Estuve pensando en el título de este artículo porque
quería que acentuara la conclusión de una trilogía que publiqué en días
pasados, cada uno se entreteje con el
siguiente y los tres en sí aunque no creo que los lectores lo notaron. Y fue
mejor porque así pude realizar mi
“trabajo de campo” libre de obstáculos.
Las reacciones en cada artículo son heterogéneas.
Utilicé
tono y lenguaje variado para lograr medirle el pulso a la doble moral latinoamericana de un grupo
cualquiera en cualquier país donde lectores comunes navegando en el
ciberespacio ven el título de un
artículo y les llama la atención y lo leen. Aquí se pueden contar amas de casa,
estudiantes de universidad, profesionistas, negociantes, obreros, cualquiera que
tenga acceso a Internet, lo que quiero decir con esto es que los artículos no
fueron utilizados como un experimento para un grupo específico de clase
social, país, religión, género,
profesión u oficio. Leyendo las
comentarios de los lectores que utilizaron en su mayoría la descalificación y
los insultos como catalizador a su desacuerdo con los tres artículos, me pareció apropiado el título “la carroña de
la mojigatería.”
El
primer artículo que escribí tiene el
título de: “Lo tenía merecido, por puta.” El segundo, “¡Mi hijo salió gallo,
como su padre!” Y el tercero, “La envidia entre las mujeres.” En el primero yo hablo de la violencia de
género y la forma en que es invisibilizada por el sistema y por la sociedad. La forma en cómo la ejercen los hombres y
cómo la solapamos las mujeres, la forma en que la hacemos parte de los patrones
de crianza y también la cizaña con la que especulamos acerca de las víctimas,
ese sazón del ser humano para enjuiciar
y catalogar en base a prejuicios. Nuestra falta de reacción cuando de feminicidios se trata, aquí hombres y
mujeres por igual formamos parte de la impunidad porque aceptamos como
normales: la violencia sexual, la violencia física y psicológica, los crímenes
de honor.
“Es que se lo tenía merecido, por puta, el
esposo lo que hizo fue solamente defender su honor.” Y esto lo vamos a escuchar en cualquier clase
social y de obreros y profesionistas por igual. “Bueno estuvo que le pegara,
para que entrara en cintura, la cabeza del hogar es el hombre no la mujer.”
“Quién la manda a andar de ofrecida, ahí está le dieron su merecido por cusca.”
“Si hubiese sido una mujer decente no le hubiera pasado eso, no hubiera
terminado así.” “Por vestirse así un día
la van a violar y los hombres no van a tener la culpa sino ella por no
provocarlos, los hombres son hombres.”
Y así
como sociedad somos parte del problema y no de la solución. Con la pura forma de comentar una noticia acerca
de un feminicidio estamos juzgando a la víctima. ¿Qué sucede con el abusador?
Poco lo mencionamos por lo general el violador, quien la golpeó o asesinó lo
hizo con justa razón, “pobre hombre que no dejen libre.”
En este
artículo las pocas mujeres que se pronunciaron en tono cuestionante y solidarios fueron las feministas y
defensoras de derechos humanos. La mayoría lo que hizo fue persignarse, los
comentarios por parte de mujeres religiosas son escalofriantes, de las
mojigatas son desesperantes, de estas
mosquitas muertas caen en lo asqueante.
De hombres leí muy pocos es tema sin importancia, pero dentro de esos pocos algunos
con un grado de conciencia que una realmente lo agradece. La mayoría no se pronuncia, porque son temas
“escabrosos.” Y con esto así fácil, se lavan las manos. Pero que se esperen,
que esperen sentados a que la violencia de género les toque de cerca, van a
corcovear de dolor y recibirán la misma apatía por parte del sistema y de la
sociedad como la que ellos ahora están dando a otros.
La
violencia toca igual a religiosas, mojigatas, “putas” –ese palabra es tema para
otro artículo- millonarias, pobres, niñas, adolescentes, mujeres adultas,
obreras y profesionistas. Y es obligación de absolutamente todos pronunciarnos
para erradicarla. Aquí no hay vuelta de hoja, todos.
En el
segundo artículo, “¡Mi hijo salió gallo, como su padre!” Fui tachada de odiar a
los hombres. Me trataron de amargada, de generalizar. Cuando una mujer habla de machismo es catalogada como la
típica que aborrece a los hombres. En mi
experiencia, nada más lejano que eso, crecí rodeada de hombres y son mi
adoración. Pero eso no quita que el
machismo no esté ahí latente y haciendo estragos todos los días. En ese artículo hablé de las actitudes
machistas que generalmente pasan
desapercibidas y que aceptamos como parte del doble sentido en nuestra
sociedad. Esa violencia de la palabra y los gestos. Ese orgullo que sienten los padres cuando sus
hijos comienzan su vida sexual en la adolescencia y anotan en un cuaderno el
número de jovencitas con las que se acuestan y más aún, cuando hacen alarde de
sus conquistas. Ese vigor heredado, la hombría medida en el número de mujeres
con las que fornican.
