sábado, 21 de mayo de 2016

MAYO

Sandra Xinico Batz
Recuerdo a mayo en mi infancia entre la lluvia, el mercado abarrotado de frutas y su olor particular a nance. Ningún mayo pasaba desapercibido pues era el mes de la feria de mi querido pueblo, Patzún. Pasear entre los juegos y ventas de la feria era un regalo que las y los niños recibíamos cada año.
En mayo también celebramos el nacimiento de una de mis hermanas, Ana, quien nació en una de las habitaciones de la casa de mis abuelos paternos, en medio de un clima de miedo y terror, en uno de los años más duros del Conflicto Armado Interno, 1982, dos semanas antes de que mi abuelo materno, Tomás Batz, fuese secuestrado y desaparecido. Su nombre Ana es en honor a una de mis bisabuelas.
Seguramente no fue la única que nació ese año y ese mes en estas condiciones, entre la alegría de una nueva vida y el dolor de una desaparición forzada. Nuestro pueblo tampoco la pasaba bien, un mes antes (abril) una de sus aldeas, Chipiacul había sido masacrada y el día que mi abuelo desapareció, también desaparecieron a otras personas de Patzún.
Con el tiempo y ya teniendo conciencia de lo que mayo significaba en mi vida y en la de mi familia, me di cuenta que uno de los poetas que admiraba había sido desaparecido un mayo, esta vez era 1984 cuando secuestraron a Luis De León, maestro kaqchikel. También, ese mismo año y mes, en la universidad donde estudié y donde me organicé por primera vez, la Usac, desaparecieron a muchos estudiantes, entre ellos el secretariado de la Asociación de Estudiantes Universitarios: Carlos Cuevas, Otto Estrada, Rubén Farfán, Sergio Alvarado, Gustavo Castañón, Irma Hichos, Hector Interiano.
Leo el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico y son cientos de personas las que en un mayo fueron capturadas, desaparecidas y/o asesinadas; comunidades arrasadas y miles de muertos que el genocidio dejó. Pienso en los cientos de personas cuyos nombres no conocimos y de los cuales, incluso, no existen registro, cientos de luchadores y luchadoras cuyos nombres no aparecen en las plaquetas de conmemoraciones, pero que también pelearon por resguardar sus vidas y las de sus comunidades.
Fue un mayo también en 2013, cuando nos devolvieron la esperanza de que en este país puede haber justicia y escuchamos dictaminar que sí hubo genocidio y que Efraín Ríos Montt sería solamente uno de los primeros en asumir las consecuencias de lo que conscientemente planificó y ejecutó con el objetivo de exterminar a los pueblos mayas; sentencia que en nuestras memorias nadie podrá botar ni borrar, como no borraremos de nuestras vidas a toda la gente que seguimos buscando y esperando que vuelvan.
Un mayo de 2014, mi abuelo paterno, Basilio Xinico, fallece, luego de una vida completa, envejeció en su casa y rodeado de su familia, pudimos llorar, reír, recordar y enterrarlo. Las flores adornan el lugar donde posa y yo llevo sus enseñanzas en mi vida cada día.
Todo esto en mayo.
http://lahora.gt/mayo/

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