Discurso del 22 de mayo de 1978 día en que Oliverio Castañeda llegó al cargo de secretario general de la AEU e hizo sentir su liderazgo.
Oliverio Castañeda de León
La ruta del clavel rojo
Iduvina Hernández
Aunque su rostro parecía el de un niño, en realidad había
alcanzado la estatura de todo un hombre. Apenas había cumplido 23 años. Apenas
comenzaba la etapa de maduración emocional de los adultos. Y sin embargo,
llevaba sobre sus hombros la cosecha de su crecimiento humano y político.
Al igual que ahora, en ese entonces un militar gobernaba
dictatorialmente los destinos del país. Al igual que ahora, quienes defendían
los derechos humanos eran perseguidos, difamados y criminalizados.
Oliverio Castañeda de León, al igual que Otto René Castillo,
nació en octubre para la faz del mundo. Como en octubre fue ejecutado
brutalmente para nacer a la inmortalidad de la memoria histórica. Cinco meses
atrás, en mayo de 1978, asumió como Secretario General de la Asociación de
Estudiantes Universitarios -AEU-, la cual desde ese octubre trágico adoptó su
nombre. Días después, su sucesor, Antonio Ciani García, otro joven con rostro
de niño y madurez de adulto, fue detenido desaparecido por las mismas fuerzas
que mataron a Oliverio.
Los asesinos de Oliverio y los secuestradores y torturadores de
Antonio Ciani iban tras la senda de dignidad que ambos trazaron como líderes
estudiantiles. Iban tras el camino de lucha en favor de las demandas populares
que ambos habían caminado desde las aulas universitarias. Iban tras la vida de
quienes sembraron ejemplo y claveles de memoria con su cotidiana entrega a
Guatemala.
Las y los jóvenes cuyas vidas fueron truncadas por el régimen
opresor de Romeo Lucas García y sus sucesores, amaban a esta tierra con la
ternura más profunda con que un joven puede querer. Sonreían a la vida y
cantaban al amor. Se enamoraban, se peleaban y se reconciliaban. Bailaban y
jugaban. Vivían y luchaban. Más de mil años de riqueza en vida fueron robados
por la maldad y la fiereza. Más de mil años de lucha fueron cercenados por la
ignominia.
Han pasado 35 años, tres décadas y media. Los rostros de ambos,
como los de las decenas de mujeres y hombres que desde el movimiento
estudiantil aportaron su lucha y pagaron con su vida, permanecen jóvenes. Son
las y los jóvenes eternos. Las y los que no envejecieron, las y los que no
peinan canas ni acarician arrugas. Son las los jóvenes que marcaron la ruta del
clavel rojo y fueron arrebatados de la vida por la brutalidad. Una brutalidad
que ahora pretende enmascararse de valerosa cuando sólo sabe destilar cobardía.
Al igual que ahora, en ese entonces un militar gobernaba
dictatorialmente los destinos del país. Al igual que ahora, la corrupción en el
gobierno era la política oficial. Al igual que ahora, las balas cobraban las
vidas de ciudadanas y ciudadanos en las calles de Guatemala. Al igual que
ahora, quienes defendían los derechos humanos eran perseguidos, difamados y
criminalizados. Al igual que ahora, los fascistas integraban agrupaciones
extremistas de derecha que satanizaban la militancia social y revolucionaria.
Agrupaciones que hoy creen tener el derecho de llamar una vez
más a la muerte y ofrecer el exilio a quien no les lleve el ritmo. Agrupaciones
cuyos referentes han dejado plasmadas las huellas de sangre en la tierra
bendita de este pueblo. Agrupaciones que no saben de la vida porque sólo han
respirado por la muerte. Agrupaciones que no saben del amor porque se han
nutrido del odio y la barbarie. Agrupaciones que no saben de la dignidad ni de
la valentía porque solo han conocido la mentira y la infamia.
En cambio, las y los jóvenes que no envejecieron, nacen para la
vida con cada acción en su recuerdo. Por eso su memoria ha crecido con los
años. Porque su vida es ejemplo de dignidad y de lucha. Como lo es también la
búsqueda de justicia por los crímenes contra estos y estas jóvenes cuyas vidas
fueron arrancadas por la irracionalidad. Hoy, tres décadas y media después,
seguimos reclamando justicia por sus muertes para dignificar sus vidas. Hoy
como ayer, alzamos las manos adornadas con claveles rojos para trazar la ruta
de la memoria, la verdad y la justicia.
Fotos: Mauro Calanchina
Diseño: Salvatore Calanchina
Morales
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