Yo me
imagino a un papá machista de esos con un hijo homosexual. Que le anote en un
cuaderno el número de hombres con los que se acuesta y relate de sus
perversidades sexuales. Porque si es entre hombres es perverso y repugnante pero si es entre hombre y mujer es
pasión… Ellos dicen orgullosos; la puse
así, gimió así, se fue así. Y eso
también a muchas madres las hace sentir orgullosas de la hombría de sus
hijos, es aquella cosa de “que se
divierta ahora con cuanta mujer quiera pero para casarse tiene que buscar una
que sea decente.” Y ahí están ellas, comprándoles los preservativos y lavándoles
las sábanas con restos de semen, y se
sienten muy felices porque sus hijos son
hombres bien machos.
En este
artículo muchas mujeres se sintieron ofendidas porque sin duda alguna reflejé
su realidad, la forma en que moldean los valores humanos en su hogar. Hombres que me acusaron de odiarlos, fueron muy
pocos los que argumentaron, sin bilis y sin ofensas. Cuando se habla de la realidad sin golpes
bajos, de frente y directo a la yugular, las personas se ofenden, no soportan
tanta claridad. He notado que les gusta irse por las ramas, negociar los términos. Y el machismo y la
violencia de género no son negociables, estos tienen que ser arrancados de
raíz, este sistema patriarcal que nos consume tenemos que rechazarlo todos.
Si una
mamá le aplaude a su hijo que ande contando con cuántas niñas fornica y que
haga alarde de las posturas que utiliza, si solapa la violencia verbal –que
algunos confunden con piropos- actitudes hostiles en contra de las mujeres, que
no la sorprenda que un día se convierta en un acosador sexual y en un violador,
después que no llore si le toca irlo a visitar a la cárcel. O que cualquier desconocido le viole o mate a
su hija. Lo que usted da es lo que recibe. Lo mismo digo con los hombres, si
aplauden su actuar, esa mirada lasciva con la que desnudan a las mujeres, ese
acoso, esa violencia hasta en las bromas, no pidamos que un día respeten a
nuestra mamá, hija, hermana, amiga. Si las mujeres solapamos conductas
violentas disfrazadas de enojos, de carácter impulsivo, de piropos, de bromas
sutiles, de que es culpa del alcohol, no
pretendamos que nos respeten. Hay que ponerle un alto a toda forma de violencia
y no esperar que llegue a los golpes, violaciones sexuales y feminicidios.
En este
artículo la opinión de las mujeres fue
pasiva, relajada, pocas opinaron con argumentos, la mayoría dijo que la articulista no debía generalizar. A veces
me pregunto si las personas tienen sentido común, porque aunque dejo en claro
que no generalizo y lo escrito y subrayo en el texto, su argumento más común es
“ella generaliza.” No salen de ahí, es lo más que pueden decir, pero no se
pronuncian en cuanto a la médula del artículo, que no es obligación que sea
comentado, pero si lo hacen uno espera que por lo menos sean analíticos y
críticos a la hora de plantear sus argumentos
pero nos cuesta mucho a los latinoamericanos. No es más fácil atacar al articulista en sus
“deficiencias de escritura” con comentarios como estos: “pésima redacción y
terribles faltas de ortografía, no me gustó el artículo.” Si uno no escribe
para que le guste, uno no es parte del montón
que escribe para agradar a las personas y tener un lugar y ser parte de
algo, uno escribe porque es alarmante cómo la violencia de género y el machismo se propaga y no hacemos nada
por erradicarla.
El
tercer artículo lo escribí en un tono muy campirano, con modismos, con palabras
que utilizamos cuando estamos en confianza entre amigos, fue adrede porque la médula del texto de por
sí les iba a agriar el momento a muchas por eso varié el engranaje pero en ningún momento lancé golpes bajos, fui
sexista, mucho menos machista pero eso
sí, fui directo a la yugular y a la doble moral femenina. Aquí comprendí que los latinoamericanos
tenemos esa deficiencia en la
comprensión lectora. No sé si serán los golpes de pecho, la mojigatería, el exceso
de títulos universitarios o el acoso de la doble moral, pero les costó mucho
entender un texto simple, un relato que en pequeños brochazos exponía la
realidad que vivimos todos en todos lados. Este artículo es: “La envidia entre
las mujeres.” Fui explícita, hablé de la envidia entre mujeres, no entre hombre
y no entre hombres y mujeres. Empezando por ahí se desvirtuó porque pronto
salieron las moralistas que no tienen cola que les machuquen.
Que
levante la mano quién nunca en su vida ha sentido envidia y quién nunca ha
conocido a una persona envidiosa. Y para
nada fue para descalificar al género, para nada fue sexista, para nada fue
machista, lo que sucede es que la verdad
duele y muchísimas se sintieron expuestas en el texto y como respuesta los ataques
no se hicieron esperar.
