jueves, 12 de marzo de 2020

GUATEMALA: ARMANDO CU MORAN GANA EN EL 5to. CONCURSO INTERNACIONAL CON EL CUENTO "SIMPLEMENTE UNA GALLINA"



Armando Cu Moran
Con el Cuento "SIMPLEMENTE UNA GALLINA" Armando Cu Moran gana en el 5to. CONCURSO INTERNACIONAL de Poesía y Cuento "HORACIO QUIROGA, Tinta de Amor de Locura y Muerte"

SIMPLEMENTE UNA GALLINA
Por:  Armado Cú Morán
Con sonrisa amplia extendió las manos para recibir la gallina que la comunidad le estaba ofreciendo, como única ofrenda de agradecimiento por haber aliviado sus almas atormentadas.  No tenían otra forma de pagar los favores que el Padre Juanito llegaba a obsequiarles todos los domingos.
Era una montaña bella, pero lejana; era una gente bella, pero lejana; era una aldea bella, pero lejana; era un regalo del cielo pegado en la tierra, pero lejano. Y hasta ese lugar llegaba Juanito, con amor, con alegría, con desprendimiento, con piedad. Llegaba a decirles que Dios no se olvida de ellos, que el Reino de los Cielos es de los humildes como ellos, que son Bienaventurados los que tienen sed de justicia como ellos, que los pobres de corazón verán al Señor. 
Y recordando la alegría de la gente caminó el camino, puso paso tras paso, pie tras pie, andar tras andar, de regreso a su parroquia, con una gallina hermosa en los brazos.   Será una buena compañera, pensó, será mi amiga, se dijo.   Solo recibió la mirada pequeña y desentendida de la animalita.
Llegó a la canoa que debía regresarlo río abajo. Le había advertido al muchacho que se la alquiló, que de regreso podía irse él solo remando hasta la Iglesia del pueblo. Al otro día iría el muchacho a traer la canoa y a cobrarle.     
Media hora después empezó la tormenta. El Padre Juanito todavía navegaba por el río cuando éste se desbordó.  Pastizales, sembradíos y casas quedaron sepultados. Y la canoa se montó sobre una gran corriente salvaje que amenazaba hundirlo para ahogarlo.   Pero, pronto, vio que el río desembocó en el mar y que, de ahora en adelante, debería lidiar con otro monstruo. 
Cuando el río cayó en el mar, sintió un abismo que lo tragaba, como desbarrancándose en un precipicio que se lo comía en pedazos.   Y sintió morir.      Momentos después, se vio en un mar abierto, él y la gallina, navegando en un mar nocturno alumbrado por una luna que había sido pintada para acompañar a las parejas de enamorados. 
Nunca se imaginó un instante como este, siempre había estado rodeado de monaguillos, feligreses e incienso. Y la única agua que lo acompañaba era el agua bendita que, con sus manos, lanzaba a las buenas gentes que esperaban un milagro. Por eso ahora, sentado en aquella canoa, se sentía sobrecogido al ver la inmensidad del océano. Sus manos no podían bendecir tanto líquido.   Y entonces, le dio por rezar, sí, rezar como nunca lo había hecho en su Iglesia.  Rezar de verdad, por necesidad, rezar por sí mismo, rezar por su vida, rezar por su muerte. 
Tres días después seguía rezando, hundido en aquel barranco acuático que se lo había tragado sin darse cuenta.  En aquel momento, el estómago empezó a hablarle, empezó a decirle que, aunque lo había olvidado, seguía palpitando y necesitaba alimento.   De pronto, se percató que era un ser humano, con todas sus necesidades y debilidades, con toda su carne y con toda su sangre. Y levantó sus ojos para buscar comida, pero solo pudo encontrar la figura de una gallina. 
 Los ojos bondadosos del padre vieron a la animalita, y sintió compasión por ella porque, al igual que él, aquella ave también sentía hambre y picoteaba la madera de la canoa con la intención de encontrar algún bicho o una pequeña miga que mitigara su apetito.  Pero no encontraba nada, como nada encontraban los ojos del buen hombre que buscaba en el horizonte del tranquilo mar. Soportó 24 horas más hasta que el estómago le gritó, le quemó de dolor, como le quema a los niños hambrientos de los barrios donde la desnutrición es el pan de cada día.   
El Padre Juanito encontró en el fondo del mar la única huella visible de vida. Peces de todo tamaño parecían enviarle besos desde la temblorosa corriente donde habitaban.   Metió los brazos ingenuamente, pero el agua se le iba entre las manos y vacías quedaban, como su estómago. Entonces, pensó pescar, ahora peces y no hombres como le había enseñado su maestro, el gran Jesús. Con un alambre improvisó un anzuelo, buscó palo e hilo, pero le faltaba la carnada, un pedazo de carne para atraer a su víctima. Y alrededor solo estaba su carne y la carne de la gallina. 
La pequeña navaja que siempre llevaba en la cintura brilló en sus manos.  Para quitarse de encima el sentimiento de culpa, se decía para sus adentros:  ¨Es solo una gallina…es solo una gallina¨. Y se juró que, del pez que lograra atrapar, le daría de comer la mitad a ella. Con movimiento rápido, la agarró por las patas y le buscó la pezuña, pero la animalita empezó a revolotear y a graznar violentamente haciendo un tiradero de plumas, como cuando los niños destrozan las almohadas. La pobre ave adivinó las intenciones del Padrecito y dando picotazos logró que aquellas manos le soltaran las patas; luego, empezó a corretear por toda la canoa y, finalmente, dio un salto hacia la mar donde su cuerpecito frágil empezó a hundirse.  Con los ojos llorosos el Padre Juan se lanzó de inmediato a las aguas para rescatarla. Con dificultad pudo atraparla y llevarla de nuevo a la canoa.  Humano y animal estuvieron secándose bajo el sol durante un rato, temblorosos los dos, tristes los dos, calladitos los dos.  
Ocho días después, unos pescadores que recorrían las costas buscando al Padrecito, divisaron la canoa y corrieron al rescate. Enroscado, en posición fetal, encontraron a Juanito, deshidratado, con la piel seca y arrugada, tostado por el sol, pero todavía vivo. Su admiración fue máxima cuando vieron que, en el pie derecho, le faltaba el dedo pequeño, como si se lo hubiera amputado accidentalmente.  Los restos de espinas, que se veían alrededor, les dieron a entender que había sobrevivido de la pesca.  Pero lo que no podían explicar era que, en medio del pecho, traía abrazada una gallina flaca y desmayada, pero cuyo corazón todavía palpitaba. 

