El derecho a la verdad
No
se trata de venganzas ni de cacerías de brujas.
A pesar del actuar
espurio de algunos abogados que se desgañitan por impedir que el pueblo conozca
de viva voz unos fragmentos de la verdad, de la tragedia que vivió el país en
los años recientes, poco a poco se va desmoronando el muro de la impunidad que
lo ha impedido y los medios de comunicación recogen parte de esa historia que
el pueblo debe enfrentar con hidalguía y las nuevas generaciones conocer, para
que en el futuro eviten que se llenen de luto aldeas, comunidades, ciudades,
calles y hasta barrancos y pozos en donde seres humanos fueron exterminados o arrojados
como cualquier bulto.
Muchos años han pasado de aquellos momentos de persecución, dolor
y muerte, pero la memoria de los y las mujeres sobrevivientes que fueron
vejadas, se niega a olvidar, porque les sigue golpeando y no quieren sepultar
en el olvido ese trozo de la historia que militares y civiles, ricos y pobres,
debemos conocer. Si después de todo, el veredicto de los jueces favorece a la
defensa de los acusados que, a gritos quieren imponer su verdad, no tenemos más
que aceptarlo, pues por lo menos ya han sido sentados en el banquillo quienes
hoy piden clemencia, cuando nunca se compadecieron de niños y ancianos
cruelmente asesinados o de las mujeres violadas y torturadas.
Una cosa queda clara en este proceso. Los defensores han
arrastrado por los suelos y pisoteado la ética repetidamente, no solo en su
comportamiento prepotente y abusivo, sino según el recuento de la Asociación
Impunity Watch y que consta en los expedientes, “en 76 ocasiones un órgano
jurisdiccional guatemalteco ha tenido que pronunciarse sobre los incidentes
provocados por la defensa”, lo cual amerita la intervención del Tribunal de
Honor del Colegio de Abogados.
Hace pocos días un tribunal, también de alto impacto, condenó a 50
años a un comisionado militar, ya con anterioridad otros jueces habían dado su
veredicto contra otros cuantos acusados de desapariciones forzadas, y este caso
que tendrá que llegar a su fin, más temprano que tarde, sentará un precedente
histórico que posiblemente evite ver a otros criminales sentados frente a los
jueces, pues no se trata de venganzas ni de cacería de brujas, sino del derecho
a la verdad y a la justicia, sepultadas por décadas en Guatemala. Esperamos que
los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, le brinden todo el respaldo al
tribunal y la protección necesaria, porque los Dinos andan sueltos y enojados
por la objetividad e imparcialidad de los jueces.
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