamos en las mesas de seguimiento y aportamos a la construcción
de la institucionalidad agraria para empujar que se concretaran los acuerdos de
identidad y derechos de los pueblos indígenas y el de desarrollo socioeconómico
y situación agraria. En este sentido, contribuimos a que el desarrollo
rural se convirtiera en un tema de
agenda nacional.
La
falta de cumplimiento de los acuerdos de paz, la agudización de la situación
del hambre en el campo, las nuevas formas de despojo de la Madre Tierra y los
desalojos violentos, además de la firma del Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos, en el año 2005, nos llevaron a concluir que el actual momento
histórico necesita una estrategia para enfrentar la concentración de capitales
y la imposición del modelo extractivista y lograr abrirle paso, en las
condiciones actuales, a la construcción de un modelo económico, social,
político y cultural alternativo.
Hemos
logrado recuperar más de 25 mil manzanas de tierra que pasaran a manos de más
de 4,000 familias de campesinos y campesinas sin tierra. Fruto de esa tierra
que recuperamos y con otras ayudas que obtuvimos, cuando fue el Huracán Stán,
pudimos apoyar con alimentos, medicinas y reconstrucción a más de tres mil
familias en 75 comunidades de 8 departamentos afectados y de la misma manera,
con otros desastres naturales hemos llevado ayuda a familias indígenas y
campesinas afectadas, en las regiones donde tenemos presencia. Hemos
desarrollado programas de alfabetización para mujeres, formado y capacitado a
cientos de campesinas y campesinos, aportamos asistencia técnica a cientos de
familias; brindamos asesoría jurídica para las comunidades que luchan por la
tierra o que por esa misma lucha, han sido injustamente acusadas.
Brindamos solidaridad, en lo que nos es
posible, a otras comunidades y organizaciones con quienes compartimos luchas y
sueños.
Estos
logros, que tenemos que profundizar, han sido posibles por el esfuerzo de las
comunidades organizadas y gracias al apoyo de organizaciones hermanas y la solidaridad internacional. Al hacer este
recuento, queremos expresar que la lucha combativa y organizada es la que nos
ha permitido obtener frutos y es, por ahora, el único camino que tenemos para
obtener victorias y para que nuestras demandas sean respondidas, pero las
condiciones actuales no nos permiten, ni garantizan que nuestra situación
cambie.
La situación que
vivimos en el campo y ciudades no se aguanta más.
Hermanos
y Hermanas del campo y las ciudades, este país en el que día a día nos
levantamos para trabajar, estudiar o sobrevivir, no es el país que queremos
para nuestras hijas e hijos; nos lo han arrebatado y nos están dejando lo peor
para vivir. En lugar de tener tranquilidad, la muerte camina en nuestras calles
y veredas fruto de una violencia imparable. Si acudimos a las autoridades, nos
topamos con que en la mayoría de los casos, no hacen nada, no pueden hacer nada
o se han corrompido y son parte del sistema de muerte en el que vivimos.
Seguimos
sembrando y cosechando en las mismas parcelas que cada vez se hacen más
pequeñas cuando pasan de padres a hijos. Nuestros productos se venden baratos porque no se reconoce el trabajo de
campesinas y campesinos, pero lo que compramos en tiendas y mercados no deja de
subir de precio. El abono se hace cada vez más caro y cada año rinde menos
porque en realidad va matando a la Madre Tierra. Unos pocos siguen acaparando
las mejores y más grandes tierras y a nosotras y nosotros nos van quedando las
laderas, la tierra poco fértil o de plano no tenemos tierra, mientras ante
nuestros ojos, crecen las fincas con caña de azúcar, palma africana, banano y hule; además se roban el agua de los ríos para
regar esa producción y en verano a nuestras comunidades cada vez llega menos
agua y cada invierno se dan más inundaciones.
Los
bosques y montañas que nuestros antepasados cuidaron, ahora nos los están
arrebatando las empresas mineras o petroleras; el agua que va quedando en
nuestros ríos, las empresas hidroeléctricas quieren acapararla para producir
electricidad que nunca llegará a las casas de las comunidades que fueron
despojadas para construir las represas. Jamás consultan a nuestras comunidades
sobre estos proyectos y cuando nos expresamos, no reconocen nuestra voluntad
soberana.
