Los testimonios ofrecidos
por varios testigos en el cuarto día de audiencias por el caso Sepur Zarco,
corroboraron que en varias comunidades de El Estor, Izabal, hubo, al
menos, tres destacamentos militares, en donde se cometieron crímenes de guerra
contra mujeres y hombres q’eqchís, entre l982 y 1983.
Las y los testigos
que el Tribunal de Mayor Riesgo A escuchó este jueves 4 de febrero, dijeron
haber estado detenidos en los destacamentos conocidos como Tinajas, Pataxte y
Sepur Zarco.
El ejército había
negado la existencia de estos lugares, sin embargo, las mujeres y hombres que
contaron su historia en la Sala de Vistas de la Corte Suprema de Justicia
(CSJ), confirmaron que hubo destacamentos en donde los hombres de varias
comunidades fueron detenidos, torturados y ejecutados extrajudicialmente,
mientras otros obligados a trabajar y las mujeres violadas y esclavizadas
sexualmente.
Muchas otras mujeres
fueron desparecidas y también ejecutadas extrajudicialmente, como es el caso de
Dominga Coc, junto con sus hijas de 3 y 2 años, en 1982, en el destacamento de
Sepur Zarco.
“Mi yerno me contó
que les hicieron mucho daño. A ella la lastimaron en su cuerpo porque la
violaron”, contó doña Julia Coc, su madre al tribunal. “Vengo a decir la
verdad, no a mentir. Vengo a declarar sobre la ejecución de mi hija y de
mis nietas, porque fue grande el sufrimiento de mi hija cuando estuvo en el
destacamento”, aseguró la valiente testigo que cuidó a su yerno enfermo, luego
de que éste escapara del destacamento de Pataxte, donde también estuvo detenida
su hija.
Dominga fue
ejecutada a la orilla de un riachuelo cercano al destacamento militar, según el
relato de doña Julia. Un excomisionado militar, de nombre Miguel Maas -ya
fallecido-, le confesó a la madre de Julia, que su hija fue llevada al río por
los soldados y, a la orilla del río la obligaron a cavar una fosa que sirvió
como su tumba y la de sus hijas.
Doña Julia presenció
la exhumación de las osamentas de su hija y nietas y reconoció los cabellos y
la ropa. “Dentro de la fosa estaban sus huesos y su cabello y un rollo de hilo,
que era de su ropa. Ahí encontraron los calzoncitos de mis nietas”, narró la sobreviviente.
En el cuarto día de
audiencias el tribunal escuchó los relatos de cuatro testigos hombres, además
de doña Julia. Todos fueron obligados por los soldados a realizar trabajos de
patrullaje, en supuesto búsqueda de “delincuentes”. Los testigos aseguraron que
“nunca” vieron a quienes los militares consideraban los delincuentes.
“Estuve mucho tiempo
en Tinajas, después me llevaron a Sepur Zarco, ahí nos obligaron a trabajar”,
dijo don Marcos Tut, de 76 años. Durante el tiempo en que realizó trabajos
forzados, don Marcos dijo: “Nosotros estábamos en las garitas, hacíamos turnos
en las entradas para que no entraran los guerrilleros. Ahí mirábamos cuando
entraban y salían las mujeres a las que les hicieron daño”.
Las historias de don
Domingo Tzup, Domingo Choc, Vicente Choc y Domingo Coc, son desgarradoras.
Todos aseguraron haber sido obligados a trabajar en el destacamento de Sepur
Zarco. Todos fueron testigos de la detención de sus familiares: suegros,
padres, hermanos, vecinas y otros civiles de comunidades aledañas.
Todos los testigos
tienen en común haber pertenecido a una de las familias que realizaban
gestiones para la titulación de la tierra en que vivían desde hacía mucho
tiempo. Además, las tierras en que habitaban se ubicaban en el Valle del
Polochic, una zona rica naturalmente, donde la represión fue brutal.
De acuerdo con Paula
Barrios, coordinadora general de Mujeres Transformando el Mundo (MTM), las
autoridades locales fueron cómplices del despojo de tierra que también
sufrieron las poblaciones q’eqchís de la región. “Estos hechos se enmarcan en
una región donde muchos terratenientes se fueron apropiando de grandes
cantidades de tierra que la municipalidad de Panzós, Alta Verapaz, les
facilitaba”.
La querellante
asegura que el caso de Sepur Zarco es evidencia de que la represión contra las
comunidades del Valle del Polochic, fue una estrategia que el ejército
desarrolló en complicidad con finqueros y autoridades locales, ya que los
esposos de las 11 mujeres sobrevivientes, eran parte del grupo de comunitarios
que gestionaba la titulación de sus tierras en el desaparecido Instituto
Nacional de Transformación Agrícola, (INTA).
De la
sobrevivencia a la ciudadanía
“Las
voces de las mujeres testigas tienen mucha más fuerza. Si el caso Sepur Zarco
demuestra algo es la valentía de las mujeres, no solo de las que denuncian,
sino de todas las que acompañan el proceso”, comentó Ada Valenzuela,
representante de la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, organización
querellante.
La activista considera
que el caso de Sepur Zarco es una oportunidad para que toda la sociedad
aprenda. En especial, afirma, para que la juventud se forme.
Las mujeres
rompieron el silencio después de más de 30 años de haber sufrido todo tipo de
violación a su dignidad y humanidad. Todavía la herida sigue viva y entre
sollozos y lágrimas las y los testigos cuentan su verdad, con valentía
recuerdan a toda una sociedad y al mundo, que el dolor y el horror provocado
por la guerra no deben ser olvidados.
“Todos los testigos
han narrado hechos que cazan. Es difícil que alguien luego de escucharlo no se
conmueva o dude de la verdad de los sobrevivientes”, dijo la querellante.
Barrios consideró
que: “Para los testigos no es fácil hablar de tanto dolor que han vivido. Pero
es un momento importante para que se escuche su verdad desde su propia voz. Es
trascendental que vengan ante un tribunal y expongan desde su propia voz lo que
les pasó. Es un acto de dignidad para las mujeres y los hombres”, señaló.
Antes y después de
las declaraciones las y los testigos tienen acompañamiento y atención
psicosocial. “Creo que también la sociedad guatemalteca debe responder a los
testimonios, porque si no nos afecta lo que estas personas narran, con tanto
dolor que marcó la guerra también necesitamos ese acompañamiento. No puede ser
que no nos sorprendamos y que seamos indiferentes”, dijo Barrios.
Las querellantes
consideran que el juicio de Sepur Zarco también permite conocer una verdad que
ha estado ahí siempre. Las organizaciones que acompañan a las sobrevivientes
consideran que para sanar “debemos saber lo que pasó y buscar los mecanismos
para resarcir a las víctimas y para que estos hechos no vuelvan a ocurrir en
ningún contexto con la niñez y adolescencia de este país”.
Finalmente, Barrios
explicó que las mujeres sobrevivientes tienen la oportunidad de formarse como
ciudadanas. “En ese transcurrir, las mujeres se han formado en el ejercicio de
su ciudadanía que es un aspecto importante del acceso a la justicia. Ellas
controlan lo que está sucediendo en esta sala de audiencias. El fin de la
justicia es que las víctimas transiten a sobrevivientes y de allí a ser sujetas
de derechos”, concluyó.
Por equipo de Comunicación MTM
http://www.mujerestransformandoelmundo.org/es/articulo/caso-sepur-zarco-los-testimonios-dan-cuenta-de-una-verdad-que-estuvo-siempre-oculta
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