sábado, 9 de enero de 2016

Guatemala: El crepúsculo de los chacales


Raúl de la Horra 
elPeriódico 2016-1-9

No, no se trata de una pieza poética, aunque suene así. El título del artículo con el que doy la bienvenida al año que comienza tiene que ver con la excelente noticia de que al parecer, por fin va a hacerse un poco de limpieza en el estercolero compuesto de crímenes, falsedades, terrorismo, pactos, amenazas, chantajes, corrupción, manipulaciones e impunidad en el que globalmente se convirtió el país desde el golpe de Estado que derrocó a Jacobo Árbenz en 1954. Con la captura de al menos dieciocho altos militares acusados de ser responsables de crímenes de guerra durante el conflicto armado que dejó cerca de 200,000 muertos –casi todos civiles– podemos decir que una rendija de justicia y de oxígeno se abre de pronto en el túnel de aire enrarecido por el que ha transcurrido la vida de los guatemaltecos para los que hasta hace poco, no solo decir, sino hasta pensar en ciertas verdades incómodas sobre los poderes establecidos, ya fueran económicos, políticos o militares, podía costarles un plomazo en el cráneo.

Chacales, sí. Por asesinos, hipócritas y cobardes. Por haber ordenado o permitido las atrocidades que fueron perpetradas durante años contra la población civil, contra hombres desarmados y mujeres y niños indefensos. ¿Había que esperar a encontrar enterradas en diversos cuarteles militares del país las osamentas de cientos de mujeres desventradas y de niños torturados y molidos a golpes, para que el Ministerio Público se amparase por fin de las denuncias que existían y que apuntaban desde un principio a casi todos los altos mandos militares de la época en que se cometían actos sistemáticos de genocidio? ¿Había que encontrar por fin la prueba tangible dentro de los destacamentos militares, para descubrir que lo que esa porquería de seres humanos había hecho era comportarse peor que las bestias de rapiña, o peor que las fieras carroñeras (al fin de cuentas, los animales lo hacen por hambre o necesidad), pasándose por el trasero cualquier consideración de tipo humanitario, moral, militar o religioso, ensañándose sin piedad contra los miembros de su misma especie, contra sus compatriotas y hermanos, y todo ello en nombre de unos intereses que nada tenían ni tienen que ver con los supuestos valores que ellos pregonan o dicen defender?


Yo admiro a los militares de algunos ejércitos de otros países que han tenido los huevos de denunciar las atrocidades de las que ellos fueron cómplices o, según se mire, también víctimas. Desgraciadamente, en Guatemala parece que no hay este tipo de héroes, pues aquí nuestras máquinas de matar aprenden a ser –discúlpenme por esta definición machista que les sienta al dedillo–, moralmente hablando, mariquitas. Ya verán cómo nuestros milicos, en los juicios que se avecinan, se justifican y refugian detrás de las consabidas huecadas (como decimos en puro chapín): que es que no sabían nada, que claro, esto era una guerra, que si la defensa de la Patria, que si el honor de sus madrecitas, etcétera. En fin, y lo que al final queda claro es que con “defensores” así, ¿quién necesita enemigos?

http://elperiodico.com.gt/2016/01/09/lacolumna/el-crepusculo-de-los-chacales/


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