Nuestros
derechos existen en el papel porque la realidad es que día a día vivimos los
abusos de los que concentran el poder. Si buscamos trabajo, cuesta mucho
encontrarlo; si lo encontramos, es mal pagado o tenemos que trabajar desde la
madrugada hasta el anochecer o bien en varios trabajos para tener un ingreso
que nos permita medio cubrir nuestras necesidades; hace muchos años que la
jornada de 8 horas desapareció. No existen derechos para los trabajadores y
trabajadoras del campo y de la ciudad.
Muchos
hermanos y hermanas se han trasladado a las ciudades pensando que se puede
tener mejor trabajo y al final terminamos mal viviendo en cuartos y casas
alquilados, no tenemos vivienda y no contamos con servicios decentes como agua,
drenajes y energía eléctrica, pero lo que sí existe para nosotras y nosotros es
el pago puntual del alquiler, del agua, de la energía eléctrica.
Aunque
ha aumentado la cantidad de escuelas primaria, esas escuelas a donde van
nuestros hijas e hijos están en mal estado, tienen pocos maestros, los
materiales y útiles escolares cada año son más caros y al terminar la primaria
existen muy pocos lugares para seguir estudios de secundaria. La educación es
cara y no llega a todas y todos.
Nuestras
familias van a los hospitales a morirse porque en ellos no hay medicinas, no
hay suficientes doctores o no hay donde hacerse exámenes. Después de esperar
horas y horas para ser atendidos nos dan una receta con medicinas carísimas o
nos mandan a hacer exámenes a otro lado porque el equipo no funciona; la salud
pública que pagamos con nuestros impuestos es de lo peor porque tenemos más de
50 años que ningún gobierno realmente le ha importado la salud del pueblo.
Si
protestamos por todas estas injusticias, nos acusan, nos persiguen y nos meten
a la cárcel. Los grandes medios de comunicación que también están concentrados
en pocas manos, en lugar de dar a conocer las causas por las que protestamos y
cuáles son nuestras demandas, tratan de hacernos aparecer como delincuentes y buscan
que nuestros mismos hermanos y hermanas de las ciudades, que sufren las mismas
injusticias, nos llamen bochincheros y haraganes, sin darse cuenta que nuestras
razones son las mismas que les afectan y por lo tanto, deberían de sumarse a
esas luchas. Ahora nuevamente la represión es la forma como responden a
nuestras demandas, nos reprimen porque quieren debilitarnos, desunirnos,
aislarnos y sembrar el miedo para poder seguir apropiándose de las riquezas del
país que beneficiarán solamente a unos cuantos. Hacen eso porque saben que
desunidos es más fácil quebrarnos, porque quieren que nuestra voz se silencie y
porque le tienen miedo a la fuerza que tenemos, que es la fuerza organizada del
Pueblo.
La
llegada de un exmilitar a la presidencia y un partido de derecha que domina
distintas instituciones del Estado, ha dado lugar a un proceso de
remilitarización que tiene como expresiones visibles la reapertura de bases y
destacamentos militares; el despliegue de efectivos militares en distintos
lugares del territorio nacional con el pretexto del combate al crimen
organizado y el narcotráfico pero que en realidad se hace para proteger los
intereses de los grandes ricos y nuevamente la intervención del ejército que se
usa en contra de la población, con el fin de enfrentar las luchas sociales; el
resultado de esta política otra vez ha llevado a la muerte, como le sucedida
con nuestros hermanos y hermanas de Totonicapán. Sin embargo esta
militarización no se queda allí, también implica que fondos públicos, que
deberían de utilizarse para atender las demandas de la población más necesitada,
sean destinados al ejército; hay una creciente presencia de exoficiales al
frente de instituciones estatales civiles y se impulsa una campaña destinada a
legitimar la presencia de un ejército que históricamente ha estado involucrado
en las más graves violaciones a los derechos humanos.
Cuando
alguna vez logramos que un gobernante nos atiendan, lo único que hacen es crear
mesas de diálogo y nos prometen soluciones que nunca se cumplen; pasan los
años, cambian los funcionarios y nuestras demandas siguen siendo las mismas.
Después del gobierno de Árbenz, ningún gobierno ha velado realmente por el
Pueblo; a los políticos solo les interesa usarnos como escalera para llegar a
la presidencia, el congreso o la municipalidad, porque llegan a esos cargos
para hacer negocios, enriquecerse más, seguir vendiendo las riquezas de nuestro
país a los extranjeros y recuperar lo que invirtieron en las campañas
electorales; la corrupción es la sangre que circula por todo el sistema
político. Si pedimos leyes para el pueblo, son bloqueadas, dicen que siembran
la división y pasan los años sin que se aprueben, mientras tanto, las leyes que
benefician a los grandes empresarios se aprueban con rapidez y la mayoría de
las veces sin que el Pueblo sepa que los de siempre tienen nuevos privilegios.
