miércoles, 13 de abril de 2016

EL RACISMO ES ASUNTO DE PODER


ANABELLA GIRACCA
El racismo es un flagelo que se reproduce con múltiples disfraces. Acá se siente cómodo para actuar. Respira de los estereotipos. Abraza al paternalismo. Estampa hegemonía. Jadea etnocentrismo. Justifica poder. No es tema simple ni retórica espumante. Gracias al racismo se criminalizan pueblos, se ignoran voces, se conquistan territorios, se oprimen culturas, se abusan diversidades, se evidencian prepotencias. Se construye una imagen perversa de esos “otros” para poseerlos. Para denigrarlos y vedarles una oportunidad equitativa. ¡Vaya fantasma de superioridad!
El racismo se siente cómodo en la política. Se respalda en la caridad, porque la justicia es muy corta como para cubrir a todos. Hace que desde las élites se discuta “qué hacer” con los que se suponen “inferiores”. Es una lógica de Estado que cubre cada rincón; alcanza cada ápice de montaña. El racismo alienta día a día a los mismos, quienes se sienten con la potestad de desviar ríos para sus beneficios; de pagar diferente a los “rurales” y aun así sentirse héroes.
El racismo es un espejo roto. Enemigo de la democracia. Antagónico de la paz. Enturbia miradas. “India estúpida” le dicen en pleno Congreso de la República a la Gobernadora de Alta Verapaz. “Ponerlo de rodillas” se dice de un gobernador de San Marcos. Indicadores de la vieja política incrustada. Reproduce esquemas prehistóricos de dominio. Acuña privilegios. Sí, indicadores que no deben pasarse más por alto.
Aventurarse a la transformación del conocimiento en un plano de democracia e igualdad, sería la cuna de un desarrollo integral. Compromiso con un lugar común. Conciencia de valores éticos y públicos que nos permitan vivir en sociedad. Corrección de la desigualdad. Un proyecto de educación social para mejorar nuestras relaciones y ver la diversidad al margen de la mercancía. Dejar el mundo unipolar que refleja plena hegemonía occidental. La educación pública es un bien amenazado que vale la pena recuperar como agenda política de una ciudadanía de paz. O sea, reconciliar la política con la ética. Entender los múltiples sentidos de la pertinencia. Ello implica vincular escuela con Nación; estrategias dotadas de sensibilidad social. Posibilitar un tránsito constructivo entre visiones. Confrontación pacífica entre lo semejante y lo distinto. Porque no existirá desarrollo si prevalecen las exclusiones sistemáticas. Apostar por un nuevo contrato nacional es cada día más necesario. Con nuevos vínculos. Con la voz de todos los pueblos.
http://elperiodico.com.gt/2016/04/13/opinion/racismo/

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