Solo la unidad y la acción conjunta de los movimientos sociales, podrá evitar un peligroso retroceso y la pérdida de derechos ciudadanos.
Miguel Ángel Albizures
Pareciera que Guatemala está condenada al sufrimiento y a soportar toda clase de calamidades: económicas, políticas, sociales y culturales, pues mientras unos pocos se embolsan todo, la gran mayoría carece de lo más elemental para una vida digna. La niñez guatemalteca muere de hambre, y los que pueden contribuir a salvar vidas no mueven un dedo, mucho menos un centavo. Las políticas públicas solo favorecen a los corruptos y criminales, y no al pueblo, pues los diputados cierran los ojos y prefieren proteger al presidente, al no retirarle su derecho de antejuicio, pese a las graves denuncias de financiamiento ilícito al partido que lo llevó al poder.
A esto hay que sumar la violencia política, pues la persecución y asesinato de líderes comunitarios no ha sido solo en este mes. Los que se han atrevido a protestar y denunciar la realidad que se vive y el abuso de las transnacionales, están tras las rejas o han sido asesinados. No hay que olvidar que los tres asesinatos se produjeron después que el presidente acusara, en pleno Parque Central, a Codeca de ser responsable de la muerte de un niño y de todos los males del país, sin faltar el ataque contra del Procurador de los Derechos Humanos, porque no se pliega a sus mezquinos intereses.
Está más que comprobado que el presidente, Jimmy Morales, es incapaz de gobernar y no representa la unidad nacional, por el contrario polariza, provoca inestabilidad y se echa encima a la comunidad internacional, por ser parte del pacto de corruptos y por la falta de apoyo y los ataques continuos al comisionado Iván Velásquez y a la exfiscal general Thelma Aldana.
Lo que no sabe el presidente, ni su Ministra de Relaciones Exteriores, es que cuando él era un patojo mocoso y ella ni había nacido, a mediados de los setenta, Anders Kompass ya andaba por Guatemala, relacionándose con campesinos cooperativistas, estudiantes y sindicalistas porque le interesaba conocer el país y servirle. La actitud contra los embajadores es una afrenta a la comunidad internacional y es el país el que pagará las consecuencias. La acción contra la Embajadora de Venezuela, es parte del servilismo del presidente a la política de Estados Unidos. Solo la unidad y la acción conjunta de los movimientos sociales, podrá evitar un peligroso retroceso y la pérdida de derechos ciudadanos. La indiferencia hay que tirarla al bote de la basura.
https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/05/17/estamos-retrocediendo/
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