Si
buscamos los tribunales para exigir que se cumplan los derechos y que la ley
sea pareja para todos, resulta que los que están en los juzgados son los que
defienden a los poderosos o son los mismos políticos corruptos que han sido
escogidos para mantener la corrupción; las leyes en la práctica no son iguales
para todos y menos aún si es una mujer la que llega a exigir justicia, porque
en esta Guatemala de la injusticia, lo más difícil, las mayores injusticias quedan
para las mujeres. La justicia es lo que menos se ve en los juzgados.
El
año pasado a partir del juicio por genocidio y la histórica condena a 80 años
de cárcel al exdictador Ríos Montt, exoficiales del ejército responsables de
graves violaciones a los derechos humanos y las principales familias de ricos
que históricamente han decidido los destinos de éste país porque se creen los
dueños de Guatemala, han unificado esfuerzos y lanzado una estrategia con dos
componentes principales. Uno va dirigido a mantener la impunidad, tergiversar y
acabar con la memoria histórica y que nadie se atreva a pedir justicia por las
violaciones, pasadas y presentes, a los derechos humanos. Por eso promueven el
odio y llaman “terrorista” o “comunista” a todo aquel que lucha por la justicia
y en contra de la impunidad; por eso se atacan a las pocas personas que en
sistema judicial se han atrevido a respetar la justicia.
El
otro componente busca imponer, por medio de la represión, un modelo económico y
social basado en el impulso de actividades mineras y petroleras, la
construcción de megaproyectos hidroeléctricos y los monocultivos para
agrocombustibles. Para ello, han lanzado campañas represivas y en los medios de
comunicación, en contra de
organizaciones, comunidades y pueblos que se oponen a este modelo de despojo. En
este marco nuestra organización está enfrentando una ofensiva por parte de las
principales familias ricachonas y poderes oscuros. Por esta razón, desde el año
2000 a la fecha 44 compañeros y compañeras del CUC han sido asesinados y, desde
el año 2011, se ha dado un incremento a los asesinatos, amenazas, desalojos
violentos, criminalización, detención y encarcelamiento, a los que se suman
planes de desprestigio, difamación, calumnias que buscan deslegitimar nuestros
36 años de lucha. Estas campañas se han desarrollado a través de columnas en
medios escritos, pasquines, programas televisivos, radiales, así como una
guerra mediática a través de los medios electrónicos, que promueven el odio,
racismo, polarización y terror.
Ya es tiempo que
todas y todos nos levantemos
Este
sistema de muerte nos oprime, nos exprime, nos discrimina y no nos deja vivir
en paz. Este país que han construido los ricos es solo para ellos y sus hijos,
para nosotros y nosotras han dejado lo peor, para nosotras y nosotros no han
dejado nada.
La
situación que vivimos en el campo y las ciudades, no se puede aguantar más; ya
es tiempo que nos quitemos la opresión que no nos deja vivir; ya es tiempo de
que todos nos levantemos, ya es tiempo de parar los abusos de los grandes
empresarios nacionales y extranjeros, gobernantes, funcionarios y políticos
corruptos; ya es tiempo de impedir la imposición de las medidas y políticas que
solo a ellos benefician.
Para
detener este sistema de muerte estamos proponiendo a los pueblos, comunidades,
organizaciones y personas de buena voluntad que unamos nuestros esfuerzos para
formar una fuerza popular, política y de plena participación democrática que
nos permita construir el país que queremos para nuestras hijas e hijos; que
haga respetar los derechos y la voluntad popular, en resumen, que le arrebate
el poder a los ricos y su gobierno y construya el poder del Pueblo.
Solamente
por medio de una fuerza organizada, popular y democrática podemos evitar que se
sigan cerrando los espacios de participación, que se siga militarizando el
país, que sigan poniendo en venta nuestros territorios y que se consolide este
sistema de muerte y dominación. Necesitamos
construir esa fuerza social para transformar la situación en la que vivimos y
comenzar a generar cambios que sean en beneficio del Pueblo; solo así podremos
decirle a todos los que se enriquecen con nuestro trabajo y nuestro sudor:
¡Basta ya!; ¡No más abusos e injusticias contra el Pueblo!; ¡no más violación a
nuestros derechos!; ¡No más despojos en los territorios de nuestros pueblos!
