MIGUEL ANGEL ALBIZURES
Hoy el Inacif se une a quienes protegen a los genocidas.
No hace mucho tiempo, antes del juicio y condena histórica, los medios de comunicación destacaron la noticia con una serie de fotos, cuando el general hoy demente, se presentó altanero y desafiante a los tribunales para “enterarse” de lo que se le acusaba y ponerse a “disposición” de la justicia. Como siempre se trataba de una de tantas payasadas que a lo largo de su existencia ha hecho, pues no tardó a través de su amplio equipo de abogados de torpedear el proceso.
Hoy dicen los forenses del Inacif que “no se encuentra en pleno uso de sus facultades mentales”, podrían haber dicho que nunca lo ha estado, pues solo un loco puede ufanarse de haber derrotado a la guerrilla arrasando pueblos enteros y sonreír satisfecho al recibir los informes de las aldeas del pueblo Ixil sometidas a sangre y fuego o de la Aldea de Las Dos Erres, en Petén donde 162 seres vivos fueron arrojados a un pozo, entre ellos 67 niños menores de 12 años. Esa aldea, como muchas otras del territorio nacional, ya no existe, porque tal como lo dijeron en ese tiempo, la estrategia era “quitarle el agua al pez” y exterminaron niños y ancianos, violaron y asesinaron mujeres que nada tenían que ver con la guerra. Ciertamente solo dementes pueden cometer semejantes actos de genocidio.
El general Otto Pérez sabe perfectamente lo que sucedió y quién era su jefe en esa época de la barbarie contra los pueblos ixiles, pues también tuvo que ver con el exterminio que se extendió a otras regiones del país. Razón tuvieron los familiares de víctimas y de víctimas sobrevivientes de Rabinal, Salamá, de sacar a gritos y a pedradas al general Ríos Montt cuando llegó a hacer propaganda política, el día que se hacían exhumaciones de uno de los tantos cementerios clandestinos que dejó su gobierno. Su sombrero quedó tirado cuando lo bajaban del escenario y corría despavorido al carro huyendo de quienes exigían justicia. Ese sombrero ocupa un espacio especial en el museo de la localidad para que las nuevas generaciones no olviden, quien mandó a arrasar sus aldeas.
Sus declaraciones a un reportero norteamericano no eran las de un demente sino las de un responsable consciente de lo que sucedía en el país “Porque si yo no puedo controlar al Ejército… Entonces qué estoy haciendo aquí” Por todo lo acontecido cuando él controlaba y daba órdenes se dio el histórico juicio y condena por genocidio que dieron la vuelta al mundo y permanece en la memoria colectiva como un acto de justicia a las víctimas, aunque los Magistrados de la Corte de Constitucionalidad, los de siempre, hayan anulado la condena. Hoy el Inacif se une a quienes protegen a los genocidas, recomendando cínicamente que: “no es pertinente realizar nuevas evaluaciones que solamente significarían un estrés más para la vida del evaluado”.
http://elperiodico.com.gt/2015/07/09/opinion/el-orgullo-y-honor-militar/
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