Claro
que hay mujeres envidiosas y hombres también, pero el artículo fue explícito,
“la envidia entre las mujeres” y aquí
muchas mujeres se lanzaron con todo, qué bueno hubiera sido que con argumentos
pero no, lanzaron las ollas, los zapatos de tacón, los pintalabios, y con esa
actitud lo único que hicieron fue demostrar que
yo tengo razón, la envidia entre mujeres es el peor mal que podemos
tener como género. Es nefasto, asqueroso e insoportable. En ese texto solo expuse lo que he visto a lo
largo de mi vida en diferentes lugares. En la parada de autobús, en recitales
de poesía, en el lugar de trabajo, en la universidad, en eventos sociales, en
fiestas de cumpleaños. Aquí la jauría me acusó de machista, que de seguro saber
ni en qué lugares me metía yo para
hablar así de las mujeres y que me buscara amigas sanas.
Les di
directo en la vena y no pudieron reaccionar con los sesos y en cambio aquello
fue pura bilis. Pocas reconocieron
abiertamente que la envidia entre mujeres sí existe y es nefasta. En ese
artículo también fui clara, dije que no tocaría teoría de patriarcado ni de
feminismo que el artículo era llano, aún así explicado con manzanas el artículo
les cayó como bomba, y me alegra mucho porque no es común que una mujer habla
de los lastres que tenemos como género, la mayoría lo que hacemos es atacar a
los hombres pero no nos vemos en el espejo.
Nos
dicen que el patriarcado se ha encargado de dividirnos, y sí, yo no hablaré de
teorías, yo hablo del sentido común. Y
he leído muchos artículos que mujeres llaman a
la unión, a que nos unamos como género,
y que no sigamos con las normas del patriarcado, pero descalifican y no soportan cuando una mujer habla de los
recovecos que tenemos como género y que tenemos que trabajar en estos, pero
para eso hay que sacarlos a la luz de lo contrario seguirán ahí y seguirán
siendo parte del compás con el que vivimos el patriarcado. Creo que cualquiera
que tiene sentido común entiende el texto de esa manera porque lo único que hice
fue retratar a pulso la realidad en el género.
Y este
cuarto artículo es para resumir las reacciones. Y quedarme con varios
cuestionamientos. ¿Por qué sigue siendo la violencia de género una realidad
estigmatizada? ¿Cuándo vamos a hablar de eso claramente las mujeres? ¿Cuándo
los hombres formarán parte del cambio?
En el segundo artículo?¿Cuándo cambiaremos del patrón de enseñarle a
nuestras hijas a cuidarse para no ser
violadas en lugar de enseñar a nuestros hijos a respetar a las mujeres? ¿Cuándo aceptaremos que hombres y mujeres
tienen los mismos derechos y obligaciones? ¿Qué es tan libre en la sexualidad
el hombre como la mujer y que ninguno debe ser juzgado por cómo la viva? ¿Cuándo aceptaremos que la envidia entre
mujeres no nos ayuda en nada para que avancemos como género?
¿Es ocultándola como pretendemos erradicarla?
¿Es ofendiendo a quien habla de ésta que lograremos cambiar la norma? ¿Es
automáticamente machista una mujer que
da crédito al actuar de los hombres y que no los señala y los acusa y los
enjuicia en base a su género? ¿Una que deja claro que no generaliza y que hay
de todo en todos lados? ¿Qué es lo que nos aterra, que nos digan la verdad sin
anestesia y que se utilice un lenguaje claro y directo? ¿O nos gusta que nos
relaten cuentos chinos que nos
entretienen pero que no tocan nuestros
puntos débiles como humanidad y como género?
¿Nos
tiene maniatados nuestra doble moral? ¿Hasta dónde llega el alcance de nuestra mojigatería? ¿Hasta
cuándo vamos a seguir resistiéndonos a remarcar nuestras diferencias de género
y nos vamos a respetar equitativos? ¿Hasta cuándo las mujeres vamos a dejar de
atacar a los hombres y los hombres de violentar a las mujeres? ¿Hasta cuándo nos vamos a pronunciar con todo
el peso de nuestra dignidad, identidad y memoria histórica, por lo que es justo
en lugar de sulfurarnos cuando alguien
saca a la luz nuestros defectos de humanidad? ¿No es corrigiéndolos como se
logra avanzar?
¿Cómo
nos puede ofender más que una mujer hable de la envidia en nuestro género que
la misma violencia de género que vivimos y solapamos? ¿Cómo nos puede enfadar
más que una mujer hable de nuestro machismo y lo exponga a que en nuestra comodidad sigamos cultivando
los patrones que tarde o temprano también violentarán a conocidas nuestras?
Me
quedo con esa sensación amarga que estoy empezando a comprender en los
columnistas que llevan años exponiendo la realidad y que aunque pareciera que aran en el mar siguen ahí. ¡Qué
gran escuela! No desistir hasta que logremos un sociedad libre de patriarcado,
estereotipos y violencia. Todos en todos
lados, en nuestras circunstancias y trincheras.
Ilka
Oliva Corado. @ilkaolivacorado
Diciembre
09 de 2014.
Estados
Unidos.
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