OLIVERIO VIVE - sodeju 2008
FOTOS: MAURO CALANCHINA
OLIVERIO, EL DIRIGENTE CASI NIÑOFOTOS: MAURO CALANCHINA
Olvidar la silueta y los ademanes de aquel dirigente casi niño, imposible.
Olvidarlo encaramado en la Concha Acústica del Parque Centenario arengando a las masas, imposible.Olvidar aquel patojo el aciago 20 de octubre cuando, en medio del temor, se concentraron estudiantes, obreros, campesinos, amas de casa y nostálgicos viejos que estamparon en los muros de la patria las conquistas revolucionarias, imposible.
La memoria se niega a olvidar a quien había visto en las reuniones del histórico Comité Nacional de Unidad Sindical discutiendo, proponiendo y hasta aguantandolos epítetos de aquellos que se consideraban la vanguardia o que creían tener la verdad, como si la verdad se vendiera en supermercados o fuera inyectada en sanatorios donde se cocinaba, en aquellos tiempos, el sectarismo aberrante.
La memoria se niega a olvidar, porque sigue presente el joven con sus cualidades, sus aciertos y desaciertos, su osadía de anhelar y construir la nación del futuro, en los negros momentos de persecución y muerte.¿Cómo olvidar, si sigo viendo la cara de los criminales que se movían ese día entre la manifestación? Difícil dejar de ver a través del recuerdo, los Broncos y sus ocupantes que ese 20 de octubre esperaban frente a la Empresa Eléctrica para terminar con la vida de Oliverio.
Difícil olvidar el sudor helado de pánico, el caminar casi corriendo apresurado para huir de la muerte. Difícil olvidar y perdonar, porque no se puede olvidar ni perdonar a criminales de esa época. Ni a los hermanos Lucas García y Donaldo Álvarez, ni a Germán Chupina Barahona y Manuel de Jesús Valiente Téllez, ni mucho menos a Pedro García Arredondo, actual protegido del FRG que sigue viviendo del crimen. Difícil olvidar la tenebrosa G-2 y sus paramilitares, que trazaron estrategias, que elaboraron listas, que colocaron cruces en los nombres y que al final asesinaron la juventud, asesinaron la esperanza, asesinaron a Oliverio.
Era la época de la persecución despiadada, era el tiempo de la carnicería humana y el tiempo de los esbirros con lentes obscuros, con sombrero de paisanos, con nombre y apellidos conocidos, de los carros sin placa o con placas oficiales ametrallando la protesta, de los rechinidos de llantas, del asalto a las sedes y el secuestro y desaparición de dirigentes o el disparo a mansalva que cortaba valiosas vidas.
Era el tiempo de la denuncia, movilización y protesta. Era el tiempo deponerse al frente o esconderse, de dejar a los obreros, campesinos y estudiantes, o tratar de acompañarles, guiarles u orientarlos en medio del dolor y enterrando nuestros muertos.
Era el 20 de octubre, fecha histórica que llegaba después delas movilizaciones contra el aumento del precio al transporte urbano, donde el estudiantado universitario, con su Secretario General a la cabeza, le pusieron sal y pimienta a esas luchas. Ahí andaba Oliverio-niño hecho dirigente y ciudadano en las calles, en las manifestaciones, en medio del grito que exigía la paz y la justicia, el pan y la tierra para los campesinos y el trato humano a los obreros, pero más que ello, levantaba el dedo acusador a los esbirros, al jefe de gángsters que dirigía el Ministro de Gobernación.
En medio del vendaval estudiantil que deslegitimaba y acusaba a algunos dirigentes, surgió Oliverio para dirigir a los estudiantes, para unir sus fuerzas a todos los sectores populares de la época y, para demostrar en la práctica, que no se trataba de una camarilla oportunista de derecha, sino la entrega a un pueblo que esperaba tiempos mejores. Oliverio vivió y surgió como líder para enseñarnos la ética que debe tener un dirigente en la práctica, en el aguante, en la propuesta, a pesar de provenir de un sector social relativamente acomodado, pero consciente de los cambios profundos que nuestro país necesitaba y sigue necesitando.
Veinticinco años después, las proféticas palabras lanzadas en la Concha Acústica, durante su último discurso, siguen resonando en los oídos de quienes anhelamos la unificación de la izquierda y la respuesta compacta para quienes hoy se disputan el poder: militares y empresarios, que no han entendido que“MIENTRAS HAYA PUEBLO... HABRÁ REVOLUCIÓN”.
Lejos, pero presentes, cercanos e imborrables están los recuerdos, cuando aquel joven hecho dirigente llegó al programa Estudio Abierto, donde discutió con altura la situación del país y del movimiento social. Me parece verlo extender su mano y su sonrisa inocente. Me parece verlo alisarse el pelo rebelde y escuchar con atención las exposiciones.
No sé qué pensaba Oliverio, qué cosas pasaban por su mente, que le impulsó al sacrificio, a la entrega, a la comprensión de una clase que no era su clase, pero empezaba a fundirse con ella. No sé, qué impulsó al mejor de la clase a ser el mejor dirigente estudiantil de la etapa que se cierra con su muerte. El primer Secretario General de la Asociación de Estudiantes Universitarios(AEU), asesinado. Todos sufrieron persecución, amenazas y exilio. Oliverio venció el temor, la amenaza, el acoso y la persecución. Rechazó el exilio y rechazó el silencio. Se encaramó a la Concha Acústica y les gritó asesinos a los asesinos. La X ya estaba puesta en rojo en el nombre de OLIVERIO CASTAÑEDA DE LEÓN, la orden ya estaba girada, que importaba a los esbirros que se tratara del dirigente casi niño que alzó su voz y extendió su dedo acusador para gritarles con la fuerza que da la juventud, ASESINOS.
No puedo olvidar los millares de claves rojos que se alzan incansables al cielo. No puedo olvidar la manifestación del silencio que sigue al ataúd de Oliverio. No puedo olvidar las vallas, las lágrimas, el paso por el palacio y el fúnebre silencio que envolvió la sexta avenida. Malditos, malditos, malditos, me repitió Yolanda Urízar, consciente que el momento se acercaba para muchos de aquellos jóvenes, hombres y mujeres que en la década de los setenta, no sólo ofrendaron su vida, sino estaban conscientes de ofrendarla para ver, no esta Guatemala, sino aquella por la que generación tras generación ha luchado.
FOTOS: MAURO CALANCHINA
OLIVERIO VIVE - sodeju 2008
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