lunes, 8 de agosto de 2016

La misión de Ilka


Ilka Oliva Corado
No acostumbro a publicar nada que no sea de mi autoría en mi blog, pero de vez en cuando, dependiendo la importancia hago excepciones, como es el caso de hoy. Y digo importancia no porque este texto se trate de una reseña de mi trabajo, sino por la extraordinaria labor de la estudiante de periodismo que la hizo; que pudo captar la esencia de mis palabras. Es la reseña más original que han realizado de mi trabajo hasta este momento.
Hace algunos meses, (marzo) les compartí de mi experiencia en un College de Periodismo de  Chicago, a donde me invitaron a dar una charla acerca de mi oficio  como escritora, poeta y articulista  desde la indocumentación. Pues bueno, el trabajo de los estudiantes de periodismo consistía en hacer una reseña de mi exposición. Elio Leturia, el docente que me invitó me envió este enlace hace unos meses, y lo disfruté mucho.
Supe inmediatamente quién la había realizado, el docente me lo confirmó cuando le pregunté, era una alumna panameña que captó mi atención desde el inicio de la actividad; por lo atenta que estaba a mi exposición y por  la profundidad y la forma  de realizar  sus preguntas.
Les comparto el excelente trabajo de Andrea Salcedo LLaurado que sin lugar a dudas será una periodista comprometida con la realidad social. El texto también fue traducido  al italiano por Alessandra Riccio.
La misión de Ilka