Solo la fuerza del
pueblo organizado, hace valer nuestros derechos.
A
pesar de las enormes dificultades, los Pueblos Originarios, comunidades y
organizaciones estamos en permanente lucha y hemos tenido victorias
significativas. Más de 70 consultas comunitarias, en las que han participado
más de dos millones de mujeres y hombres de distintas edades, que de forma
contundente han expresado su rechazo tajante al despojo de nuestros territorios;
se han detenido procesos de explotación minera como sucede en La Puya y de
construcción de hidroeléctricas, cientos de familias campesinas han recuperado
tierra y a lo largo y ancho del país, cientos de comunidades defienden el
territorio.
Con
la experiencia que hemos ido acumulando, tenemos que ir formando esta fuerza
del Pueblo desde los caseríos, cantones, barrios y colonias; debe ser una
fuerza que unifique todas las causas particulares en una gran causa común,
donde todas y todos nos sintamos presentes y representados; debe ser una fuerza
organizada y popular que se movilice permanentemente para volver a traer
seguridad a nuestras comunidades y barrios; que recupere la tierra en beneficio
de las y los campesinos e impida que se siga concentrando tierra en pocas
manos; que detenga el despojo de la
Madre Tierra; debe ser una fuerza del pueblo que haga valer nuestros derechos,
que no permita que nos roben el fruto de nuestro trabajo y que se pisotee
nuestra dignidad.
Debemos
unir los distintos ríos de nuestras luchas, para hacer un río fuerte y
caudaloso que comience a establecer nuevas relaciones de poder en el campo y la
ciudad; que donde estemos presentes, sea el Pueblo el que mande y se respete y
recupere los distintos saberes y conocimientos populares para ir construyendo
una nueva forma de educación para nuestros hijos e hijas; para ir construyendo una nueva forma
de impulsar la salud para nuestras familias.
Hacemos
este llamado, porque estamos convencidas y convencidos que ninguno de los
partidos políticos actuales puede llevar adelante esta lucha y estos cambios y
porque además, la forma como está construido el sistema político no permite la
verdadera participación popular. La
tarea actual tampoco es formar un partido político que participe en unas
elecciones donde se gastan millones de quetzales en publicidad, se hagan promesas
y al llegar al gobierno, se olviden de ellas; se trata más bien de ir
levantando en cada comunidad, en cada barrio una amplia forma de participación
que se base en la consulta permanente al Pueblo y en la asamblea para tomar
decisiones; que quienes nombremos como autoridad, sea para ejecutar lo que el
pueblo quiere y que la tarea no se concentren en una o pocas personas, sino en
un gobierno local colectivo.
Hacemos
un llamado a unir, articular y sumar lo que ya está organizado, organizar lo
que no está organizado; fortalecer las identidades particulares y a partir de
estas identidades encontrar puntos comunes y construir puentes de comunicación
para impulsar las luchas actuales y futuras.
En
resumen, llamamos a hacer de la Rebeldía una forma de vida: a no callarnos; a
perder el miedo, a denunciar lo que haya que denunciar, a solidarizarnos y
unirnos a otras y otros; a rechazar lo que nos quieren imponer, a indignarnos
ante las injusticas y abusos porque no hay ningún guatemalteco o guatemalteca
del Pueblo cuyos derechos no hayan sido pisoteados. ¡Ya basta de tanta injustica, dolor y
sufrimiento!
Tenemos
derecho a una vida plena; tenemos derecho a la justicia social, a una
democracia verdadera, a construir un futuro mejor; a que se respete nuestros derechos
y dignidad como mujeres y a un mundo sin violencia; tenemos derecho a convivir
en armonía y en respeto a nuestra identidad
como Pueblos Mayas, Xincas, Garífunas y Mestizos; tenemos derecho a rebelarnos y construir una Guatemala para
todas y todos.
Que
todos se levanten, que no haya ni un grupo ni dos entre nosotros que se queden
atrás de los demás
Comité de Unidad Campesina
CUC
Cabeza Clara, Corazón Solidario y Puño Combativo
de las y los Trabajadores del Campo
… Ajpu
15 de abril de 2014
http://www.cuc.org.gt/es/index.php?option=com_content&view=article&id=846%3Adeclaracion-26-aniversario-del-cuc
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