BREVE HOJA DE VIDA DE ARMANDO CU
Escritor, Productor de Radio y Comunicador Social.  Escribe cuento y poesía, sin publicar.  Su trabajo profesional como Productor de Radio, abarca más de 25 años, donde ha escrito, producido y dirigido cuatro Radionovelas:   ¨Amor entre Surcos¨, ¨Juliana¨, ¨Esta tierra no se vende¨ y ¨Rosaura¨; también ha participado como creador, escritor y actor en las Novelas ¨La Heredera¨ y ¨El engaño¨. Además, cuenta con más de 200 producciones, en español e idiomas mayas, con temas como:   problemas agrarios, violencia intrafamiliar, Derechos Humanos, prevención de la violencia, Proceso de Paz en Guatemala, niñez y adolescencia, Derechos de los Pueblos Indígenas, militarización, proceso democrático en Guatemala, Refugiados, Retornados, problemas económicos, entre otros. 
Ha trabajado en Campañas, Producciones radiofónicas y procesos de comunicación para instituciones como MINUGUA, PNUD, UNICEF, USAID, Fundación SOROS, CODISRA, CONAPLAM,  Defensoría Maya, Plan Internacional, CALDH, Defensoría de la Mujer de la PDH, Save The Children, UNICEF, entre otras. 
Fue fundador y director, durante diez años, del Centro de Comunicación Popular ¨Fray Bartolomé de las Casas¨; cofundador de la Fundación INCIDE; cofundador del radioperiódico, en idioma Kekchí, ¨SAQB´E¨; creador de los personajes de humorismo político ¨Don Poli y Tico¨ y ¨Don Ilustre y Lustrador¨.
Cuenta con el Premio Internacional de Cuento ¨Horacio Quiroga¨ (2020), otorgado por San Ignacio Misiones, Argentina; además, el Premio a la Excelencia Periodística (2004) y  el Premio Mundial ¨Solidaridad con los Refugiados¨, otorgado por la Unión Católica Internacional de Prensa UCIP, (1994, Roma, Italia).

No hay comentarios:

Publicar un comentario