Imagen Elio Leturia
Imagen Elio Leturia. Ilka Oliva Corado habla en sus textos de las injusticias que sufren los migrantes
Una vez superados los horrores del cruce al norte, la inmigrante Ilka Oliva Corado se mantiene viva a través de la narración y la poesía.
“En sus marcas, listos, fuera, ya!”, gritó un coyote en medio del desierto de Sonora, Arizona. Después de esta señal, Ilka Oliva Corado sabía que debía correr lo más rápido posible para salvar su vida.
Oliva, guatemalteca de 36 años, partió de su país escapando de una mala experiencia laboral y decepcionada al no poder cumplir su sueño de ser árbitra internacional de fútbol.
Ella lo tenía todo para clasificar: la edad, la condición física y el número correcto de juegos arbitrados. Sin embargo, no estuvo dispuesta a cumplir con un último “requisito”.
“Le damos el gafete a cambio de acostarse con nosotros”, así recuerda Oliva la propuesta de los directivos de la federación de fútbol guatemalteca, la misma que rechazó y la motivó a migrar a Estados Unidos para tener un nuevo comienzo.
“Me dio una frustración y una depresión tan grande que le tuve que poner tierra de por medio al país”, dijo Oliva.
Imagen Elio Leturia
Imagen Elio Leturia
Empieza la travesía
Dos meses después, ella tomó un avión rumbo a la Ciudad de México, el punto de partida de su travesía de 20 días.
Ahí permaneció 15 días aprendiendo el acento mexicano, los modismos, el himno nacional y nombres de presidentes municipales. Todo esto para hacerse pasar como veracruzana y poder utilizar sus documentos falsos durante el viaje, estrategia que eventualmente le salvó la vida.
Días después, Oliva abordó otro avión con destino a Sonora, una carretera plana rodeada de desierto, donde se encontró con múltiples retenes que fue capaz de pasar gracias a su nuevo acento y documentos falsos.
“Me valió hablar como mexicana porque a muchos los detuvieron ahí por el acento”, comentó Oliva.
Esa noche, su coyote, a quien Oliva describe de aproximadamente 18 años y de contextura delgada, dio las indicaciones a su grupo de 15 personas sobre la mejor manera de cruzar la frontera.
“Todos íbamos de negro”, expresó Oliva, quien llevaba unas zapatillas a las que les tuvo que quitar la banda fluorescente para evitar ser atrapada, guantes de lana para protegerse de las espinas de nopal y un gorro pasamontañas negro.
Además, Oliva llevaba provisiones como agua, suero, galletas y una naranja para sobrevivir el cruce, pues sabía que era un camino fácil, pero que no había oportunidad de volver sino solo seguir.
Todos o nadie
Finalmente en el desierto de Sonora, su coyote les brindó todos los detalles y la estrategia para cruzar la frontera. El plan era permanecer juntos. O cruzaban todos o morían todos, dijo Oliva.
El trayecto más difícil del viaje los esperaría en la famosa “línea divisoria” que fracciona Agua Prieta y Estados Unidos: una malla a la que le abrirían un agujero para cruzar.
Sin embargo, el viaje no se dio tal como estaba planeado y esa noche no pudieron cruzar porque se encontraron con la migra.
“Tres veces nos encontró la migra”, comentó Oliva. “Era una cosa terrible porque disparaban; uno no se imagina balas, ametralladoras, grupos de civiles colaborando con la policía y disparándote”.
Oliva no tenía idea que se encontraría con cientos de otras personas esperando por cruzar. Kilómetros y kilómetros de gente acostada esperando la señal para correr, cada quién con su coyote, añadió Oliva.
“Dijeron en sus marcas, listos y fuera, a cruzar y sálvese quien pueda”, contó Oliva. “Porque esa fue la señal. Cruza la línea divisoria y corre sin parar por lo menos 3 kilómetros. Esos tres kilómetros son claves [porque] ahí está hirviendo la migra”.
De repente, alguien encendió una luz y fueron rodeados por 15 motocicletas. Las personas gritaban y corrían por sus vidas, recuerda Olivia.
Su grupo prefirió lanzarse a un barranco para salvarse, pero al fondo del mismo se dieron con algo peor.
“¡Allá abajo encontramos cuerpos!”, exclamó Oliva. “¿Cuánto tiempo llevaban ahí? Es de película… A mí me entró cólera de ver cómo disparaban y mataban a la gente”.
Ella contó varias de las atrocidades de las que fue testigo durante el cruce. Recuerda como presenció la violación de dos muchachas de aproximadamente 20 años, quienes fueron forzadas a desnudarse y a abrazar dos nopales mientras policías de la migra las violaban por la espalda.
En algún punto de la travesía, Oliva recontó que su grupo visualizó un cerro que decidieron subir. El grupo estaba consciente del alto riesgo al escalar, pero preferían eso a morir en manos de la migra.
Gracias a esto, el grupo se perdió y retrasó su viaje por tres días, pero logró salvarse.
Ella dijo no sentir ningún tipo de emoción o agradecimiento al verse libre. “Lo vengo a sentir años después”, dijo Oliva.
Esta transformadora experiencia, como la describe Oliva, terminó cuando llegaron a una casa en Arizona.
Finalmente se abrazaron y dijeron adiós para nunca volverse a ver.
Ya en Chicago, Oliva ha logrado mantenerse durante estos últimos 12 años como niñera, empleada doméstica y limpiadora de nieve.
Al final de su jornada, ella dedica gran parte de su tiempo a escribir prolíficamente en su blog Crónicas de una Inquilina artículos sobre inmigración, violencia de género y comentario político, además de poesía.
Gracias a este medio y a los múltiples libros que ha logrado publicar es que Oliva encontró la manera de añadir su voz de protesta ante las injusticias sociales.
Puede que Oliva jamás haya creído en el “sueño americano”, tal como ella confiesa, pero su perseverancia y ese fuego interior para salir adelante en un país extraño la mantienen viva y con más ganas que nunca para luchar por los derechos de los indocumentados.
“Le agradezco a la migración que me cambió la misión”, concluyó Oliva.
Andrea Salcedo Llaurado, Estudiante de periodismo en Columbia College Chicago.
Si usted va a compartir este texto en otro portal o red social, por favor colocar la fuente de información URL: https://cronicasdeunainquilina.com/2016/07/11/la-mision-de-ilka/
Ilka Oliva Corado. 11 de julio de 2016, Estados Unidos.

Inquilina peregrina con una maleta de paso, cargada de añejas querencias, una hoja en blanco y lápiz. Una bicicleta con la que recorro galaxias, un morral donde atesoro quimeras, concierto de grillos y fulgor de luciérnagas. Soy Ilka, dividida entre las fronteras de reminiscencias e imaginación, nadando en el mar bravío de la migración. Entre otras faenas, indocumentada con maestría en discriminación y racismo.

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